martes, 8 de noviembre de 2016

Espiritismo en la Garrucha de 1920


Sesión de espiritismo en el siglo XIX

El espiritismo es una pseudociencia que surgió con fuerza en la Europa de mediados del siglo XIX. Esta doctrina se basa en que, a través de una serie de ritos, se puede entrar en contacto con los espíritus.

Aunque en España se constituyeron algunas sociedades espiritistas a lo largo de la década de 1850, no sería hasta la llegada de La Gloriosa en 1868 cuando vivió su auge y expansión por la práctica totalidad del territorio nacional. El país emanado de la Septembrina abrió las católicas y cerriles conciencias de muchos españoles hacia los temas esotéricos.

El interés hacia el espiritismo fue en aumento en nuestro país y se multiplicaron las publicaciones y centros dedicados a esta pseudociencia. Pero esta fascinación por contactar con el más allá no se restringió como pueda pensarse a personas sin formación fácilmente seducibles por el esoterismo sino que significadas personalidades de las altas esferas del poder eran asiduos participantes del espiritismo. Tal era la fascinación y verdadera creencia que despertaba en muchas personas que, por asombroso que parezca, el 26 de agosto de 1873 una serie de Diputados espiritistas presentaron a las Cortes Constituyentes de la I República Española una Proposición de Ley para la Enseñanza Oficial del Espiritismo. Con ello pretendían que se incluyera como asignatura en los Institutos de Segunda Enseñanza y que se creara una Cátedra de Espiritismo agregada a la Facultad de Filosofía. Sin embargo, todo quedó en nada al producirse el golpe de Estado de Pavía el 3 de enero de 1874.

Es muy probable que la moda decimonónica del espiritismo se difundiera también en la opulenta y cosmopolita Garrucha de la minería y el comercio, de los masones y los destacados hombres de negocios, y que existiese algún centro espiritista en el siglo XIX, o que se reunieran destacadas personalidades afines a esta creencia en alguna casa de ilustre y esotérico propietario. Parece posible, más aún si tenemos en cuenta la tradición mística de municipios circundantes como Turre, que se ha hecho célebre en la cultura popular como lugar propenso a dar médiums o personas con especiales sensibilidades para el contacto con el más allá.

Montaje fotográfico del siglo XIX en el que un
hombre es atacado por un espíritu.
No obstante, desconocemos a ciencia cierta si había alguna sociedad espiritista en Garrucha en el siglo XIX, aunque sí sabemos de la existencia de un centro dedicado a ello en la década de 1920. Sin embargo, en esta época el espiritismo estaba de capa caída, los numerosos casos de fraudes que se habían descubierto con los años habían mermado su credibilidad; además, la Restauración Borbónica, el raciocinio científico y el recrudecimiento de la tradición católica en la sociedad habían dañado seriamente este tipo de prácticas.

El centro espiritista de Garrucha de los años 20 debió ser un resquicio, una caricatura de una época pasada de esplendor para esta pseudociencia. En el mismo se hacían curaciones “prodigiosas” y se extraían demonios y otros espíritus maléficos. Además se vendía agua del Jordán, a 6 reales cada botella, para “borrar los pecados y curar endemoniados”. Eso sí, las botellas una vez vacías debían retornar al centro espiritista, no fuera a ser que otros vendieran también auténtica agua del río en el que fue bautizado Jesucristo. 

En Garrucha el centro espiritista debió contar con no pocos adeptos. Los regentes del centro, amparados seguramente en la ignorancia de muchos de sus habitantes en una época de considerable analfabetismo, jugaron con la buena fe y alimentaron sin escrúpulos la ciega creencia de muchas de estas personas, que acudían a este lugar con la esperanza de curar sus males o contactar con familiares fallecidos.

En este clima fanático favorecido por el centro espiritista surgieron en Garrucha algunos casos dignos de mención y que saltaron a la prensa de fuera de Almería:

“A una pobre histérica le hicieron creer que era una posesa de un espíritu maléfico que residía en su cuerpo. Le proporcionaron sellos de metileno y la persuadieron de que gracias a ellos expulsaría por la orina el elemento extraño”.
“Una muchacha casada con un viudo, acudió en busca de curación de una anemia. Le aseguraron los espiritistas que su dolencia no era otra cosa que el espíritu de la primera mujer de su marido, que se había apoderado de ella para vengarse”.
(“Los espíritus de Garrucha”. Diario La Cruz. Tarragona, 25/5/1928)
Hubo gente que reclamó al Inspector de Sanidad de Garrucha que actuara contra el centro por promover el curanderismo, aunque hay tradiciones tan arraigadas en la historia de los pueblos que es difícil de erradicar.

Asimismo, fue famosa en Garrucha una mística que decía ser la encarnación de la mismísima Santa Teresa de Jesús, aunque “esta nueva Teresa no es la dama sabionda y erudita que escribe «Las moradas» y azacanea de un lado para otro; es, por el contrario, una Teresa Cepeda muy rebajada que ha olvidado la riqueza del lenguaje castellano. Ahora cuando dirige la palabra, se expresa así, según copio del periódico de dónde tomo la noticia: «Fijarsus bien, que seis muy descreídos, yo soy Santa Teresa de Jesús, la que sus está hablando»”. (“Los espiritistas de Garrucha”. Diario El Pueblo. Valencia, 5/5/1928)

Si ya de por sí todo esto era esperpéntico, se unió a la función un prestidigitador extranjero de nombre Stevenson Verica. Este hombre hacía sesiones de espiritismo, ocultismo y trucos de magia. Había llegado al levante almeriense procedente de Almería, donde esperaba tener mejor suerte con sus números, ya que en la capital había sido abucheado y calificados sus números de burdos o mediocres. Jamás olvidaría su visita a Garrucha.

La noche del 23 de abril de 1928 dio uno de sus espectáculos en el Teatro de Garrucha. En los mismos le acompañaba una bella joven, probablemente su esposa, para amenizar y ayudarle en sus números. Una vez terminada la función se dispuso a regresar a su hospedaje. Iba paseando por la calle Mayor del municipio con su femenina ayudante cuando empezaron a increparlo y a mofarse de sus experimentos una turba de jóvenes. Stevenson reprendió la actitud de los maleducados mozalbetes y ante semejante alboroto acudió el vinatero Antonio García Rico, “El Morales”. El prestidigitador, que en un principio entendió que García Rico acudía a auxiliarlo, pronto se dio cuenta de que sus intenciones eran otras. “El Morales”, armado con un palo y enarbolando un peculiar patriotismo, le pegó una severa paliza a Stevenson, al punto que le sacó un ojo, y el otro, aunque no se lo vació, quedó tan dañado que perdió la visión. Tras dejar al malherido prestidigitador aturdido en el suelo bañado en un abundante charco de sangre, se volvió contra la joven, que corría despavorida por las calles de Garrucha clamando ayuda. Por suerte, no llegó a alcanzarla, ya que García Rico fue detenido y conducido a la cárcel por las autoridades municipales. Dijeron que el malogrado y ciego Stevenson, en el Hospital de Vera, reflexionó con voz paradójica “que en lo espeso de Marruecos, el desacreditado Marruecos, le hubieran hecho un homenaje como premio a sus trabajos.”

Según la prensa, el atentado contra Stevenson pudo estar promovido por los espiritistas de Garrucha, ya que temían que el prestidigitador extranjero pudiese desprestigiar su números y quitarles clientela. En definitiva, una disputa entre, los considerados por muchos, “explotadores de la ignorancia”.


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