miércoles, 6 de julio de 2016

La olvidada tumba en Vera de Alejandro Kirkpatrick, primer vicecónsul inglés en Garrucha


En la parte vieja del cementerio de Vera, donde hace tiempo dejaron de llevarse flores y los difuntos lucen polvorientas lápidas olvidadas, descansan buena parte de las personalidades que en el siglo XIX, en los años dorados de la minería, forjaron la época de mayor esplendor del levante almeriense.

En una ocasión, paseando por la zona antigua de nichos del referido camposanto me llamó uno de ellos la atención, era sencillo, modesto, con signos evidentes de abandono y de estar olvidado hace mucho tiempo por todos. Todavía conservaba una reja, completamente oxidada, con un candado de época como garante inmemorial de la integridad de las personas que custodia. Mi interés fue mayor cuando pude leer en la polvorienta lápida, un nombre, casi desdibujado, que me resultaba conocido: Alejandro Kirkpatrick y Kirkpatrick. Estaba ante la tumba del primer vicecónsul inglés que tuvo Garrucha como municipio independiente.

Nicho nº 16, donde se encuentran los restos de Alejandro Kirkpatrick

Dicen que una persona nunca muere mientras haya alguien que lo recuerde, por lo que recordemos un poco la biografía de este singular personaje de la historia de Adra, Vera y Garrucha.

Alejandro Kirkpatrick nació en Adra (Almería) el 26 de enero de 1829. Era hijo de Tomás Kirkpatrick Stothert, industrial y Vicecónsul británico en Adra, y de Carlota Catalina Kirkpatrick Grivignée, hija de William Kirkpatrick Wilson, Cónsul de Estados Unidos en Málaga.

Thomas Jefferson, Presidente de los EE.UU.
Los Kirkpatrick eran una familia noble de origen escocés que se asentó en Málaga a finales del siglo XVIII como comerciantes y diplomáticos. Así pues, el primero de este linaje en el sur de España fue William Kirkpatrick Wilson, un destacado empresario vinícola que, tras pasar por Jerez de la Frontera, acabó instalándose en Málaga con motivo de haber sido nombrado Cónsul británico (1791) y de Estados Unidos (1800-1817) en la capital de la Costa del Sol. Como curiosidad, este polifacético industrial llegó a surtir al Presidente Thomas Jefferson del mejor vino dulce malagueño.

William Kirkpatrick, como ávido hombre de negocios, no fue ajeno al despertar minero de Almería, por lo que fueron frecuentes sus visitas a Adra, donde realizó importantes inversiones mineras y también se hizo cargo de la representación consular de EE.UU. en dicho puerto almeriense.

Un hermano de William, Juan Kirkpatrick Wilson, acabaría por asentarse en Adra a principios del siglo XIX, donde fue vicecónsul del Reino Unido, Cerdeña, Dinamarca y Países Bajos, y se hizo cargo de los cada vez más desarrollados negocios mineros de la familia. Su hijo Tomás Kirkpatrick Stothert, oficial que combatió en la Guerra de la Independencia bajo las órdenes del Duque de Wellington, continuaría la labor industrial y diplomática, así como el hijo de éste, Alejandro Kirkpatrick y Kirkpatrick, nuestro personaje de interés.

Los Kirkpatrick junto con los hermanos Rein de Málaga levantaron en 1822 la conocida fundición San Andrés en Adra, con la que consiguieron beneficiar los minerales procedentes de la Sierra de Gádor y exportar grandes cantidades de plomo. Durante la primera mitad del siglo XIX fue la primera fundición de plomo de España y una de las más importantes de Europa.

El descubrimiento en 1838 del filón de plomo argentífero en el Jaroso de Sierra Almagrera volvió los ojos de la familia Kirkpatrick hacia el levante almeriense, por lo que deseosos de sacar tajada del rico pastel que se avecinaba, pronto recalaron por la costa levantina. Así pues, Alejandro Kirkpatrick llegó a Garrucha a principios de la década de 1850, con motivo de haber sido nombrado Vicecónsul de Su Majestad Británica en Garrucha el 31 de agosto de 1852 y con la intención de expandir e incrementar los negocios familiares.

Nuestro biografiado recaló en una Garrucha que comenzaba a despuntar, donde la economía basada en la pesca y el reparto de sal iba mezclándose con la naciente industria minera y el cada vez más importante comercio que empezaba a consolidar y acrecentar. El rápido progreso social y económico iba convirtiéndola poco a poco en algo más que una pedanía de Vera, gracias al trabajo de familias como la Berruezo o la Orozco.

Kirkpatrick se construyó casa en el actual Paseo del Malecón y tuvo por vecinos al destacado comerciante Manuel Berruezo Ayora y al industrial José María Labernia Cruz. Aquí vivió Alejandro Kirkpatrick en compañía de su primera esposa Amalia Carmona, con la que regularmente viajaba a Adra para visitar a la familia, y, posteriormente, tras enviudar, con su segunda esposa, la rica veratense María del Carmen Giménez Soto, con la que se había casado en Vera el 31 de julio de 1856. Con ella tuvo cinco hijos: Carlota, Tomás, Encarnación, Alejandro y Francisco Kirkpatrick Giménez.

Alejandro Kirkpatrick fue testigo de la constitución de Garrucha como municipio independiente en 1861, por lo que pasaría a la Historia como el primer vicecónsul inglés que tuvo la naciente villa. Pudo ver como aquella mañana del 1 de enero de 1861 su vecino y buen amigo, Manuel Berruezo, se convertía en el primer Alcalde del próspero pueblo.

Sin embargo, la vida de Kirkpatrick iba a tornar pronto a su fin. De manera inesperada, el vicecónsul cayó fulminado víctima de un aneurisma el 3 de junio de 1869. Tenía 40 años. Y así, de esa forma tan rápida e imprevista acabó la vida de este peculiar hombre, que tuvo relevantes familiares, a destacar: su hermano el Coronel Guillermo Kirkpatrick, Gobernador de Bohol en Filipinas, y su hermana Carlota Kirkpatrick, Condesa de Comminges Guitard, así como sus primas-hermanas Francisca Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, Duquesa de Alba, y Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick (más conocida como Eugenia de Montijo), Emperatriz de Francia. Sus albaceas testamentarios, Manuel Berruezo Ayora y José Chasserot Torres, Agente consular de Francia en Garrucha y Villaricos, darían cumplimiento a sus últimas voluntades, según lo dispuesto en su testamento de 1864. Tras su muerte, le sucedió al frente del viceconsulado Jorge Clifton Pecket, polifacético hombre de negocios bien conocido en Garrucha.

Francisca Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, Duquesa consorte de Alba, y Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick,
Emperatriz de Francia, primas de Alejandro Kirkpatrick y Kirkpatrick 

En un nicho hoy olvidado y abandonado de Vera yace este aristocrático prohombre junto a su segunda esposa María del Carmen Giménez Soto (que acabaría contrayendo segundas nupcias en 1877 con el hacendado Juan Cruz Navarro), su hijo Francisco Kirkpatrick Giménez y su nieta Encarnación Riera Kirkpatrick.

En sentido general, sería una pena que enterramientos de personajes así acabasen por desaparecer con el tiempo por remodelaciones municipales del cementerio o porque las tumbas por el paso de los años se terminen por caer a pedazos. Quizás el Ayuntamiento de Vera, en el caso de que los herederos de estas personalidades sean desconocidos, pueda hacerse cargo de la custodia y mantenimiento de estos enterramientos, ya que exigirían poco gasto a las arcas municipales y sería una hipocresía que personajes referenciados ampliamente en artículos y libros estén complemente olvidados y descuidados en el cementerio. Sin lugar a dudas, personajes así dan prestigio a un cementerio, por lo que su pérdida sería un gran error y con la oportuna publicidad podrían constituirse los camposantos como lugares turísticos, como en buena parte de Europa, donde se visitan las tumbas de personalidades de la Historia.

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