Panorámica de Garrucha. Año 1900. Fotografía original: F. de Blain
(http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6217&fullsize=1)
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Como ya se comentó en la reseña biográfica de D. Bernardo Berruezo Gerez, una de las principales luchas que llevaron a cabo los regeneracionistas del levante almeriense fue la construcción de ansiado ferrocarril de Lorca a Almería, que hubiera supuesto una auténtica redención para Garrucha y su comarca. De haberse llevado a cabo, como clamaban aquellos pueblos levantinos, habría revitalizado la economía y hubiera llevado a Garrucha al concierto y al progreso del siglo XX. Así lo creía Bernardo y en este sentido se reproducen
tres obras maestras del extenso y
prolífico legado periodístico, donde en los artículos AYER, HOY y MAÑANA hace un magistral repaso al
pasado, presente e hipotético futuro de
Garrucha, fechado en 1920, con la construcción del ferrocarril. Bonito futuro para el municipio el que soñó, pero que no pudo hacerse realidad debido a que no se construyó finalmente la citada línea de tren y que de haberse materializado esta obra redentora, tampoco lo hubiese visto Bernardo, ya que como se sabe, por desgracia, falleció inesperadamente en 1908.
AYER
Érase a mediados del penúltimo año del siglo de las luces. Una extensa y
hermosa comarca situada al extremo occidente de la no menos bella Andalucía
hallábase sumida en horrible oscuridad; en esa oscuridad que produce la falta
del rayo de la ciencia. Aquel país de hombres de corazón de
fuego y mujeres con ojos abrasadores, era émulo de un territorio rifeño. Allí
se vivía como a principios de la Era Cristiana, y parecía que aquella quietud
irriosoria de sus habitantes iba a ser eterna, sin que les moviera el deseo de
avanzar por el camino de la civilización cual sucedía en todas partes. Mas…
todo tiene un fin, y también llegó su término al abandono en que yacía el
espíritu de nuestros meridionales. Por fin se avergonzaron de su merecida
situación y decidieron salir de ella procurando la regeneración que no podía
venir como el Maná. Aquella hermosa zona donde el Sol enviaba sus rayos más
diáfanos, formando en la superficie de su tierra un arco iris producido por el
fuego del gran Planeta al chocar con los filones de ricos y diversos metales;
los fértiles campos donde el oxígeno que se aspira es aromático y por demás
saludable; aquellos pueblos que se destacaban cual palomas fuertes y los cubría
una azulada y alegre bóveda; ese pedazo de la tierra de María Santísima era
merecedor de mejor suerte, y sus hijos tenían la obligacion de ocupársela. Sus
hijos que, para hacerse cargo del porqué llamaban de las luces al siglo XIX,
tenían que valerse de los periódicos que a diario anunciaban la aparición de la
ciencia con nuevas invenciones para beneficiar pueblos muertos e improductivos
dándoles vida artificial, creyeron que había llegado la hora de gritar y
gritaron. Pero mal dirigidas sus peticiones fueron inadvertidas; entonces se
acordaron del Progreso, y decidieron buscarlo y no ceder hasta encontrarle y hacerle
ver con cuanta razón demandaban su presencia, y que extendiendo su campo de
operaciones al sitio donde queríanle llevar, sería de positivos resultados para
el cumplimiento de su cometido.
Supieron que el Progreso tenía esparcidos por el mundo multitud de
representantes y hasta averiguaron que no muy lejos estaba a la sazón uno de
sus más dignos agentes. Manos a la obra, dijeron, y… y aquí fue ella.
Si los que creían que luchando sin descanso podíase llegar al gran fin que
la necesidad imponía eran pocos y débiles… en cambio, los incrédulos, los que
se burlaban, los que se acomodaban más a aquella vida sin fuste y sin provecho
para la humanidad eran los más numerosos y más fuertes. No obstante, e
irritados con el siempre funesto error de la mayoría de los almerienses de
levante, diose principio a la campaña, y allá fueron unos pocos que, entre los
molestos vaivenes de incómodo vehículo, llegaron a Almería preguntando por D.
Ivo Bosch.
Efectivamente, el redentor de la capital Andaluza, el esclarecido
financiero y honroso español se encontraba allí, y ofreció a sus visitantes que
siendo buenos y deseando el Progreso con el afán que lo pedían, difrustarían de
sus innmensas ventajas.
B.B.
(El Eco de Levante, Garrucha, 6 de enero de 1900)
HOY
Así se expresó D. Ivo Bosch y volvióse la exigua comisión llena de alegría
y con dulce esperanza de que quizá en un día no muy lejano se verían cumplidos
los vehementes y justos deseos de este tiempo desatendido país.
El asunto del ferrocarril de Lorca a Almería no se ha encontrado nunca en
unas circunstancias tan halagadoras como las presentes. El hombre que se ocupa
de él, bien acreditado tiene que es capaz de emprender obras gigantescas, de
mucha más consideración que la nuestra; y si no, ahí está la línea de Linares a
la cual hicieron ascos otras empresas, y siempre habría sido una ilusión para
tantos pueblos como ha beneficiado, de no surgir ese hombre, acometiendo su
construcción y realizando la unión de nuestra importante capital con el resto de
la Península, saltando el paso del Salado por medio de un trabajo tan costoso
como monumental.
¿Será verdad que hemos despertado de nuestro ruinoso letargo? ¿Es cierto
que estamos todos persuadidos de la imprescindible necesidad de ese
ferrocarril, considerándolo nuestra única salvación porque nos traerá una nueva
vida y será el comienzo de una transformación general? ¿Hemos comprendido ya
que el Progreso acarrea extraordinarias mejoras y que donde se rinde fervoroso
culto a esa palabra se goza de beneficios tan palmarios como desconocidos para
nosotros? ¿Sí?; ¿es evidente todo esto? Pues entonces que no nos coja
desprevenidos el suceso que se avecina. Vamos a unirnos; vamos a marchar todos
de acuerdo, puesto que el bien es común, y cuando venga esa comisión ya
anunciada, acojámosla con entusiasmo poniendo así de manifiesto que la zona que
pide la línea de Lorca a Almería sabe dar todas las facilidades que están en su
mano, estimando cual merece el favor que recibe y mostrando el mayor
agradecimiento a su bienhechor, para lo cual todos interpondrán su ayuda a fin
de fomentar la idea y convertirla en realidad cuanto antes.
Es indudable que ya quedan pocos incrédulos en este negocio; mas cierto
aún es, que nuestras personalidades más salientes saben que la cosa va de veras
esta vez, y que casi está en nuestras propias manos la realización del deseado
ferrocarril. Por todo ello no dudamos que aunque sea por poco tiempo se
acabarán en estos pueblos las rencillas que tanto les caracteriza, y que
realizaremos la conjunción constituyendo todos sus habitantes sin distinción de
clases, una asociación que se llame: “Sociedad penetrada de la necesidad del
ferrocarril de Lorca a Almería, con su ramal de Zurgena a Vera”.
Para si se realiza este pensamiento, de claro que quiero ser socio
fundador de ese gran gremio, y que con gusto aceptaré el cargo que me señalen
aunque sea mucho trabajo el que proporcione y sin asignarle retribución alguna.
Seré un ferrocarrilero por amor al arte.
Ya hemos dicho muchas veces lo que todos saben; que la línea de Lorca a
Almería es una obra poco costosa y de mucho porvenir para su explotación. Esa
obra está ya bajo el estudio de poderosa entidad y no cabe dudar de su buen
deseo y decisión para emprender su realización, si nosotros, los que tanto
suspiramos por ella así lo queremos y para ello nos prestamos.
Este es el hoy que se nos ofrece; si somos buenos, vamos en busca del
mañana apetecido y tan risueño como ya deja verse.
B.B.
(El Eco de Levante, Garrucha, 14 de enero de 1900)
MAÑANA
En los primeros años del siglo XX
y en una apacible tarde de esas que continuamente se gozan en el Sur de España
y que hacen del territorio Andaluz el más encantador de los lugares, notábase
inusitado movimiento por las espaciosas calles de una linda población cuya
playa besan las ondas del Mediterráneo. Todo era allí alegría y los habitantes
de Garrucha manifestaban en sus semblantes que algo grande y de
trascendentales consecuencias esperaba
aquel día.
Todos lucían lo mejor de sus
galas, y en igual dirección caminaban en original y encantadora mezcla, lo cual
indicaba que el objeto de aquella fiesta era por todos deseado. La gente fue
arremolinándose alrededor de un elegante edificio, sito a corta distancia del
pueblo, y en pocos minutos vióse cubierto el campo de seres que demostraban
esperar con impaciencia, puesto que todas las miradas se dirigían al mismo
sitio. De pronto sonó un silbido agudo y de todas las bocas salió el frenético:
Ya viene.
Aún no se había perdido el eco que
produjo el sonido de aquel pito extraño, cuando gallarda y arrogante apareció
una hermosa locomotora adornada con flores de mil colores y profusión de
gallardetes, que […] a que les obligaba la rapidez con que caminaba aquel
monstruo. Tras de la máquina y arrastrados por ella venían infinidad de coches
por cuyas ventanillas asomaban sus cabezas los viajeros que los ocupaban. Una
estruendosa salva de aplausos acogió la llegada del primer tren que cruzaba la
línea de Lorca a Almería y al mismo tiempo resonaron los acordes de una banda
de música. Entre este contraste alegre de ruidos, quedó petrificada la
majestuosa máquina de vapor, y comenzó a salir de los coches un hormigueo
humano que acabó de cubrir el poco espacio de terreno que había libre. En la
portezuela de uno de los coches de primera dejó verse la figura de un hombre
cuya faz revelaba tanta emoción como entendimiento. ¡Viva Don Ivo Bosch!
pronunció una voz estentórea; ¡Viva! Contestaron mil voces con entusiasmo;
¡Viva! Repitió el eco, y ¡Viva! decían los pañuelos que se agitaban, los
sombreros que se alzaban, y los raudales de lágrimas que salían de todos los
ojos, que lloraban de alegría y de agradecimiento.
El tren, que había presenciado
idénticas manifestaciones en las estaciones que antes cruzara, continuó su paso
triunfal y cuando el rayo del Progreso siguió la luz del crepúsculo, y a ésta
la que producían potentes focos eléctricos colocados por todas las calles, la
algazara continuaba en Garrucha y se festejaba estrepitosamente el día feliz de
la regeneración de una extensa y hermosa comarca, que hasta entonces fue rincón
oscuro y falto de los más necesarios adelantos modernos.
Pasaron otros pocos años, y una
mañana, cuando los primeros fulgores del astro rey se dejaban ver por el horizonte,
caminaba yo hacia el muelle de Garrucha buscando al vapor cuya sirena había
dejado oír momentos antes su ronco sonido. En aquel buque venía un querido
amigo de la infancia, que volvía a su patria a los 30 años, y que en aquella
fecha habíase visto obligado a abandonarla para buscar en lejanas tierras lo
que le negaba la paralización del país donde nació.
Cuando aquella tarde, y de regreso
de presenciar el paso de un tren, paseábamos cruzando edificios de donde se
alzaban estrechas y largas pirámides que arrojaban bocanadas de humo, me decía
mi amigo: “He aquí a donde llega la constancia de los hombres y la buena
voluntad de los hijos de un país rico. Si cuando hace 20 años vino D. Ivo Bosch
a hacer el ferrocarril de Lorca a Almería, que es la base de la transformación
de este suelo, os hubieseis mostrado con él como con tantos otros que aún
recuerdo plantearon aquí negocios, no tendríamos la satisfacción de ver a
Garrucha convertida en importante foco comercial; no veríamos ahora aquella
rada bravía convertida en puerto, ni advertiríamos que en los locales que antes
fueron centro de vicio y depravación, campea ahora el movimiento industrial
albergando y alimentando centenares de familias. Los pueblos que de inertes se
transforman en laboriosos y trabajan por su engrandecimiento, consiguen lo que
vosotros habéis logrado: Hacer de un país miserable, una inagotable fuente de
riqueza”.
B.B.
1º Enero de 1920.
(El Eco de Levante, Garrucha, 29 de enero de 1900)
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