jueves, 24 de mayo de 2018

La flor que tronchó la gripe española en Garrucha



María Fuentes Berruezo. Hacia 1917
Extraída del libro Memoria Fotográfica de Garrucha (1838-1936). Vol. III
Autor Juan Grima Cervantes
Hace unos días el periodista de La Voz de Almería, Manuel León, nos tributaba un fantástico artículo titulado “Cuando Almería se tiñó de luto”, alusivo al centenario de la gripe española de 1918 y cómo afectó esta epidemia a Almería, donde la parca segó la vida a más de 1400 personas.

En Garrucha perecieron aquel fatídico otoño de hace 100 años alrededor de 200 personas. El 5% de su población cayó víctima de la gripe española, siendo considerada hasta la fecha la peor epidemia que ha asolado al municipio en su Historia. La muerte llegó a todos por igual, ricos y pobres sucumbieron, aunque una de las muertes más sonadas, por su trascendencia en la alta sociedad garruchera, fue la de María Fuentes Berruezo, hija del rico comerciante del esparto don Simón Fuentes Caparrós y doña Concha Berruezo Gerez, que falleció el 2 de octubre de 1918 a la temprana edad de 23 años. La prensa de Almería recogió así tan trágica noticia:

María Fuentes Berruezo

El pueblo de Garrucha está de luto en estos días; momentos de amargura sin igual atraviesa en la actualidad, pues ha perdido un ángel, todo hermosura y bondad.
María Fuentes, como cariñosamente todos la llamábamos ha muerto, ¡y cómo ha muerto! Cuando sobre sus sienes resplandeció la corona de la belleza y la juventud, a esa edad que todo nos sonríe con mágicos destellos y en que esa visión fascinadora de venturas fantásticas nos priva de describir las negruras del inacabable calvario de la vida.
¡Quién podía creerlo que la hermosa joven que ha bajado a la tumba, flor exuberante de peregrina belleza, dechado de bondad y candor, encantadora azucena que embriagaba de placer y felicidad el hogar venturosos de sus padres no había de tardar en ser tronchada despiadadamente por la guadaña feroz de la horrible Parca!
¡Y cuán grande es la decepción que de mí, devoto admirador de las gracias de María Fuentes, se apodera en estos momentos de pena cuando intento expresar con mi humilde péñola la magnitud sublime del dolor! No, no es posible; estos sentimientos son tan grandes que mi espíritu cae rendido y anonadado; solamente siento que unas lágrimas humedecen mis pupilas, triunfando al fin la emoción que viene a estrangular a la voz humana. Lloremos, sí, ante la tumba de maría, que cual rutilante estrella cruza las regiones de este mundo, alejándose de nosotros para sepultarse en los arcanos de la eternidad.
Nos parecía un sueño, no lo podíamos creer. La veíamos sobre el ataúd y figurábasenos que no, que aún vivía pues aquella angelical sonrisa suya posábase en sus helados labios. Es que María Fuentes no debía morir, no podía morir. Mas pronto la realidad, la desesperante realidad sacudió terriblemente con sus zarpazos nuestro espíritu, despertándonos de aquella ficción, dulce y consoladora. Había llegado el momento del sepelio; una multitud inmensa acudía, llorosa y amarga a aquel hogar que la distinguida finada alegró con sus excepcionales encantos y… vimos descender sobre las escaleras de la suntuosa morada un blanco y artístico féretro, al propio tiempo que allá, en las intimidades de aquella casa unos padres infortunados y unos hermanos desconsolados revolvíanse en los espasmos de la desesperación y el dolor. ¡Oh, qué triste es morir! ¡Cómo se sobrecoge el espanto y el alma humana ante la filosofía del dolor!
Mas dejemos a un lado estas amarguras digresiones, y digamos algo sobre el sepelio. Aquí la pluma se resiste a hacer la descripción de este pues ello toca los límites de lo imposible.
Baste con decir de esta población no quedó nadie que no acudiera a rendir el último tributo a la simpática finada. Por él desfiló Garrucha toda, confundidas todas las clases sociales, no dejando de lucir su presencia en tan triste acto, esa desventurada falange humana, desheredada de la fortuna, que con honda pena veía alejarse para siempre el cadáver de su protectora.
La inclemencia del tiempo no impidió que de los pueblos comarcanos viniesen numerosas personalidades; entre ellas vimos al Diputado a Cortes por Almería don Manuel Giménez Ramírez, Diputados provinciales don Luis Giménez Canga-Argüelles y don Francisco Ferrer, Senador del Reino señor Soler y Soler, Alcalde y Secretario del Ayuntamiento de Vera, don Miguel González y don José Ruiz Ramírez, ex-alcalde de Cuevas, señor García-Alix y otras muchísimas más que de todas partes vinieron para rendir merecido homenaje a la distinguida finada.
La presidencia del duelo la constituían el banquero don Francisco Fuentes, el Alcalde de Garrucha don Pedro Berruezo y don José Fuentes, y las cintas fueron llevadas por los jóvenes don Miguel Soler, don José Fuentes, don Carlos Chasserot, don Antonio Fuentes y los Abogados don Ambrosio López Giménez y don Federico López Berruezo.
Muy de veras nos asociamos a la justísima pena que embarga al opulento banquero don Simón Fuentes y doña Concha Berruezo, padres de la malograda finada, por la desgracia que les acongoja, y rogamos al Señor otorgue a ellos, así como a sus afligidos hermanos toda suerte de resignación ante tan doloroso trance.
Y que el Todopoderoso haya acogido en su seno Santo el alma de la hermosa y simpática María Fuentes, cuya muerte ha cubierto de luto por mucho tiempo al pueblo de Garrucha.
José HERNÁNDEZ CASADO
Carboneras, 4-X-1918
(Diario de Almería, Almería, 8/10/1918)
Y entre flores descansa la dulce Mariquita en el Panteón familiar; en su artística lápida lucen talladas margaritas, símbolo de la inocencia y la pureza de la finada, así como una compungida mujer con velo, en la parte central, que sostiene en su mano una flor de pensamiento, también conocida en el arte funerario como la flor de nomeolvides, vinculadas a personas que murieron en su juventud y que alude a que siempre será recordado el fallecido. Un siglo después de su óbito todavía se ha cumplido ésto con la publicación de este artículo. Sean estas líneas en su memoria.


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