martes, 4 de octubre de 2016

Las amas de cría, las segundas madres


El oficio de nodriza o ama de cría quizá sea uno de los más antiguos del mundo. Nació de la imposibilidad de ciertas madres de amamantar por ellas mismas a sus hijos o simplemente porque éstas preferían dedicarse a otros menesteres, pues ya se sabe el refrán popular: “el parir embellece y el criar envejece”. Por ello, siempre hubo mujeres lactantes dispuestas a alquilar sus senos.

Fue una profesión tradicionalmente vinculada a la realeza o la nobleza, que se extendió a mediados del siglo XIX con el surgimiento de una burguesía acaudalada que veía en esto un signo de estatus social.

En el levante almeriense, con el boom de la minería a partir de 1838 y el rápido enriquecimiento que tuvieron algunas familias, fue un oficio demandado. A tal punto de requerimiento llegaron las amas de cría que muchas de ellas se anunciaron en la prensa.

Las nuevas familias pudientes, a imitación de la aristocracia, se pintarán retratos, se construirán casas-palacios, tendrán personal de servicio y sus hijos serán atendidos por amas de cría e institutrices, como muestra del poderío económico conquistado.

El perfil de las amas de cría en la costa levantina solía ser mujeres sanas de estrato proletario, de edad comprendida entre los 19 y 26 años, de moralidad contrastada, con varios hijos criados y otros en edad de amamantar que anunciaban su fertilidad y la bondad de su leche.

Nota publicada en el periódico El Eco del Mediodía (Almería, 27/10/1864)
Ejemplo de anuncio de ama de cría publicado en el periódico
La Crónica Meridional (Almería, 27/9/1891)
Ejemplo de anuncio de ama de cría publicado en el periódico
La Crónica Meridional (Almería, 4/1/1882)

En Garrucha, donde las 2/3 partes de la población pertenecía al Cuarto Estado, era una buena salida profesional para muchas mujeres necesitadas. Si lograban ser contratadas, recibían salario, ropas, alojamiento, manutención y, normalmente, quedaban internas, por lo que también se les solía dar trabajo a sus maridos. Su cometido no se ceñía exclusivamente a dar el pecho a los recién nacidos, sino también a cuidarlos, dar paseos con ellos, etc. Asimismo, si la familia viajaba, ella también iba formando parte del cortejo de criados.

Quizá la ama de cría más famosa que trabajó para la familia Berruezo, pues su nombre ha perdurado con cariño hasta nuestros días, fue Luisa, que ayudó a Dña. María del Mar Gerez Segura en la crianza de los pequeños Berruezo Gerez. De carácter amoroso con los niños, fue muy querida tanto ella como su marido, que trabajó en las haciendas familiares. Tan estrecha vinculación acabó teniendo que incluso varios de sus propios hijos fueron apadrinados por los Berruezo, algunos de los cuales continuarían, años más tarde, vinculados a la familia. 

Sirvan estas líneas en homenaje y reconocimiento a todas ellas.


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