sábado, 6 de febrero de 2016

D. Diego Burruezo Ayora (1810-1874). Parte I


Don Diego Burruezo Ayora nació en Vera (Almería) el 4 de diciembre de 1810. Era hijo del militar, hacendado, Cabo del Resguardo y héroe de la Guerra de la Independencia, Don Cleofás Burruezo de Aro y Doña Juana Ayora Guevara, hija del veterano militar y empleado de la Real Hacienda D. Fernando Ayora Mellado.

Vino al mundo en una época difícil, en plena Guerra de la Independencia. Era un momento delicado, su padre combatía con furia española a los pérfidos gabachos a través de las escarpadas Sierras de la Andalucía Oriental, mientras su madre, sufrida esposa, sacaba adelante a una extensa prole con el continuo temor de que los franceses prendieran o mataran a algún miembro de la familia como escarmiento si descubrían que el patriarca era un destacado patriota contra el invasor francés.

Terminada la Guerra de la Independencia en 1814 y vuelta la aparente normalidad a España, Don Diego se crio en el seno de una familia acomodada, ya que los Berruezo disfrutaba de una posición holgada con tierras en Turre, Bédar, etc.

Caballería de Línea en 1830
El 27 de marzo de 1830, a los 19 años, fue quintado por el Ejército, sentando plaza el 21 de agosto como soldado en el Regimiento de Caballería 1º del Rey de Línea. Fue el inicio de una fulgurante carrera militar que le llevará a la oficialidad y a ser hombre de confianza y gran estima para sus superiores.

El 29 de septiembre de 1833 moría Fernando VII, uno de los monarcas más denostados por la Historiografía. Su muerte dio inicio a un problema sucesorio que derivaría en una cruenta guerra civil entre los partidarios de Isabel, la hija del soberano fallecido, y el hermano de éste, Carlos María Isidro, que no aceptaba la Pragmática Sanción de 1830 por la cual su sobrina sería la nueva Reina. Se enfrentaron las dos Españas, pasado frente a futuro, la tradición frente al progreso, los absolutistas de Carlos frente a liberales de Isabel.

Cruz de Isabel II
Nuestro biografiado se encontraba desde 1832 en Valencia sirviendo con su Regimiento cuando España estalló por los aires. Daba comienzo la Primera Guerra Carlista (1833-1840).

En 1834, Don Diego Burruezo ostentaba ya galones de Sargento 2º de la 2ª Compañía del Regimiento de Caballería de Línea 1º del Rey. Además lucía sobre su pecho la Cruz de Isabel II, conocida oficialmente como Cruz de María Isabel Luisa. Esta condecoración fue establecida por Fernando VII mediante el Real Decreto de 19 de marzo de 1833 y se instituía por el deseo del Monarca de “dar a las tropas de todas las Armas de mi Ejército y las de mi Real Armada, en la solemne y fausta ocasión de la jura de mi muy querida Hija primogénita, como Princesa heredera de la Corona, a falta de varón, una muestra de mi real benevolencia y del aprecio que me merecen las continuas e inequívocas pruebas que recibo de su acendrado amor y lealtad a mi real persona, a la de la Reina, mi muy cara y amada Esposa, y a los legítimos derechos de mi directa descendencia”.

En junio de 1835 se encontraba ya sirviendo en campaña con su Regimiento en Castilla la Vieja. El 19 de agosto de dicho año se halló en la importante acción de Almarza (Soria), donde sirviendo a las órdenes del Coronel Mir derrotaron a las tropas carlistas del afamado Cura Merino.

A finales de enero de 1836 pasó a servir encuadrado en el Ejército del Norte, participando en todas las acciones que efectuó este contingente. Se halló en el memorable levantamiento del Sitio de Bilbao de 1836, distinguiéndose sobremanera por su valor, arrojo y fuerte compromiso con la causa liberal en los meses que duraron las operaciones militares, que propiciaron el nuevo fracaso carlista por conquistar la capital vizcaína. Tanto fue así que las Cortes declararon a D. Diego Burruezo Ayora Benemérito de la Patria el 14 de enero de 1837, esto es la consideración de Héroe Nacional en recompensa por los servicios extraordinarios en favor de España que desarrolló en el levantamiento del dicho Sitio.

Medalla conmemorativa del Sitio de Bilbao de 1836
(http://www.acsearch.info/search.html?id=1511569)

Asimismo, se halló en la acción de Aránguiz en diciembre de 1836 y juró “la Constitución política de la Monarquía”, de acuerdo con el Real Decreto de 14 de Agosto de 1836 por el cual la Reina Regente establecía la Constitución de 1812.

D. Baldomero Espartero
El 10 de marzo de 1837  D. Baldomero Espartero, General en Jefe del Ejército del Norte, salió de Bilbao en dirección hacia Durango. En el camino, en los altos de Santa Marina, en las inmediaciones de Galdácano, se topó con un grueso contingente carlista bien atrincherado y dispuesto a cortarle el paso al bravo general isabelino. Espartero, confiado en la bravura de sus hombres, entre los que se encontraban Don Diego Burruezo, decidió lanzarse a combatir temerariamente para abrirse camino. Al frente de la vanguardia marchó el General presto a derrotar a “los enemigos de la libertad”. Espartero, herido en el brazo, consiguió desalojar a los carlistas de las alturas de Santa Marina, replegándose éstos a Galdácano, donde serían nuevamente derrotados. Don Diego Burruezo, que se distinguió notablemente en estas acciones fue felicitado y ascendido, sobre el campo de batalla, a Sargento 1º por el mismísimo Espartero. Este gesto de consideración hacia su persona, impactaría enormemente a Don Diego y años más tarde bautizará a su primer hijo varón con el nombre del insigne general liberal.

Dos meses más tarde, el 15 de mayo, Don Diego Burruezo, a las órdenes de Espartero, participó en la importante toma de Hernani, donde unos derrotados carlistas se retiraron a la línea de Andoain, evacuando Oyarzun, y dejando a su suerte a Irún y Fuenterrabía. Asimismo, el 3 de octubre de 1837 se halló en la acción de Alcanadre, donde hirieron a su caballo.

A finales de abril de 1838 pasó a la 6ª Compañía por disposición de su Jefe.

El 16 de Febrero de 1839 Su Majestad la Reina tuvo a bien nombrarlo Alférez de la 2ª Compañía del Regimiento Navarra 7º de Caballería Ligera y pasó a prestar servicio de campaña encuadrado en el Ejército de Cataluña.

El 20 de enero de 1840, a las órdenes del General D. Jaime Carbó, participó en la conocida acción contra los carlistas en las breñas de las Timbas, donde fueron derrotados tres mil infantes y más de un centenar de jinetes enemigos. Algo más de un mes más tarde, en la noche del 10 al 11 de marzo se halló en el ataque por sorpresa que hicieron los isabelinos a la población de Alpens (Barcelona), lugar de las oficinas de intendencia, reparto y cobro de contribuciones, juzgado, gobierno militar y factorías carlistas. Todo fue confiscado o destruido por los liberales, ocasionando un gran daño al carlismo.

Lancero carlista abatiendo jinete isabelino
Asimismo, Don Diego Burruezo se halló en la importantísima Batalla de Peracamps, desarrollada en los días 24, 26 y 28 de abril de 1840. Este combate fue el más importante que se desarrolló en toda la Primera Guerra Carlista en Cataluña y enfrentó a un gran contingente de hombres por ambos bandos. Esta decisiva victoria liberal sentenció definitivamente la derrota de los carlistas en la guerra y no hubiera sido posible sin la formidable, valiente y temeraria actuación de los 700 jinetes de la caballería isabelina que demostraron su bravura. Nuestro biografiado se distinguió de manera sobresaliente en esta batalla al mando de su Compañía. Incluso fue muerto su caballo en el fragor de la batalla, lo que no medró la valentía de Don Diego, ya que persiguió y acosó sin descanso, en los meses siguientes, a los carlistas hasta expulsarlos a Francia. Su sobresaliente actuación en la Batalla de Peracamps le valió el ascenso a Teniente de manos del Capitán General de Cataluña, D. Antonio Van Halen.

Desde finales de julio de 1840 permaneció en los cuarteles de Gerona y Barcelona, haciendo los servicios de su clase.

Finalmente, terminada la Primera Guerra Carlista, fue baja en el Ejército el 30 de noviembre de 1841 por haber sido nombrado, el 27 de octubre, Oficial 9º de la Administración de Correos de Barcelona. Concluía así más de 10 años al servicio de España con las armas, defendiendo, con riesgo constante de su vida, el progreso y la causa liberal en el país.

[Continuará]


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