jueves, 17 de septiembre de 2015

Pi y Margall en El Eco de Levante de Garrucha


Cabecera del periódico semanal El Eco de Levante de Garrucha

El Eco de Levante fue un periódico garruchero de tendencia republicana que se editó por segunda vez en el municipio desde el 3 de agosto 1899 hasta el 23 de abril de 1903. Era un semanario de cuatro páginas en las que se abogaba firmemente por la realización de los tres proyectos principales y necesarios para la regeneración de Garrucha: la construcción del ferrocarril de Lorca a Almería, el canal del Almanzora y la carretera de Garrucha a los Gallardos. También se trataban temas de agricultura, comercio, minería, literatura y sociedad. La cuarta página estaba destinada a anuncios de publicidad comercial. 

En su segunda andadura, El Eco de Levante estaba dirigido por el ilustrado D. José Bueno Cordero y contaba con D. Antonio Lacal Montenegro (médico titular de Garrucha), D. Pedro Gea López-Teruel (médico y comerciante) y D. Bernardo Berruezo Gerez (comerciante y consignatario de buques) como redactores, además de contar con colaboraciones esporádicas de diversa autoría.

D. Bernardo Berruezo Gerez
Col. José Berruezo García
Cortesía Juan Antonio Garcia Berruezo
El tinte republicano del periódico es evidente, en él se recogieron diversos artículos de esta ideología y sus redactores se mostraron críticos con el bipartidismo de los partidos políticos tradicionales, es decir, con el conservador y el liberal. Además, es bien conocida la pertenencia de, por ejemplo, D. Pedro Gea y D. Bernardo Berruezo a partidos republicanos, siendo este último el joven garruchero que acaudilló este movimiento en el municipio entre los más jóvenes, destacando su aguerrida lucha periodística contra las injusticias sociales y económicas que se cernían sobre Garrucha y su comarca. Estos republicanos defendían firmemente, porque lo creían, que sólo a través de la República podría redimirse y regenerarse la Patria, para así resurgir de sus cenizas tras el Desastre del 98.

A lo largo de su emisión en El Eco de Levante se recogieron diversos artículos sobre Pi y Margall tras su muerte, con el que debieron simpatizar ideológicamente tanto el Director como los redactores del citado periódico. A continuación se recogen una muestra de ellos.

A la muerte de D. Francisco Pi y Margall en noviembre de 1901, escribió la redacción:

PI Y MARGALL
¿Qué vamos a decir nosotros, pigmeos, en alabanza de aquel hombre insigne?
Todos han dicho que fue tan virtuoso y tan sabio como modesto, tan austero como amante de la Patria. Buen hijo, buen padre, buen esposo y buen patricio.
Se realzan sus virtudes, pero no se han imitado. Su gran espíritu flota sobre su amada España. ¿Dejará apóstoles entusiastas que propaguen sus ideas y sus sentimientos, para esculpirlos en muchos corazones? Si así fuese, su muerte redimiría la Patria.
(El Eco de Levante, Garrucha, 8 de diciembre de 1901)
Unos meses más tarde de la noticia de su muerte, se publicó una nota con motivo de la donación de la biblioteca personal de Pi y Margall que realizó su viuda a la Biblioteca Nacional, dando así cumplimiento a su disposición testamentaria.

Patriota
El insigne Pi y Margall, no sólo no cobró durante su vida la cesantía de Ministro, sino que para después de su muerte dejó ordenado que sus libros se donaran a la Biblioteca Nacional, a donde su viuda acaba de entregar infinidad de tomos, que tienen gran valor por su rareza y por su mérito.
Compárese esta conducta con la de tantos hombres inútiles y ambiciosos que suben a la gobernación del Estado por la cuenta que les tiene, y suelen salir de allí sin haber hecho nada provechoso para la Nación, pero sí para ellos y los suyos, gravando más la situación del Tesoro y la del contribuyente.
(El Eco de Levante, Garrucha, 31 de marzo de 1902)
En octubre de 1902 rememoraron el aserto de Pi y Margall sobre los caciques, esa lacra que bajo coacción condicionaba el voto y las circunscripciones electorales en los pueblos:

Los Caciques
Son unos perturbadores, que mienten patriotismo y nunca lo tienen; hablan de ideas, y no fueron jamás capaces de concebirlas. Cambian, porque así lo exige la salud de la República, y es por querer arrimarse al que creen más cerca del Gobierno. Peste de la Nación y carcoma de los partidos, todo hombre honrado debiera de negarles la mano. Su atrevimiento es tal, que sólo es igual a su ignorancia; la corrupción que traen al país sólo es compatible con la venalidad de sus almas y la depravación de sus corazones. ¡Ah! Mientras no nos deshagamos de esa funesta plaga, no esperemos para esta pobre nación ni felicidad ni sosiego.
F. Pi y Margall
 (El Eco de Levante, Garrucha, 31 de octubre de 1902)
Asimismo, recordaron en la edición de El Eco de Levante de 31 de enero de 1903 una historieta del ilustre republicano donde se atisba de manera clara su ideología.

EL SOLDADO Y EL HOMRE-HUMANIDAD
Salió el hombre de la ciudad al amanecer de un claro día, y se sentó una piedra que dividía dos campos a la orilla del camino.
Y acertó a pasar por allí un soldado, cubierto de polvo y rendido de fatiga.
     ¿A quién defiendes? — le preguntó el hombre.
     A Dios y al Rey, — le dijo.
     Dios está en ti y tú en Dios, — repuso el maestro.
     Tu rey eres tú mismo. Defiende en adelante al hombre. Si mañana vieres a tu hermano en poder de bandidos, no dejarías, de seguro, sosegar tu espada. La desnudarías y cerrarías sobre ellos sin pensar que tu vida estaba en peligro. Todos los hombres son tus hermanos, y todos padecen violencia; ¿cómo sigues aún puesta la mano en la guarda de tu empuñadura? No atiendas a la ley escrita en tus ordenanzas, sino a la escrita en tu conciencia. No des importancia a esa materia, sino al alma.
La muerte es la transfiguración de la vida: tu espíritu  es eterno y vive eternamente en el hombre. Mueres por ti, muriendo por tu hermano: por ti viertes tu sangre, cuando la viertes por los que han de ser. Para el cuerpo hay generaciones, no para el espíritu.
     Nadie, señor, padece más que yo violencias, — contestó el soldado, — ¿dónde están los que han de emanciparme?
     ¡Señor! — repuso el hombre — tú eres tu señor y tu Dios, cualquiera que se llame tu señor es tu tirano. El hombre no puede ser más que el hombre, porque le anima un mismo espíritu, y el espíritu es Dios, y por el espíritu somos hombres.
Estás en la verdad, joven soldado; nadie padece más que tú violencia. El rey extiende sobre ti su mano; el coronel su bastón; el capitán su espada; hasta el cabo extiende sobre ti su vara.
Y pesa sobre ti una ley de sangre, una palabra, un gesto, una mirada, te conducen al cadalso. Mas tú dispones de armas; tú cuantos sufren bajo el mismo yugo. ¿Cómo las blandes contra un pueblo inerme y no las vuelves contra sus verdugos?
Suena un grito y hombres a medio armar se lanzan a la calle y retan a ejércitos y reyes. Estás tú armado y te asustas de tu sombra.
El pueblo te tiende siempre la mano; ¿por qué la rechazas?
Tres tiranos doblan la frente de los hombres. Descansan los tres sobre tus armas, retíralas y… cayeron y vinieron a gran ruina. Y yo te restituiré luego al seno de tu familia y de tu pueblo, de donde no te arrancarán ya, ni a tus hijos, ni a los hijos de tus hijos. Y si vives serás emancipado, y lo serás si mueres.
Calló entonces el hombre y siguió el soldado su camino. ¡Pobre soldado!
F. Pi y Margall
(El Eco de Levante, Garrucha, 31 de enero de 1903)
Tras esto cabe preguntarse, ¿quién era Pi y Margall? ¿Cuál fue el ideario de este célebre republicano español que cuenta con calle en Garrucha?

D. Francisco Pi y Margall
Don Francisco Pi y Margall nació en Barcelona el 20 de abril de 1824 en el seno de una familia humilde. Joven con inquietudes culturales e intelectuales, estudió la carrera Derecho y se doctoró en Madrid en 1847. Dado los escasos recursos económicos de su familia, se costeó sus estudios dando clases particulares y escribiendo algunos artículos en la prensa sobre crítica teatral y literaria. Además, estuvo trabajando un tiempo como empleado de banca.

Durante su juventud y época universitaria sintió especial atracción por la política. Así pues, a los 25 años de edad, se afilió al Partido Demócrata, al considerarlo más cercano a su forma de pensar que los partidos dinásticos imperantes en la naciente constitucionalidad del periodo isabelino. Pronto sobresaldría en el citado Partido, dada su oratoria y ambición ideológica, siendo muy popular entre las filas demócratas más apasionadas, donde ya empezaba a definirse claramente como republicano.

En 1854 participó activamente en la Revolución que dio paso al llamado Bienio Progresista y llegó a ser candidato a Diputado a las Cortes Constituyentes ese año. Su fama y prestigio político iban creciendo al mismo ritmo que la crítica de progresistas y ciertos sectores de su partido, al considerar su pensamiento inflexible o radical.

A lo largo de los años 50 el ideario de Pi y Margall ya estaba constituido por tres pilares fundamentales: un republicanismo federativo, un marcado anticlericalismo y un socialismo muy manifiesto, ya que su preocupación por los problemas y miserias de la clase obrera fue siempre notoria a lo largo de su vida.

El 22 de junio de 1866 tomó parte en la llamada Sublevación del Cuartel de San Gil, una fracasada sublevación auspiciada por progresistas y demócratas con el objetivo de derrocar la Monarquía de Isabel II. Tras la fallida revolución, Pi y Margall huyó a Francia donde estuvo empapándose de la filosofía de Proudhon y el pensamiento positivista de Comte.

Tras el triunfo de La Gloriosa en 1868, regresó a España y fue elegido Diputado a las Cortes Constituyentes. Asimismo, a finales de ese año, fundó junto a otros destacados miembros demócratas el Partido Republicano Federal.

En los primeros años del Sexenio Revolucionario defendió la vía republicana y criticó ferozmente a la facción Progresista y a los benévolos del Partido Democrático que apoyaron la Monarquía democrática de Amadeo I. Asimismo, asumió el complicado liderazgo del republicanismo español, aunque siempre le fue disputado dado lo heterogéneo de esta ideología y los fuertes personalismos políticos que existían en las filas republicanas (Castelar, Figueras o Salmerón, por ejemplo).  

El ideario político de Francisco Pi y Margall en esta época se articulaba en los siguientes postulados:

  1. Instauración de la República Federal en oposición a la Monarquía y al republicanismo centralista.
  2. Programa amplio de reformas sociales y defensa a ultranza de la desvalida clase obrera.
  3. Apuesta por la vía legal para llevar a cabo su programa político y alejamiento de las posturas insurreccionales o violentas como instrumento político para el acceso al poder.
  4. Pese a lo plural de la ideología republicana, abogaba por la unificación del republicanismo en toda España en torno a un fuerte Partido Republicano Federal.

Finalmente, los anhelos republicanos se vieron hechos realidad tras la renuncia de Amadeo I al trono y la proclamación de la I República Española el 11 de febrero de 1873. Esta primera aventura republicana apenas duró 11 meses y en ella se sucedieron cuatro presidentes. Fue un periodo muy convulso en el que la integridad territorial de España estuvo en tela de juicio.

Alegoría de la I República Española
El primer presidente de la recién instaurada República fue Estanislao Figueras, siendo Pi y Margall su Ministro de Gobernación. Los grandes problemas internos del país y las desavenencias entre los propios republicanos hicieron que Figueras renunciara a la Presidencia a los cuatro meses. Tras esto, D. Francisco Pi y Margall fue elegido nuevo Presidente del Poder Ejecutivo el 11 de junio de 1873. Bajo su mandato, anunció un ambicioso programa de reformas como la separación Iglesia-Estado, la abolición de la esclavitud, enseñanza obligatoria y gratuita, reducción de la jornada de trabajo, limitación del trabajo infantil, reparto de tierras entre colonos y arrendatarios, etc. También impulsó y defendió a ultranza el proyecto para dotar a la naciente República Española de una Constitución Federal.

Dada la precaria situación política de España, su proyecto federal quiso realizarlo de arriba a abajo, al contrario de lo que siempre había promulgado. Defendía ahora una República Federal proclamada por el Congreso y el Senado de las Cortes Constituyentes. Sin embargo, los acontecimientos no marcharon como quiso y diversas regiones, provincias e incluso municipios se erigieron motu proprio en cantones independientes, motivado por las federalistas intransigentes ante lo lento que resultaba el trámite burocrático para el federalismo propuesto por el gobierno central. 

El movimiento cantonal supuso un enorme problema para el devenir de la I República y la España de su época; la Nación se veía inmersa en una peligrosa inercia de constitución de múltiples "reinos de taifas" rebeldes al poder de Madrid. Estos acontecimientos sobrepasaron a Pi y Margall, que recibió las críticas de los sectores más conservadores, de los unitarios y del ala izquierda más radical.  Los primeros le acusaban de ser el inspirador del cantonalismo por su tradicional prédica federativa de abajo a arriba, los segundos no comulgaban con el federalismo, ya que veían peligrar así la integridad de la Patria, y los terceros le recriminaban no haber gobernado por decreto y proclamado la República Federal.

Caricatura sobre la dicotomía entre República Federal o Unitaria

Don Francisco Pi y Margall, desbordado por la situación en la que se veía inmersa el país, presentó su dimisión el 18 de julio de 1873, apenas hacía un mes que se había hecho cargo de la Presidencia del Gobierno de la República. En esos momentos España se desangraba de manera galopante en tres frentes principales: la Guerra de los Diez Años en Cuba, la Tercera Guerra Carlista y la insurrección cantonal con bastiones tan fuertes como el de Cartagena.

Tras la marcha de Pi, asumieron sucesivamente la Presidencia de la República, Salmerón y Castelar. Este último, republicano centralista, gobernando por decreto, suspendiendo las garantías constitucionales y disolviendo las Cortes hasta el 2 de enero de 1874, trató de poner fin enérgicamente a los problemas del país. No obstante, esta actitud le costaría la Presidencia de la República por la fuerte oposición de los federalistas y perdió la moción de confianza en la apertura de las Cortes la noche del 2 de enero. Finalmente, como consecuencia de la gran inestabilidad política del país, en la madrugada del 2 al 3 de enero de 1874, mientras debatía el Congreso el nuevo nombramiento del Presidente del Poder Ejecutivo de la República, el General Pavía dio un golpe de Estado en la Cámara Alta. Tras esto, se constituyó la República unitaria del General Serrano, que acabaría con el pronunciamiento en Sagunto (Valencia), el 29 de diciembre de 1874, del General Martínez Campos a favor de Alfonso XII; ésto supuso la Restauración Borbónica y vuelta a la Monarquía Constitucional en España. Se inició con el reinado alfonsino un periodo de estabilidad y paz hasta entonces desconocidos en España.

Pi y Margall, tras el fracaso de la República y la vuelta de la Monarquía, se retiró de la política activa en un primer momento, retomando su labor periodística. No obstante, no abandonó sus ideas y siguió defendiendo la vía federal dentro del republicanismo, hecho que le costaría un cierto aislamiento ideológico, ya que la mayoría de los republicanos, ante la lamentable situación que había vivido el país durante la revuelta cantonal, adoptaron posturas centralistas en torno a la figura política de Emilio Castelar, principalmente.

Caricaturas a las políticas pimargalianas publicada en el semanario Las Moscas
(https://c1.staticflickr.com/3/2274/2092393075_59e17c02e8_b.jpg)


Pi y Margall
En 1886 regresó como Diputado al Congreso, permaneciendo como tal durante los años 90 defendiendo su ideario. Durante la Guerra de Cuba de 1898 se manifestó contrario a la dicha contienda bélica contra los Estados Unidos, modelo de República Federal, criticando ferozmente el militarismo y patrioterismo imperante. Asimismo, propugnó la independencia de las provincias españolas de ultramar. Esta actitud en un momento de éxtasis patriótico le arrebató mucha popularidad entre el pueblo español. 

En sus últimos años de vida, tuvo más prestigio como pensador y filósofo que éxito político. Finalmente, Pi y Margall, padre del republicanismo federativo en España, falleció en Madrid el 29 de noviembre de 1901, a la edad de 77 años. Su muerte fue sentida, dada lo respetada que fue su singular figura en los círculos políticos de España. Un periódico afirmó a su fallecimiento: "será eternamente admirado allí donde haya hombres que abominen de la guerra y de la injusticia social, de la tiranía, de la desigualdad de clases, y que tengan por ideal la paz y el amor al prójimo. El amor santo que un día reconciliará las razas y las naciones en una federación universal".


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