domingo, 27 de septiembre de 2015

Historia antigua de Garrucha I


Vista panorámica de Garrucha hacia 1900. Fotógrafo: F. de Blain
(http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6217&fullsize=1)

D. Bernardo Berruezo Gerez
Col. José Berruezo García
Cortesía Juan Antonio García Berruezo 
La edición del 30 de noviembre de 1901 del periódico El Eco de Levante de Garrucha fue el punto de partida de una serie de artículos de colaboración, diez en total, que narraban la Historia de Garrucha desde los tiempos de los Reyes Católicos hasta la época de Felipe II, es decir, desde finales del siglo XV hasta mediados del siglo XVI. Era un tiempo en que el municipio como tal no existía todavía sino que era una porción de costa anhelada y cuestionada por veratenses y mojaqueros. El autor de estos artículos fue un erudito historiador que firmaba sus crónicas con el enigmático pseudónimo de Rudericus.

Todos los artículos fueron dedicados a Don Bernardo Berruezo Gerez, ya que éste, conocedor de que el ducho cronista sabía esta parte de la Historia antigua del municipio, animó encarecidamente al autor a que lo difundiera en el periódico del que D. Bernardo era redactor y cofundador. Sin lugar a dudas, constituyen una fuente de primer orden para conocer las vicisitudes garrucheras en esa época temprana de tensión y lucha entre los habitantes de Mojácar y Vera, que resolvían sus disputas en la llamada Torre de La Garrucha. Antiguamente existía en Garrucha una torre o atalaya nazarí que fue usada como lugar de reunión por los representantes públicos de los municipios comentados para solventar sus desavenencias. Los restos de esta construcción musulmana desaparecieron en torno a 1865, cuando sus materiales fueron usados en la edificación de la Iglesia Parroquial de San Joaquín. 
Ejemplo de Torre Nazarí (Huércal-Overa)

Estos artículos siguen siendo, por su calidad histórica, una fuente recurrente para los historiadores y estudiosos actuales que quieran conocer esta parte pretérita de la historia local de la villa. Estos escritos fueron consultados, por ejemplo, por D. Ramón de Cala y López y D. Miguel Flores González-Grano de Oro para la elaboración de su mítico libro "Historia de Garrucha" publicado en 1921.

Indiscutiblemente, a Don Bernardo Berruezo se le debe que hoy día Garrucha pueda contar con esta parte de su historia antigua, ya que, quizás, de otra manera el erudito se hubiese ido a la tumba sin compartir su conocimiento. No era la primera vez que D. Bernardo inducía a escritores a la publicación de sus obras, conviene recordar que fue uno de los que más influyó en que su buen amigo, el célebre poeta D. José Durbán Orozco, publicara su libro "Tardes Grises", obra que encumbró en Almería al poeta salmantino afincado en Garrucha.

DE COLABORACIÓN
EL CASTILLO DE GARRUCHA
A Bernardo Berruezo
Me pide usted, amigo Bernardo, con bastante insistencia algo para EL ECO DE LEVANTE, y aunque yo de joven (ya voy para viejo y me sirve de consuelo el ver tan caído a Lacal) echaba mis ratos de periodista, murieron aquellas aficiones, y no hay ahora fuerzas humanas que me hagan escribir para el público. ¡Se escribe hoy tanto y mal! ¿A qué contribuir yo con mi literatura a esta desgracia? Pero en fin, por complacer a usted, y a la vez por ver si puedo llegar a ser un Córcholis (colaborador de El Eco de Levante con ese pseudónimo) para que Gea me quiera, allá van estas líneas, que me parece han de agradar por los hechos que voy a referir, ocurridos en el llamado Castillo de la Garrucha hace la friolera de más de cuatrocientos años. Ahí es nada, hablar de cosas de Garrucha de hace cuatro siglos y pico. Todo no va a ser hablar del mitin de Vera y de los viajes de Bueno a Andalucía; conviene en el periodismo que haya variedad. Vamos al caso.

Los pueblos de Vera y Mojácar son los más antiguos de todas esta comarca. Mojácar fue siempre villa, Vera ciudad, y entre unos y otros habitantes había casi a diario, por los años 1490 a 1498, no pocos disgustos y serias camorras, nacido todo este continuo malestar, unas veces porque los vecinos de Mojácar pastaban sus ganados en terrenos que los de Vera creían que eran suyos, otras, la más porque los de Vera pescaban en toda la costa, y esto molestaba a Mojácar. Las rivalidades subieron de punto, echando también su cuarto a espaldas en esas luchas, pero en favor de Mojácar, las antiguas villas, que hoy ya no existen, de Cabrera y Teresa. Vera era la ciudad envidiada, tenían término jurisdiccional vasilsino, y partían sus hitos y mojones por la parte de Poniente con la ciudad de Almería y Purchena, y del Levante con la de Lorca, y todas las villas, lugares y aldeas, mares y pesqueras que había dentro de estos límites, así como la villa de las Cuevas, lugares de Huércal y Overa, Sorbas y Lubrín, Mojácar, Zurgena, Teresa y Cabrera estaban debajo de su jurisdicción civil y criminal, conociendo de los debate, pleitos y diferencias que había en todos estos pueblos, cobrando a la vez diezmos y contribuciones.

Cansados ya los de Mojácar y Vera de aquellas continuas luchas, que hacían mermar sus capitales, e imposible la vida en sus campos, y más que nada en toda esta costa, acordaron dirimir sus diferencias y reunirse para ello en gran asamblea. ¿Y dónde tuvieron lugar estas pequeñas Cortes, por qué así debemos llamarlas? No fue, en verdad, en lujosos salones decorados con tapices y pinturas de la época; fue a orillas del mar, encima de sus rocas, en la pequeñísima Torre de la Garrucha, llamada después el Castillo; allí se reunieron el sábado 25 de abril del año 1488 los honrados Juan Herrero, y Tranavaldo, Alcaldes ordinarios de la ciudad de Vera y su tierra; Martín de Salas, Juan de Céspedes, y Juan de Sepúlveda, Regidores; Rodrigo de Salas, Procurador Síndico del Concejo; Juan García de Cánovas y Pedro de la Mena, Procurador del Común. Y Sancho de la Dueña, Alcalde ordinario de la villa de Mojácar y su tierra; Miguel Giménez, Rodrigo de Carrión, Juan Yañez y Ginés Navarro, Regidores, y Juan de Escamez, Procurador Síndico. Acordaron, después de muchas sesiones y largos debates, acordaron repito, como decían ellos «por bien y amor e buena vecindad para entonces y en adelante para siempre jamás, como buenos y leales vecinos, haciendo tales obras los unos con los otros, las siguientes capitulaciones:

1ª.- Que la ciudad de Vera y la villa de Mojácar habían de tener siempre buena armonía y vecindad, y que si ambos pueblos tuvieran algunas diferencias con alguna ciudad, villa o lugar, se ayudaran y defendieran mutuamente, requiriéndose para ellos los unos a los otros.

2ª.- Que la ciudad de Vera si en algún tiempo echase alguna imposición, aduana, almojarifazgo, portazgo, o cualquier imposición, que los vecinos de la villa de Mojácar sean libres, y exentos de tales derechos, asípor sus Altezas, o en otra cualquier manera que fueren puestas.

3ª.- Que los pastos y herbages de Vera y Mojácar sean comunes y puedan pastar con sus ganados, con tal que cada uno ponga el ato de los ganados donde quisiere, guardando todo el regadío.

4ª.- Que en ningún tiempo Vera y Mojácar pudieran vedarse la saca del pan.

5ª.- Que de cualquier provisión que viniere y trajeren los forasteros, se den mutuamente la tercera parte. Y que de la villa de Mojácar tenga en Vera una persona para que tome esa tercera parte de provisión.

6ª.- Que de la costa y la caza sean comunes para Vera y Mojácar, y que los unos no la veden a los otros.

7ª.- Que en la Torre de la Garrucha haya de continuo un alguacil con una vara de justicia, puesto por Vera, para que anduviese por la costa del mar mirando los daños y perjuicios que en ella se pudieran hacer. Y si cualquier vecino de la villa de Mojácar hiciese algún delito, u otra cosa que fuese digna de prisión, sería preso por el tal alguacil, y llevando a la justicia de Mojácar, presentándoselo preso para que se ejecute la pena que mereciere. Si cualquier vecino de Vera, o forastero delinquiere en la costa, que fuera preso por este alguacil y llevado a la ciudad de Vera, o forastero delinquiere en la costa, que fuera preso por este alguacil y llevado a la ciudad de Vera, para que la justicia le oiga y determine su causa. Mas si aconteciese que el alguacil de la villa de Mojácar se hallase en la costa y se hiciese ruido por cualquier persona, no estando presente el alguacil de la Torre de la Garrucha, pueda prenderla y llevarla a Mojácar o a Vera de donde fuera vecina. Pero si concurrieren juntos a la cuestión los dos alguaciles, el que primero prendiese al delincuente, lo había de llevar preso, con el fin de que nunca falte un alguacil en la citada Torre.

8ª.- Que si ocurriese que la justicia de Vera fuese en seguimiento de algún malhechor, pueda entrar en Mojácar con su vara, y lo mismo los de esta villa en la ciudad de Vera.

9ª.- Que cuando Vera y Mojácar envien algún mensajero, se lo hagan saber recíprocamente, pagando entre ambos pueblos el salario, en prueba de ser vecinos leales.

Tales fueron las capitulaciones que pusieron fin a aquellas discordias. En los debates intervino, dando fe pública, el escribano del Concejo de Mojácar Lope de Morales, se levantó su correspondiente acta, librándose una copia a cada pueblo, que sellaron con sus respectivos sellos. Fueron testigos llamados y especialmente rogados, Diego de Buitrago, Juan de Herrera, Juan de Guevara, Juan de las Eras, vecinos de Vera.

Como donde lumbre se enciende ceniza queda, aquellas capitulaciones de concordia fueron motivo para que al poco tiempo resucitaran iguales disgustos entre ambos pueblos, celebrándose después por ello muchas y acaloradas asambleas en la Torre de la Garrucha, y se siguieron pleitos ruidosos, de todo lo que me ocuparé en artículos siguientes si los señores de EL ECO DE LEVANTE lo creen de oportunidad e interés.

Rudericus

(El Eco de Levante, Garrucha, 30 de noviembre de 1901)


[Continuará]

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