jueves, 17 de marzo de 2016

La Semana Santa de Garrucha en 1901


Semana Santa de Garrucha. Paseo del Malecón, al fondo Ayuntamiento. Hacia 1930. Fotógrafo: J. Garrido
Col. José Berruezo García

LA SEMANA SANTA EN GARRUCHA

Como es de costumbre desde que Garrucha existe, también se han celebrado este año con gran entusiasmo y esplendor las fiestas de Semana Santa y los pasos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ceremonia esta última importada de Vera, de donde es oriunda casi toda esta población.

Cuentan las personas que alcanzaron aquellos tiempos, que antes de que Garrucha fuese pueblo independiente, y de que se hubiese implantado aquí la costumbre de los Pasos, todo el vecindario se trasladaba a Vera, Mojácar o Turre, para presenciarlos, presentando nuestra población tristísimo aspecto, con todas sus casas cerradas y abandonadas. En vista de ello, las personas de viso de Garrucha, acordaron realizar aquí también estas fiestas, y desde entonces y sin interrupción se ha venido celebrando, sin que, a pesar de lo grotesco que en algunas ocasiones resultan algunos Pasos, haya habido autoridad civil ni eclesiástica que se lanzara a suprimirlos. Tan arraigados están en el pueblo.

D. Francisco Berruezo López. Hacia 1900.
Hermano-Fundador de la Hermandad de la Virgen de
los Dolores en 1868, siempre estuvo muy vinculado a
la Semana Santa de Garrucha, de la que fue uno de sus 
mayores impulsores y valedores.
En Garrucha existen tres Hermandades o Cofradías: la de San Juan, de la que es Mayordomo D. José Peña; la de Nuestro Padre Jesús, con su Mayordomo D. Bartolomé Quesada y la de Nuestra Sra. de las Angustias, de la que lo es D. Francisco Berruezo López.

Todas rivalizan en entusiasmo, hasta el punto de que no existiendo en Garrucha más que una banda de música, contratada por la Hermandad de Jesús, la de la Virgen, considerándose desairada, ha traído todos los años una excelente música forastera, para que acompañe a la hermosa Imagen en todas las Procesiones. Este año ha sido contratada la excelente Banda Blanca, de Huércal-Overa.

Las procesiones han sido espléndidas, llamando la atención, como todos los años, los magníficos tronos en que las imágenes iban colocadas. Se puede decir que en esto echan el resto las Hermandades, hasta el extremo de que pocas poblaciones de España los igualan.

La concurrencia en la Plaza, durante los Pasos y Sermones, era todo lo grande que las dimensiones de ella podían tolerar. Se habían colocado por un oportuno industrial varias filas de bancos, cuyos asientos se pusieron a la venta, no quedando uno vacío en los días, Jueves y Viernes Santo. Los sermones, a cargo de nuestro Párroco D. Juan Bautista Sánchez y de su hermano D. Cristóbal, tan elocuentes y sentidos como todas las oraciones sagradas que pronuncian. Los Pasos interpretados con “amore”, pero haciendo ver a la ilustrada concurrencia que están llamados a desaparecer (creemos que las Hermandades así lo han acordado para los años sucesivos; veremos si se cumple el acuerdo) en gracia a la solemnidad de estos días, que no queda respetada ni guardada entre la algazara de una gran concurrencia, que en días de ayuno y recogimiento hace gran consumo de torraos, turrón y vino. ¡Pero vaya V. a criticar costumbres populares tan antiguas! ¡Predicar en desierto!

De todas las Procesiones, la más notable, la más importante es la del Santo Entierro, organizado por la Hermandad de la Virgen de las Angustias. Su larga carrera la hace durar más de cinco horas, y como se verifica de noche (noche espléndida de Luna, este año) el gran número de fieles, y los hermosos tronos adornados con artísticas bombas de cristal en gran profusión, dentro de las que ardían sus correspondientes bujías, le dan un aspecto solemne, de grandeza tal que deja el ánimo suspenso y lo encamina a la meditación de los hermosos Misterios que se celebran.

En suma, el pueblo de Garrucha puede estar orgulloso de su Semana Santa, cuyas fiestas celebra por cuestación pública que realizan las Hermandades, obteniendo todos los años cuantiosos gastos. A pesar de la gran afluencia de gente de todas clases, no ha habido que lamentar desgracias ni delitos de ninguna especie, lo que da alta idea de la sensatez del vecindario.


(El Eco de Levante, Garrucha, 11 de abril de 1901)


jueves, 3 de marzo de 2016

Dña. María Teresa Berruezo Solá (1883-1956)


María Teresa Berruezo
Cortesía María Teresa Ituarte
Doña María Teresa Berruezo Solá nació en Tarragona el 12 de octubre de 1883. Era hija de D. Pedro Antonio Berruezo García (hijo de D. Pedro Berruezo Soler) y Dña. Antonia Solá Rovira. Su padre, empleado de la Real Hacienda e inversor minero, pertenecía a una familia de acaudalados propietarios e industriales naturales del levante almeriense, mientras que su madre provenía de una destacada familia de la burguesía catalana.

Nuestra biografiada se crio en el seno de una familia acomodada, donde recibió una educación esmerada de acuerdo a su posición social. Así pues, y como era habitual en las señoritas de su clase, el canto y el piano fueron dos constantes en su humanística formación. No obstante, ella, de mentalidad avanzada para su época, irá más allá de lo prestablecido por la sociedad para las mujeres de principios del siglo XX. Así pues, inmersa en el culto y artístico ambiente del modernismo catalán de la Belle Époque, Dña. María Teresa se adentró de manera plena en el campo de las Bellas Artes, donde desarrolló sus grandes cualidades como pintora.

La señorita Berruezo fue discípula aventajada del conocido pintor ciudarrealeño D. Ángel Andrade Blázquez (1866-1932), durante la estancia de éste en Tarragona como Profesor de Dibujo de 1900 a 1906. Asimismo, estuvo completando su formación artística en París, donde realizó algunas copias de cuadros del Museo del Louvre, y también recibió una beca para viajar a Roma.

María Teresa Berruezo Solá retratada por
Ángel Andrade. Revista Blanco y Negro (1905
)
Como curiosidad cabe mencionar que en la revista Blanco y Negro, del  4 de noviembre de 1905 aparece una lámina que reproduce un cuadro de D. Ángel Andrade tituladoPara el Santo de mi abuela”. La retratada no es otra que Dña. María Teresa Berruezo Solá en su estudio de pintura.

Mientras que su maestro se especializó en la pintura costumbrista y paisajista, ella lo haría en el retrato, donde destacó por su excelencia, aunque sin abandonar otras temáticas. Pronto el nombre de María Teresa Berruezo se hizo conocido y reconocido en el mundo de la pintura tarraconense de su tiempo.

Por otro lado, Berruezo, dama con grandes inquietudes culturales, no sólo cultivó la pintura, también tuvo ciertas dotes literarias y poéticas. A título privado, llegó a componer algunos sonetos y composiciones teatrales. Igualmente, trabajó la escultura, particularmente el mármol. Realizó la lápida para la tumba de su hijo Pepito (1921-1936), una copia del plafón que hay detrás de la imagen de San Pedro en el Vaticano.



Diversas notas se publicaron en la prensa sobre su calidad como pintora, como las que se recogen a continuación, donde se alababa su buen proceder:

Algunas notas de prensa
Arriba de izquierda a derecha: Lo Camp de Tarragona (28/1/1903), La Justicia (Tarrgona, 7/7/1906)
Debajo de izquierda a derecha: Full Oficial del Dilluns (Barcelona, 5/8/1935), La Cruz (Tarragona, 8/8/1935)

A título ilustrativo se exponen algunos de sus retratos realizados en pintura o a lápiz:

Retrato de hombre anciano
Cortesía María Teresa Ituarte
Retrato de mujer
Cortesía María Teresa Ituarte
Retrato de su abuela Dña. Teresa Garcia
Cortesía María Teresa Ituarte
Retrato de su marido D. José Mata
Cortesía María Teresa Ituarte

Mujer vitalista, con carisma y fuerte carácter, también mostró interés en la política y militó en las filas de la Lliga Catalana durante la Segunda República.

A nivel familiar, Dña. María Teresa Berruezo se casó en 1912 con D. José Mata Colomer. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Cecilia, Alejandro, Antonia y José. 

Dña. María Teresa Berruezo Solá junto a su marido D. José Mata Colomer y uno de sus hijos. Hacia 1920.
Cortesía María Teresa Ituarte Mata

Persona conocida en Tarragona, su vida tuvo un interés público, como muestra el siguiente ejemplo publicado en la prensa local:

Nota de La Cruz. (Tarragona, 9/10/1924)

Finalmente, Doña María Teresa Berruezo Solá falleció en Barcelona el 8 de agosto de 1956, a la edad de 72 años. Acabó la vida de esta singular e interesante mujer, que en una época predominada por los hombres supo hacerse un hueco por su valía en los círculos artísticos de Tarragona y Barcelona. Su muerte, que causó profundo pesar, puso fin al viaje por este mundo de esta artista que quiso y supo consagrar su vida a las Bellas Artes. Sin lugar a dudas, ocupa un puesto preeminente junto a aquella rama de la familia Berruezo de pintores y doradores catedralicios almerienses de los siglos XVIII y XIX.

Nota: Nuestro agradecimiento a su nieta, Dña. María Teresa Ituarte Mata, por la información documental y gráfica que ha hecho posible la elaboración de esta entrada.


sábado, 27 de febrero de 2016

El progreso de Garrucha en el siglo XIX


Buque descargando en la playa de Garrucha. Hacia 1900. Fotografía original: F. de Blain
(http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6223&fullsize=1)

GARRUCHA

Si ha cuatro décadas se hubiese exigido al más curioso estadista o al más estudioso geógrafo hablase o escribiese algo sobre la rada de Garrucha, se le habría puesto en un verdadero compromiso, puesto que ni en los mapas mejor trazados, ni en los libros más extensos, se hacía mención de un punto de importancia tan exigua, que era casi desconocido hasta para muchos de los mismos habitantes de la provincia de Almería a la cual corresponde.

Limitada su población a un Alfolí para el depósito de la sal y demás efectos estancados; a un antiquísimo castillo, dedicado a cuartel del Cuerpo de Carabineros; a una pequeña capilla, ofrecida a su patrón S. Joaquín, y en la que sólo los domingos un sacerdote de Vera acudía a celebrar el Santo Sacrificio de la Misa; a seis u ocho almacenes en que se encerraba por algunos comerciantes pequeñas partidas de esparto y de barrilla, que en contados faluchos se embarcaban para los puertos del litoral; a igual número de pequeñas casas, propiedad de familias acaudaladas de Vera que las ocupaban sólo en los meses del estío; a unas cuantas chozas o tiendas de campaña que servían de abrigo en invierno y daban sombra en verano a pobres pescadores; he aquí lo que era Garrucha hace cuarenta años y lo que hubiera continuado siendo, probablemente, si el genio emprendedor del inolvidable hijo de Cuevas, D. Miguel Soler Molina, no hubiese tenido la fortuna de descubrir en la Sierra de Almagrera el rico filón argentífero, que ha pasado a la historia con el nombre del Jaroso, en cuyo barranco lo encontró.

No es nuestro ánimo hacer pública manifestación de la beneficiosas consecuencias que este acontecimiento sorprendente produjo en toda la nación, singularmente en la provincia de Almería, y aún más, en muchísimos de los pueblos próximos a Cuevas, porque está universalmente confesado, que él impulsó y dio vida a la minería nacional, y nosotros los habitantes de este afortunado territorio le debemos el aumento de nuestras poblaciones, la variación de nuestras costumbres, la multiplicación y creación de innumerables industrias, el espíritu de asociación, el activo movimiento comercial que por todas partes se nota, la importación de grandes capitales nacionales y extranjeros que aquí se invierten, la formación de inmensas fortunas y una constante producción de inmensos bienes, difícil de enumerar. Se limita nuestro propósito a dar a conoces la diferencia que existe entre la Garrucha de 1840 y el Garrucha actual, evidenciando de este modo, que, después de Cuevas, es el pueblo comarcano que ha conseguido mayor prosperidad en todos sentidos, a consecuencia del descubrimiento de que hemos hecho mención.

Efectivamente; apenas la exploración y explotación minera de la antigua sierra de Montroy, adquirieron el desarrollo necesario para conocer su verdadera importancia, el genio atrevido del mayor accionista en la mina Observación del barranco Jaroso, D. Ramón Orozco Gerez, levantó en Garrucha una fábrica para la fundición de minerales, que, con el nombre de S. Ramón, funcionó por algunos años; y como a la vez, o por antes se montaban en Villaricos otras dos fundiciones, la del Carmen y Esperanza, y todas tenían imprescindible necesidad de hacer uso del carbón mineral que importaban de Inglaterra; se estableció, a cargo del señor D. Pedro Berruezo, una delegación de la Aduana y Administrador de Rentas de Vera; y a esta rada únicamente surcada por las barcas pescadoras o por pequeñas embarcaciones de cabotaje, se convirtió en un puerto de movimiento activo, al que llegaban diariamente buques de gran porte, flotando al viento las banderas de diferentes nacionalidades, y haciéndose necesaria la creación, en 1844, de una Ayudantía de Marina en Vera, que se trasladó a definitivamente a Garrucha en 1861.

Como en la Sierra Almagrera se hacían nuevos descubrimientos de filones; se establecían en el litoral nuevas fábricas de fundición; la industria minero fabril por consiguiente se desarrollaba a gran escala; el comercio en todos los ramos y en todas las esferas adquiría carta de naturaleza en el país, y se importaban multitud de otras industrias desconocidas, acudieron de diferentes puntos nacionales y extranjeros numerosas familias, que no siendo posible, dadas las condiciones de entonces, pudieran establecerse en una sola localidad, Garrucha por su proximidad a la Sierra y a Cuevas, cabeza del distrito minero, y por sus condiciones especiales, acogió a no pocas, elevando en poco tiempo su vecindario a 1800 habitantes, que consiguieron en Enero de 1861 separarse de su capital, Vera, y constituirse en pueblo independiente.

Contribuyó mucho el aumento de población, que dejamos mencionado, el no menos importante hallazgo de grandes masas de hierros y otros minerales en Carboneras, Bédar, Herrerías y varios puntos cercanos, que promovió la construcción en 1858 de un gran martinete, hoy casi destruido, en el local que fue fundición San Ramón, y la instalación de la fábrica de S. Jacinto que desde entonces funde minerales argentíferos. Además, Garrucha, fue el punto preferido para la residencia veraniega de las familias acomodadas de Vera y de muchos pueblos del río Almanzora, que trajeron tras si otras de las demás clases sociales, y por consecuencia la necesidad de construir edificios, que si en su generalidad no son magníficos, reúnen las condiciones necesarias para la comodidad.

Su perímetro urbanizado, alcanza hoy una extensión próxima de un kilómetro frente al mar, por un tercio de fondo. Cuenta con 1003 casas, distinguiéndose entre ellas la Municipal y las de los Sres. Lacasa, Calvet, Berruezo, Orozco y Giménez; el Hospital, a cargo de las Hijas de la Caridad que ha construido y sostiene el Excmo. Sr. D. Juan Anglada; y el Colegio de párvulos fundado por el Iltmo. Sr. D. José Olverá, digno obispo de ésta diócesis, que también dirigen las Hijas de la Caridad y costea el Ayuntamiento. Su antigua y pequeña Capilla, elevada a Ayuda de Parroquia en 1862, se dotó de pila bautismal en 15 de Enero de 1866, se elevó a Parroquia en 1872, y ha sido ensanchada y embellecida recientemente, convirtiéndola en un templo capaz para las necesidad de la población. Actualmente se levanta a la izquierda de su puerta principal una esbelta torre, en la que además de las campanas, se colocará por el Municipio un reloj.

Funcionan en su término una fábrica de harinas movida a vapor; la ya mencionada S. Jacinto, que funde minerales en 14 hornos productores cada uno diariamente de 30 quintales por término medio, de plomo argentífero y que tiene próximo a encender un alto horno, sistema alemán, primero de esta clase en el país, y la gran fábrica de desplatación de D. Enrique Calvet y Lara, de que hemos hablado en números anteriores.

Hay muchos almacenistas al por mayor y menos de géneros coloniales y extranjeros; varias casas de consignación y comisiones, y no pocas naciones de Europa y América tienen establecidos viceconsulados.

Las dependencias del Estado consisten en la Ayudantía de Marina; la Administración subalterna de efectos estancados; la Aduana marítima; la capitanía de Carabineros; los torreros que alimentan el faro de 4º orden, constituido hace tres años, próximo al antiguo castillo; y un empleado en el telégrafo municipal, cuya corporación satisface sus honorarios.

La Aduana ha recaudado en el año 1882-83 la suma de pesetas 451.364,57; y las mercancías introducidas y exportadas fueron las siguientes:

IMPORTACIÓN
Kilogramos
Carbón hulla
13.330.859
Carbón cocke
30.362.391
Maquinaria
1.110.443
Varios
2.544.450

EXPORTACIÓN
Kilogramos
Plomo argentífero
14.328.651
Plomo pobre
8.994.523
Mineral argentífero
605.000
Mineral de hierro
39.030.300
Mineral cobrizo
7.500
Plata en barras
7.493
Otros efectos
5.011.101

Además han salido por cabotaje:

Plomo argentífero
713.938 Kg
Plomo pobre
65.197 Kg
Plata en barras
6812 Kg

Han entrado 91 buques cargados y 78 en lastre; y han salido, con carga 134 y en lastre 35.

En los dos meses que llevamos del actual año ha percibido la Aduana por derechos 99.412 pesetas con 32 céntimos y la importación y exportación ha sido:

IMPORTACIÓN (Kg)
Julio
Agosto
Carbón hulla
2.688.695
362.308
Carbón coke
4.890.770
2.608.550
Maquinaria
11.955
125.583
Otros efectos
363.868
2.117

EXPORTACIÓN (Kg)
Julio
Agosto
Plomo argentífero
1.163.249
1.351.610
Plomo pobre
870.907
370.300
Mineral hierro
6.100.000
13.180.000
Otros efectos
50.600
789.700

Salida por cabotaje (Kg)
Julio
Agosto
Plomo argentífero
408.190
239.732
Plata en barras
1.529
1.417

Entrada de buques
Julio
Agosto
Cargados
8
5
En lastre
13
10

Salida de buques
Julio
Agosto
Cargados
12
15
En lastre
7
2

A excepción de Cuevas, es pues Garrucha, entre todos los pueblos de un extenso territorio, en que lógicamente había de influir muchísimo el descubrimiento de las minas de la Sierra de Almagrera, la población que ha recogido más opimos frutos, no solo haciendo de un pequeño caserío dependiente de Vera, y de una ignorada playa, una Villa independiente de regular vecindario y un puerto de 2ª clase, según lo declaró el Gobierno de S.M. en el año 1881, sino una plaza comercial que surte a casi todo los pueblos de ésta parte de la provincia a casi todos los pueblos de ésta parte de la provincia de Almería, y un centro industrial que da ocupación y alimento a multitud de familias; y que tiene en lontananza un porvenir aún más bello que consiste en la realización de los proyectados ferrocarriles entre Garrucha y el Jaroso, y entre Bédar y Garrucha.

Pensábamos concluir haciendo algunas consideraciones sobre esta población bajo el punto de vista de sus excelentes condiciones para pasar en ella la época veraniega y tomar en su hermosa playa los baños de mar, pero lo dejamos para otra ocasión por no hacer más largo el presente artículo.


(El Minero de Almagrera. Cuevas de Almanzora, 9 de septiembre de 1883)



domingo, 21 de febrero de 2016

D. Pedro Berruezo Ayora (1800-1873). Parte II


En la noche del 16 de febrero de 1826, Don Pedro Berruezo participó, junto a otros 17 compañeros del Resguardo, en una reñida acción en la Cala del Plomo (Níjar, Almería) contra un gran número de contrabandistas que se encontraban allí reunidos para el alijo de una Palacra. Este hecho le valió que Fernando VII, mediante la Real Orden de 12 de marzo del citado año, le otorgara una paga extraordinaria en recompensa por el gran servicio realizado. Este tipo de acciones, en muchas ocasiones adquirían carácter de actos de guerra, ya que estos funcionarios de Hacienda se solían enfrentar en minoría a decenas de delincuentes perfectamente armados y que solían presentar dura batalla para defender sus cargas de contrabando.

Uniforme Carabinero de Costas y Fronteras, 1829.
El 1 de enero de 1830, por reestructuración de los cuerpos armados dependientes de Hacienda, ingresó en el Real Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras. Este nuevo instituto fue fundado mediante el Real Decreto de 9 de marzo de 1829 y nacía "para hacer la guerra al contrabando, para prevenir o atacarlo vigorosamente en sus puntos de generación, y perseguirlo en todas las direcciones hasta su exterminio". La vida de estos carabineros no era fácil, obligados a costear su uniforme, armamento y equipo, no eran bien vistos en las poblaciones costeras propensas al contrabando, donde en alguna que otra ocasión se los emboscaba y asesinaba. Además, para desempeñar este empleo se exigía una honradez extrema, ya que la tentación y el soborno estaban a la orden del día, por lo que se solían ordenar duros castigos a aquellos empleados corruptos.

La muerte de Fernando VII el 29 de septiembre de 1833 iba a cambiar el devenir del país. España se embarcó en una sangrienta guerra civil entre los cristinos o isabelinos, los partidarios de Isabel II, la hija del Rey fallecido, y los carlistas, partidarios del infante Don Carlos, hermano de Fernando VII, que no aceptaban la Pragmática Sanción de 1830. Los primeros abogaban por la implantación en España de una monarquía liberal, constitucional, al símil de los países más desarrollados de Europa, mientras que los segundos apostaban por la continuidad de la monarquía tradicional. Así pues, dio comienzo la que fue conocida como Primera Guerra Carlista (1833-1840).


A finales de octubre de 1833 D. Pedro Berruezo pasó a prestar servicio de campaña contra los carlistas a las órdenes del Capitán General de Galicia. El Real Cuerpo de Carabineros fue movilizado en casi toda España y lucharon junto al Ejército regular en columnas y batallones. Nuestro biografiado se halló en las acciones que se verificaron contra “los enemigos de la libertad” en el noroeste peninsular hasta que el 27 de mayo de 1834 obtuvo licencia absoluta al resultar herido. Inhábil para el servicio temporalmente fue jubilado de su empleo en la Real Hacienda el 30 de mayo.

Desde 1834 estuvo en Almería convalenciente y cuidó de su padre D. Cleofás Berruezo de Aro, que comenzaba a tener una precaria salud. También se dedicó en mayor medida a la administración de las posesiones familiares y se preocupó de asistir económicamente a su cuñada Dña. María Cañadas, viuda de su hermano D. Cleofás Berruezo Ayora. Asimismo, se centró en la educación de su extensa prole.

Años más tarde, restablecida su salud, el 6 de noviembre de 1845 volvió a ingresar en la Real Hacienda como Dependiente de la Ronda de Visita de los Derechos de Puertas de Almería. Posteriormente se trasladaría a vivir a Garrucha, donde su hermano D. Manuel Berruezo se había asentado como un potente empresario.

A nivel familiar, Don Pedro Berruezo Ayora se casó en Viator (Almería) con Dña. María Teresa López Moraga el 1 de enero de 1824. Fruto del matrimonio nacieron los siguientes ocho hijos: Don Cleofás, Don Pedro, Don Miguel, Doña María, Doña Josefa María, Doña María Josefa, Don Francisco y Don Diego Berruezo López.

Finalmente, Don Pedro Berruezo Ayora falleció en su casa de la calle Libertad Nº 42 de Garrucha el 3 de enero de 1873, a la edad de 72 años. Su muerte fue muy sentida, ya que dejaba este mundo el mayor de los Berruezo Ayora al que, por la diferencia de edad, alguno de sus hermanos consideraban casi como un segundo padre. Hombre curtido en un tiempo convulso para España tuvo que soportar a nivel personal, con resignación cristiana, la muerte de seis de sus ocho hijos. Sólo sus vástagos Dña. María Josefa y D. Francisco Berruezo López le sobrevivieron. Este último se convirtió en uno de los personajes más importantes de la Historia de Garrucha. (Ver la primera parte de su biografía y siguientes: D. Francisco Berruezo López (1841-1917). Parte I)

Como homenaje póstumo qué mejor que dejar el comentario que le tributó su hijo D. Francisco a su muerte:

Hoy a la una de la tarde ha entregado su alma a Dios N.S. mi queridísimo y venerable padre D. Pedro Berruezo Ayora, a la edad de 72 años.
Dios lo haya acogido en su seno y lo tenga en su Santa Gloria.
Ha sido modelo de esposo y cariñosísimo padre, muy cristiano y amante a la Santa Religión; y por su bondad y natural sencillez le hicieron amable a cuantos le conocieron y trataron.

viernes, 19 de febrero de 2016

D. Pedro Berruezo Ayora (1800-1873). Parte I


D. Pedro Berruezo Ayora nació en Vera (Almería) el 31 de diciembre de 1800. Era el primer hijo varón del militar, hacendado, Cabo del Resguardo y Héroe de la Guerra de la Independencia D. Cleofás Berruezo de Aro y de su mujer Dña. Juana Ayora Guevara, hija del veterano militar y empleado de la Real Hacienda, D. Fernando Ayora Mellado.

Vino al mundo en una España oficialmente tranquila y en paz aunque temerosa de que los ecos de la revolución francesa calasen en las clases populares españolas y pusiesen en jaque a instituciones de tanto peso e importantes en el país como el clero y la Monarquía. Por ello, el Gobierno de Carlos IV decretaría en un primer momento el aislamiento respecto de Francia, y se movería en los años finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX entre una enemistad y amistad con la Francia nacida de la revolución.

En 1799 llegó al poder Napoleón Bonaparte y para sus intereses necesitaba la ayuda de España, particularmente de su Armada para hacer frente al poderío naval británico. Así pues, en 1801 ambas naciones firmaron el Convenio de Aranjuez, por el que las flotas de ambos países se unían contra Gran Bretaña.

De acuerdo con esta colaboración y amistad con la Francia Napoleónica, Godoy, valido de Carlos IV, declaró la Guerra al principal aliado del inglés en la península ibérica, Portugal. En la conocida como Guerra de las Naranjas de 1801, un conflicto breve y contundente, España tomó posesión de Olivenza y obligó a Portugal a que no permitiese el atraque de navíos británicos en sus puertos.

El 21 de octubre de 1805, se presentó la ocasión de golpear duramente la hegemonía británica en los mares, pero la escuadra combinada franco-española fue derrotada frente al Cabo de Trafalgar por la inglesa comandada por el Almirante Horacio Nelson. Este fracaso, donde lo más granado de la Armada Española fue sacrificado por la ineptitud del jefe de la escuadra, el Almirante francés Villeneuve, supuso para Francia una inesperada derrota naval en su lucha contra el inglés, pero para España supuso más que eso, ya que iniciaría el declive de su antaño poderosa flota, que quedaba huérfana de sus más aptos marinos.

Firma del Tratatdo de Fontainebleau en 1807
En 1807, el Gobierno de España, supeditado claramente a los intereses de Napoleón, firmó el Tratado de Fontainebleau, por el que España y Francia acordaban repartirse Portugal. Así pues, Godoy concedió derecho de paso por territorio español a las tropas napoleónicas que tenían como meta la ocupación del país luso. Sin embargo, los hechos que se derivaron de esta entrada de soldados franceses en España son por todos conocidos y dio comienzo la afamada Guerra de la Independencia (1808-1814). Un conflicto armado, donde gracias a la raza irreductible y conquistadora del pueblo español se pudo defender la honra, honorabilidad e independencia de la Nación. España demostró al mundo que el glorioso ejército de Napoleón no era invencible y señaló al orbe que entre los Pirineos y Gibraltar se encontraría la tumba de Napoleón y sus pérfidos acólitos.

Regresando a nuestro biografiado, Don Pedro Berruezo era un mozalbete de unos 10 años cuando la Guerra de la Independencia llegó al levante almeriense. Maduro y curtido por la necesidad del momento, vería la crueldad y la vileza de que es capaz el ser humano en una guerra sin cuartel y sumamente violenta. Su padre, al lado del pueblo, combatía ferozmente a los franceses, por lo que es muy probable que Don Pedro sirviese de enlace entre su padre y su casa o como correo valija. Además de ser el hombre de su casa, hasta donde su pequeña edad comprendía, en las ausencias de su valiente padre.

Terminado el conflicto bélico contra el francés y vuelta la aparente normalidad al país, Don Pedro Berruezo tuvo una adolescencia acomodada en el seno de una familia con posesiones repartidas por los municipios de Turre, Bédar, Vera, etc.

Siguiendo los pasos de su padre como funcionario de la Real Hacienda, el 1 de febrero de 1824 ingresó en Almería en el Resguardo de Rentas.

El 7 de agosto de 1824, Don Pedro Berruezo tuvo una actuación muy destacada en la lucha contra el contrabando, ya que logró capturar 70 “cargas de fraude” que transportaban en 13 caballerías unos conocidos defraudadores, por lo que fue felicitado por sus superiores. Este gran alijo apresado estaba relacionado con los preparativos de una rebelión liberal que se estaba tramando de manera inminente en Almería, y que contaba con la colaboración de contrabandistas.

Soldado "colorao". Almería, 1824.
La Expedición de los Coloraos, como es popularmente denominada por el color rojo de las casacas que llevaban, fue un fallido intento insurreccional liberal que trató de irrumpir en España a través de Almería. Fue promovida por los emigrados liberales de la Sociedad de Caballeros Comuneros, que operaba en Gibraltar desde la caída del régimen constitucional en 1823, aunque como definía la propaganda absolutista a sus participantes, eran hombres “sin leyes, sin religión, sin gobierno, sin soberanos, sin temor a castigos, ni suplicios, siempre agitados y dispuestos a tomar las armas contra los verdaderos hijos de la patria, para saquearlos y exterminarlos, alimentándose con la gloria de ver correr la sangre de sus hermanos, y cuando no hubiese quedado con un país que satisfacer su codicia y su zaña fiera, llevar a otro la desolación; semejante generación de hombres tan perversos, peores que los Nerones y Atilas, despreciando la clemencia de un Rey, que los ha mirado como un tierno Padre a sus hijos, conservan en su corazón un veneno mortífero, con que maquinaban el plan más sanguinario”.


Almería, enterada de la más que posible llegada a su puerto de un cuerpo revolucionario y previniendo probables apoyos internos, publicó un bando para que los militares foráneos no ocupados en servicio que se encontraban en la ciudad marchasen a sus casas, así como la expulsión de los civiles que llevasen empadronados menos de tres años. Asimismo, todos los vecinos que hubiesen pertenecido a la Milicia Nacional deberían entregar las armas. El Gobernador militar, de acuerdo con el Ayuntamiento de Almería, ordenó a las Fuerzas del Orden la defensa y vigilancia de la ciudad ante posibles reuniones o movimientos sospechosos de traición al Rey Fernando VII. Los defensores estaban compuesto por un escaso número de Voluntarios Realistas, Inválidos, Dependientes del Resguardo de Rentas Reales (entre los que se encontraba Don Pedro Berruezo Ayora) y vecinos afectos a la causa absolutista del Rey. A todos ellos, como dijo más tarde la propaganda de la época, les unía “el espíritu y amor a la Real persona de S.M. que reina en sus corazones.”

Pablo Iglesias
Líder de la fallida insurrección liberal
Finalmente, las sospechas se convirtieron en realidad. A las tres de la madrugada del 14 de agosto de 1824, se acercó cañoneando a Almería un bergantín acompañado de un falucho, a lo que contestaron con bravura las baterías de la ciudad. En estos buques iban unos 50 hombres uniformados y armados a las órdenes del Coronel D. Pablo Iglesias, que no les quedó otra que desembarcar a unos 6 kilómetros de la ciudad.

Los “enemigos del Rey” establecieron su Cuartel general a unos 30 Km de Almería, en Huécija, donde reunieron una considerable fuerza de más de 400 soldados y 80 caballos con los que marcharon sobre la ciudad. Ante estos alarmantes hechos, el Gobernador militar de Almería, viendo ciertos movimientos afectos a la causa revolucionaria y queriendo asegurar la lealtad total de la plaza, condujo a prisión a todos los sospechosos que presumiblemente simpatizaban con la causa invasora. Asimismo, ante la inminente llegada de los revolucionarios a la ciudad dijo: “no temamos hijos leales de Almería, la victoria será nuestra, si al amor que tan vivamente arde en nuestros pechos por la defensa de los sagrados derechos de la persona de S.M. y de nuestro patrio suelo, unimos como primero y principal objeto el de la Religión de Jesucristo que siguieron nuestros padres”.

El 16 de agosto llegaron los sublevados a la puerta de Purchena de la amurallada Almería al grito de ¡Viva la Constitución!, y tratando de que el miedo y la confusión asolara a los de Almería exclamaban: ¡Ya estamos aquí!¡Salgan los hombres libres! En respuesta atronadora a los atacantes, los valientes defensores, entre los que se encontraba D. Pedro Berruezo, gritaban a pecho henchido ¡Viva el Rey! A lo que los revolucionarios contestaban ¡muera y viva Riego y la libertad! Finalmente, tras horas de batalla, donde los asaltantes intentaron acceder por diversos puntos a la ciudad, fracasaron en la toma de Almería y sufrieron cuantiosas bajas. Los “infames enemigos de Su Majestad” se retiraron a Benahadux y a otras poblaciones en su huida donde fueron derrotados y apresados 31 hombres. El 24 de agosto de 1824 fueron fusilados casi todos ellos en Almería, en la Rambla de Belén.

Fusilamiento de los liberales en la Rambla de Belén el 24 de agosto de 1824
El Manifiesto circunstanciado, publicado en 1824, sobre lo “ocurrido en la ciudad de Almería en los días 14 y 16 de Agosto con motivo de haber estallado la conspiración trazada por los enemigos del Rey y del Altar”, resaltó la bizarría y constancia en la “gloriosa defensa” de la ciudad que hicieron los hombres del Resguardo de Rentas Reales, a las órdenes de su comandante D. Manuel Zurita. “No hay pluma que encomie con perfección el elogio que respectivamente se merece cada uno de los que han presentado sus pechos a sus enemigos”.

[Continuará]