viernes, 19 de febrero de 2016

D. Pedro Berruezo Ayora (1800-1873). Parte I


D. Pedro Berruezo Ayora nació en Vera (Almería) el 31 de diciembre de 1800. Era el primer hijo varón del militar, hacendado, Cabo del Resguardo y Héroe de la Guerra de la Independencia D. Cleofás Berruezo de Aro y de su mujer Dña. Juana Ayora Guevara, hija del veterano militar y empleado de la Real Hacienda, D. Fernando Ayora Mellado.

Vino al mundo en una España oficialmente tranquila y en paz aunque temerosa de que los ecos de la revolución francesa calasen en las clases populares españolas y pusiesen en jaque a instituciones de tanto peso e importantes en el país como el clero y la Monarquía. Por ello, el Gobierno de Carlos IV decretaría en un primer momento el aislamiento respecto de Francia, y se movería en los años finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX entre una enemistad y amistad con la Francia nacida de la revolución.

En 1799 llegó al poder Napoleón Bonaparte y para sus intereses necesitaba la ayuda de España, particularmente de su Armada para hacer frente al poderío naval británico. Así pues, en 1801 ambas naciones firmaron el Convenio de Aranjuez, por el que las flotas de ambos países se unían contra Gran Bretaña.

De acuerdo con esta colaboración y amistad con la Francia Napoleónica, Godoy, valido de Carlos IV, declaró la Guerra al principal aliado del inglés en la península ibérica, Portugal. En la conocida como Guerra de las Naranjas de 1801, un conflicto breve y contundente, España tomó posesión de Olivenza y obligó a Portugal a que no permitiese el atraque de navíos británicos en sus puertos.

El 21 de octubre de 1805, se presentó la ocasión de golpear duramente la hegemonía británica en los mares, pero la escuadra combinada franco-española fue derrotada frente al Cabo de Trafalgar por la inglesa comandada por el Almirante Horacio Nelson. Este fracaso, donde lo más granado de la Armada Española fue sacrificado por la ineptitud del jefe de la escuadra, el Almirante francés Villeneuve, supuso para Francia una inesperada derrota naval en su lucha contra el inglés, pero para España supuso más que eso, ya que iniciaría el declive de su antaño poderosa flota, que quedaba huérfana de sus más aptos marinos.

Firma del Tratatdo de Fontainebleau en 1807
En 1807, el Gobierno de España, supeditado claramente a los intereses de Napoleón, firmó el Tratado de Fontainebleau, por el que España y Francia acordaban repartirse Portugal. Así pues, Godoy concedió derecho de paso por territorio español a las tropas napoleónicas que tenían como meta la ocupación del país luso. Sin embargo, los hechos que se derivaron de esta entrada de soldados franceses en España son por todos conocidos y dio comienzo la afamada Guerra de la Independencia (1808-1814). Un conflicto armado, donde gracias a la raza irreductible y conquistadora del pueblo español se pudo defender la honra, honorabilidad e independencia de la Nación. España demostró al mundo que el glorioso ejército de Napoleón no era invencible y señaló al orbe que entre los Pirineos y Gibraltar se encontraría la tumba de Napoleón y sus pérfidos acólitos.

Regresando a nuestro biografiado, Don Pedro Berruezo era un mozalbete de unos 10 años cuando la Guerra de la Independencia llegó al levante almeriense. Maduro y curtido por la necesidad del momento, vería la crueldad y la vileza de que es capaz el ser humano en una guerra sin cuartel y sumamente violenta. Su padre, al lado del pueblo, combatía ferozmente a los franceses, por lo que es muy probable que Don Pedro sirviese de enlace entre su padre y su casa o como correo valija. Además de ser el hombre de su casa, hasta donde su pequeña edad comprendía, en las ausencias de su valiente padre.

Terminado el conflicto bélico contra el francés y vuelta la aparente normalidad al país, Don Pedro Berruezo tuvo una adolescencia acomodada en el seno de una familia con posesiones repartidas por los municipios de Turre, Bédar, Vera, etc.

Siguiendo los pasos de su padre como funcionario de la Real Hacienda, el 1 de febrero de 1824 ingresó en Almería en el Resguardo de Rentas.

El 7 de agosto de 1824, Don Pedro Berruezo tuvo una actuación muy destacada en la lucha contra el contrabando, ya que logró capturar 70 “cargas de fraude” que transportaban en 13 caballerías unos conocidos defraudadores, por lo que fue felicitado por sus superiores. Este gran alijo apresado estaba relacionado con los preparativos de una rebelión liberal que se estaba tramando de manera inminente en Almería, y que contaba con la colaboración de contrabandistas.

Soldado "colorao". Almería, 1824.
La Expedición de los Coloraos, como es popularmente denominada por el color rojo de las casacas que llevaban, fue un fallido intento insurreccional liberal que trató de irrumpir en España a través de Almería. Fue promovida por los emigrados liberales de la Sociedad de Caballeros Comuneros, que operaba en Gibraltar desde la caída del régimen constitucional en 1823, aunque como definía la propaganda absolutista a sus participantes, eran hombres “sin leyes, sin religión, sin gobierno, sin soberanos, sin temor a castigos, ni suplicios, siempre agitados y dispuestos a tomar las armas contra los verdaderos hijos de la patria, para saquearlos y exterminarlos, alimentándose con la gloria de ver correr la sangre de sus hermanos, y cuando no hubiese quedado con un país que satisfacer su codicia y su zaña fiera, llevar a otro la desolación; semejante generación de hombres tan perversos, peores que los Nerones y Atilas, despreciando la clemencia de un Rey, que los ha mirado como un tierno Padre a sus hijos, conservan en su corazón un veneno mortífero, con que maquinaban el plan más sanguinario”.


Almería, enterada de la más que posible llegada a su puerto de un cuerpo revolucionario y previniendo probables apoyos internos, publicó un bando para que los militares foráneos no ocupados en servicio que se encontraban en la ciudad marchasen a sus casas, así como la expulsión de los civiles que llevasen empadronados menos de tres años. Asimismo, todos los vecinos que hubiesen pertenecido a la Milicia Nacional deberían entregar las armas. El Gobernador militar, de acuerdo con el Ayuntamiento de Almería, ordenó a las Fuerzas del Orden la defensa y vigilancia de la ciudad ante posibles reuniones o movimientos sospechosos de traición al Rey Fernando VII. Los defensores estaban compuesto por un escaso número de Voluntarios Realistas, Inválidos, Dependientes del Resguardo de Rentas Reales (entre los que se encontraba Don Pedro Berruezo Ayora) y vecinos afectos a la causa absolutista del Rey. A todos ellos, como dijo más tarde la propaganda de la época, les unía “el espíritu y amor a la Real persona de S.M. que reina en sus corazones.”

Pablo Iglesias
Líder de la fallida insurrección liberal
Finalmente, las sospechas se convirtieron en realidad. A las tres de la madrugada del 14 de agosto de 1824, se acercó cañoneando a Almería un bergantín acompañado de un falucho, a lo que contestaron con bravura las baterías de la ciudad. En estos buques iban unos 50 hombres uniformados y armados a las órdenes del Coronel D. Pablo Iglesias, que no les quedó otra que desembarcar a unos 6 kilómetros de la ciudad.

Los “enemigos del Rey” establecieron su Cuartel general a unos 30 Km de Almería, en Huécija, donde reunieron una considerable fuerza de más de 400 soldados y 80 caballos con los que marcharon sobre la ciudad. Ante estos alarmantes hechos, el Gobernador militar de Almería, viendo ciertos movimientos afectos a la causa revolucionaria y queriendo asegurar la lealtad total de la plaza, condujo a prisión a todos los sospechosos que presumiblemente simpatizaban con la causa invasora. Asimismo, ante la inminente llegada de los revolucionarios a la ciudad dijo: “no temamos hijos leales de Almería, la victoria será nuestra, si al amor que tan vivamente arde en nuestros pechos por la defensa de los sagrados derechos de la persona de S.M. y de nuestro patrio suelo, unimos como primero y principal objeto el de la Religión de Jesucristo que siguieron nuestros padres”.

El 16 de agosto llegaron los sublevados a la puerta de Purchena de la amurallada Almería al grito de ¡Viva la Constitución!, y tratando de que el miedo y la confusión asolara a los de Almería exclamaban: ¡Ya estamos aquí!¡Salgan los hombres libres! En respuesta atronadora a los atacantes, los valientes defensores, entre los que se encontraba D. Pedro Berruezo, gritaban a pecho henchido ¡Viva el Rey! A lo que los revolucionarios contestaban ¡muera y viva Riego y la libertad! Finalmente, tras horas de batalla, donde los asaltantes intentaron acceder por diversos puntos a la ciudad, fracasaron en la toma de Almería y sufrieron cuantiosas bajas. Los “infames enemigos de Su Majestad” se retiraron a Benahadux y a otras poblaciones en su huida donde fueron derrotados y apresados 31 hombres. El 24 de agosto de 1824 fueron fusilados casi todos ellos en Almería, en la Rambla de Belén.

Fusilamiento de los liberales en la Rambla de Belén el 24 de agosto de 1824
El Manifiesto circunstanciado, publicado en 1824, sobre lo “ocurrido en la ciudad de Almería en los días 14 y 16 de Agosto con motivo de haber estallado la conspiración trazada por los enemigos del Rey y del Altar”, resaltó la bizarría y constancia en la “gloriosa defensa” de la ciudad que hicieron los hombres del Resguardo de Rentas Reales, a las órdenes de su comandante D. Manuel Zurita. “No hay pluma que encomie con perfección el elogio que respectivamente se merece cada uno de los que han presentado sus pechos a sus enemigos”.

[Continuará]


domingo, 14 de febrero de 2016

Los hijos de Don Diego Burruezo Ayora


Don Diego Burruezo Ayora contrajo matrimonio con Dña. Amalia Abad y Palau (1828-1885), natural de Valencia e hija del médico cirujano D. Hilario Abad Cibera. El matrimonio tuvo lo siguientes hijos:

Dña. Amalia Burruezo Abad  nació en Turre (Almería) el 14 de julio de 1844. Falleció soltera y sin hijos en Madrid a principios de junio de 1905.

Nota de La Correspondencia de España (Madrid, 4/6/1905)

D. Baldomero Burruezo Abad nació en Baza (Granada) el 29 de agosto de 1847. Se sabe que fue Oficial de la Contaduría Central de la Isla de Cuba en la década de 1870. Precisamente, en esta provincia española de ultramar fallecería su madre el 30 de julio de 1885, siendo enterrada en el Cementerio de Cristóbal Colón de la Habana. No se tienen más datos.

Dña. Victoria Burruezo Abad nació en Requena (Valencia) el 23 de julio de 1851. Falleció en Madrid el 18 de junio de 1880 víctima de tisis a la edad de 28 años. Estaba casada con D. Melchor Cantín Lorca. No tuvo hijos.

D. Fernando Burruezo Abad nació en Requena (Valencia) el 30 de mayo de 1854. Sin más datos.

Dña. María del Mar Burruezo Abad nació en Madrid el 5 de septiembre de 1862. Se casó en primeras nupcias en Madrid el 11 de octubre de 1890 con el estudiante de Derecho D. José María Zoraya y Jon, hijo del notario D. Juan Zoraya. Este matrimonio duraría apenas tres años, ya que su marido falleció de manera inesperada en 1893. No tuvieron hijos. En segundas nupcias Doña María del Mar contrajo matrimonio con el afamado jurista D. Augusto Fernández-Victoria y Cociña. No tuvieron descendencia. Falleció en Madrid el 16 de julio de 1932, a los 69 años.

Esquela publicada en el ABC (Madrid, 13/2/1929)

D. Diego Burruezo Abad nació en Madrid el 15 de septiembre de 1865. Sin más datos.

Concluye esta entrada con la esperanza de poder contactar en el futuro con alguno de los descendientes de estos hijos.


viernes, 12 de febrero de 2016

D. Diego Burruezo Ayora (1810-1874). Parte II


Como ya contábamos en la parte I de su biografía, el 27 de octubre de 1841 fue nombrado Oficial 9º de la Administración Principal de Correos de Barcelona. Asimismo, el 2 de octubre de año siguiente fue ascendido por orden de S.M. La Reina a Oficial 8º.

Jamancios. Barcelona, 1843
En estos primeros años de la década de 1840, Barcelona se veía inmersa en una ola de revoluciones de carácter progresista y a las que D. Diego Burruezo no fue ajeno. La Jamancia fue una insurrección de corte liberal del ala más radical del republicanismo catalán que se produjo en agosto de 1843  al sentirse engañados con los prometidos objetivos democráticos y de reforma social que el General Prim les había manifestado para que Barcelona apoyara el pronunciamiento contra el Regente Espartero durante el mes de mayo anterior, y que creyeron fue una simple estratagema para que se unieran al movimiento revolucionario. Unos cuantos empleados de Correos de Barcelona apoyaron la insurrección, entre ellos Don Diego, que fue nombrado segundo al mando de la sublevada Administración General de Correos de la ciudad condal. Finalmente, Prim fue el encargado de reprimir la revuelta, que duró hasta el mes de noviembre, y la ciudad fue duramente bombardeada desde el castillo de Montjuic, aunque recientes estudios indican que la orden no provino del mencionado General, sino del Capitán General de Cataluña, D. Laureano Sanz.

Por su participación en dicha revuelta, Don Diego Burruezo fue represaliado y cesó, a principios de octubre de 1843, como empleado del ramo de Correos por mandato del Gobierno Provisional de España. En esta situación se encontró durante toda La Década Moderada (1844-1854). Ante esta realidad de desempleo, regresó al levante almeriense a finales de 1843, donde pudo abrazar nuevamente a sus hermanos y visitar la tumba de sus padres, ya que desde 1830 permanecía fuera de su casa natal. En los años que permaneció en el levante de Almería, se asoció a la Casa Comercial que su hermano D. Manuel Berruezo estaba levantando en Garrucha. Así pues, se compró una casa en este municipio (entonces todavía pedanía de Vera) y se introdujo en la naciente inversión minera, que empezaba a producir enormes beneficios a aquellos que se adentraban en este sector. Se conoce que fue, al menos, accionista de la Mina Misericordia (1845), situada en Sierra Almagrera (Cuevas del Almanzora), y Vicepresidente de la Sociedad que pretendió explotar la Mina Seis Hermanos, situada en la misma Sierra, constituida por su hermano Don Manuel Berruezo Ayora en 1843.

En el verano de 1854, Don Diego Burruezo se encontraba en Madrid, procedente de Requena (Valencia), donde algunos de sus hijos habían nacido. En la capital del Reino participó activamente en la revolución, conocida como la Vicalvarada, que puso fin al gobierno de los moderados y dio paso al llamado Bienio Progresista (1854-1856). Don Diego, tirando de su veteranía como Teniente retirado de Caballería y su afinidad ideológica con los liberales progresistas, se puso rápidamente al servicio de los sublevados, que triunfaron. Por su actuación en dicho Levantamiento Nacional, fue agraciado en 1855 con el nombramiento de Capitán de Caballería por la Reina Isabel II, auspiciado por el General D. Leopoldo O’Donnell.

Llegados los progresistas al poder y, por tanto, cambiado el signo político del gobierno que lo había represaliado, Don Diego solicitó en agosto de 1854 el reingreso como funcionario. Así pues, el 12 de septiembre de dicho año, mediante Real Decreto, la Reina Isabel II lo nombró Oficial 3º de la Administración Principal de Correos de Lérida. Iniciaba de nuevo su carrera profesional, llegando a ostentar en la década de 1860 el importante empleo de Administrador de las estafetas ambulantes del ferrocarril del Norte y de la de Madrid-Barcelona. Las estafetas ambulantes eran los trenes correos.

Finalmente, Don Diego Burruezo Ayora falleció en Madrid el 2 de mayo de 1874, a la edad de 63 años. En la conmemoración del día del inicio de la Guerra de la Independencia expiró aquel que vino al mundo en el transcurso de la misma, casualidades de la vida. Se le dio sepultura en el cementerio de la Sacramental de San Lorenzo de la capital. Concluía la vida de un destacado miembro familiar, de un hombre de su tiempo comprometido con la causa liberal y el progresismo.

Como homenaje póstumo a este célebre personaje dejemos la melodía del Himno de Riego, que tanta significación debió tener para él, aquel himno monárquico constitucional de la época fernandina que cantaban los bravos soldados isabelinos en sus marchas durante la Primera Guerra Carlista y que fue el ritmo que exaltaba el corazón de las revoluciones populares. 



sábado, 6 de febrero de 2016

D. Diego Burruezo Ayora (1810-1874). Parte I


Don Diego Burruezo Ayora nació en Vera (Almería) el 4 de diciembre de 1810. Era hijo del militar, hacendado, Cabo del Resguardo y héroe de la Guerra de la Independencia, Don Cleofás Burruezo de Aro y Doña Juana Ayora Guevara, hija del veterano militar y empleado de la Real Hacienda D. Fernando Ayora Mellado.

Vino al mundo en una época difícil, en plena Guerra de la Independencia. Era un momento delicado, su padre combatía con furia española a los pérfidos gabachos a través de las escarpadas Sierras de la Andalucía Oriental, mientras su madre, sufrida esposa, sacaba adelante a una extensa prole con el continuo temor de que los franceses prendieran o mataran a algún miembro de la familia como escarmiento si descubrían que el patriarca era un destacado patriota contra el invasor francés.

Terminada la Guerra de la Independencia en 1814 y vuelta la aparente normalidad a España, Don Diego se crio en el seno de una familia acomodada, ya que los Berruezo disfrutaba de una posición holgada con tierras en Turre, Bédar, etc.

Caballería de Línea en 1830
El 27 de marzo de 1830, a los 19 años, fue quintado por el Ejército, sentando plaza el 21 de agosto como soldado en el Regimiento de Caballería 1º del Rey de Línea. Fue el inicio de una fulgurante carrera militar que le llevará a la oficialidad y a ser hombre de confianza y gran estima para sus superiores.

El 29 de septiembre de 1833 moría Fernando VII, uno de los monarcas más denostados por la Historiografía. Su muerte dio inicio a un problema sucesorio que derivaría en una cruenta guerra civil entre los partidarios de Isabel, la hija del soberano fallecido, y el hermano de éste, Carlos María Isidro, que no aceptaba la Pragmática Sanción de 1830 por la cual su sobrina sería la nueva Reina. Se enfrentaron las dos Españas, pasado frente a futuro, la tradición frente al progreso, los absolutistas de Carlos frente a liberales de Isabel.

Cruz de Isabel II
Nuestro biografiado se encontraba desde 1832 en Valencia sirviendo con su Regimiento cuando España estalló por los aires. Daba comienzo la Primera Guerra Carlista (1833-1840).

En 1834, Don Diego Burruezo ostentaba ya galones de Sargento 2º de la 2ª Compañía del Regimiento de Caballería de Línea 1º del Rey. Además lucía sobre su pecho la Cruz de Isabel II, conocida oficialmente como Cruz de María Isabel Luisa. Esta condecoración fue establecida por Fernando VII mediante el Real Decreto de 19 de marzo de 1833 y se instituía por el deseo del Monarca de “dar a las tropas de todas las Armas de mi Ejército y las de mi Real Armada, en la solemne y fausta ocasión de la jura de mi muy querida Hija primogénita, como Princesa heredera de la Corona, a falta de varón, una muestra de mi real benevolencia y del aprecio que me merecen las continuas e inequívocas pruebas que recibo de su acendrado amor y lealtad a mi real persona, a la de la Reina, mi muy cara y amada Esposa, y a los legítimos derechos de mi directa descendencia”.

En junio de 1835 se encontraba ya sirviendo en campaña con su Regimiento en Castilla la Vieja. El 19 de agosto de dicho año se halló en la importante acción de Almarza (Soria), donde sirviendo a las órdenes del Coronel Mir derrotaron a las tropas carlistas del afamado Cura Merino.

A finales de enero de 1836 pasó a servir encuadrado en el Ejército del Norte, participando en todas las acciones que efectuó este contingente. Se halló en el memorable levantamiento del Sitio de Bilbao de 1836, distinguiéndose sobremanera por su valor, arrojo y fuerte compromiso con la causa liberal en los meses que duraron las operaciones militares, que propiciaron el nuevo fracaso carlista por conquistar la capital vizcaína. Tanto fue así que las Cortes declararon a D. Diego Burruezo Ayora Benemérito de la Patria el 14 de enero de 1837, esto es la consideración de Héroe Nacional en recompensa por los servicios extraordinarios en favor de España que desarrolló en el levantamiento del dicho Sitio.

Medalla conmemorativa del Sitio de Bilbao de 1836
(http://www.acsearch.info/search.html?id=1511569)

Asimismo, se halló en la acción de Aránguiz en diciembre de 1836 y juró “la Constitución política de la Monarquía”, de acuerdo con el Real Decreto de 14 de Agosto de 1836 por el cual la Reina Regente establecía la Constitución de 1812.

D. Baldomero Espartero
El 10 de marzo de 1837  D. Baldomero Espartero, General en Jefe del Ejército del Norte, salió de Bilbao en dirección hacia Durango. En el camino, en los altos de Santa Marina, en las inmediaciones de Galdácano, se topó con un grueso contingente carlista bien atrincherado y dispuesto a cortarle el paso al bravo general isabelino. Espartero, confiado en la bravura de sus hombres, entre los que se encontraban Don Diego Burruezo, decidió lanzarse a combatir temerariamente para abrirse camino. Al frente de la vanguardia marchó el General presto a derrotar a “los enemigos de la libertad”. Espartero, herido en el brazo, consiguió desalojar a los carlistas de las alturas de Santa Marina, replegándose éstos a Galdácano, donde serían nuevamente derrotados. Don Diego Burruezo, que se distinguió notablemente en estas acciones fue felicitado y ascendido, sobre el campo de batalla, a Sargento 1º por el mismísimo Espartero. Este gesto de consideración hacia su persona, impactaría enormemente a Don Diego y años más tarde bautizará a su primer hijo varón con el nombre del insigne general liberal.

Dos meses más tarde, el 15 de mayo, Don Diego Burruezo, a las órdenes de Espartero, participó en la importante toma de Hernani, donde unos derrotados carlistas se retiraron a la línea de Andoain, evacuando Oyarzun, y dejando a su suerte a Irún y Fuenterrabía. Asimismo, el 3 de octubre de 1837 se halló en la acción de Alcanadre, donde hirieron a su caballo.

A finales de abril de 1838 pasó a la 6ª Compañía por disposición de su Jefe.

El 16 de Febrero de 1839 Su Majestad la Reina tuvo a bien nombrarlo Alférez de la 2ª Compañía del Regimiento Navarra 7º de Caballería Ligera y pasó a prestar servicio de campaña encuadrado en el Ejército de Cataluña.

El 20 de enero de 1840, a las órdenes del General D. Jaime Carbó, participó en la conocida acción contra los carlistas en las breñas de las Timbas, donde fueron derrotados tres mil infantes y más de un centenar de jinetes enemigos. Algo más de un mes más tarde, en la noche del 10 al 11 de marzo se halló en el ataque por sorpresa que hicieron los isabelinos a la población de Alpens (Barcelona), lugar de las oficinas de intendencia, reparto y cobro de contribuciones, juzgado, gobierno militar y factorías carlistas. Todo fue confiscado o destruido por los liberales, ocasionando un gran daño al carlismo.

Lancero carlista abatiendo jinete isabelino
Asimismo, Don Diego Burruezo se halló en la importantísima Batalla de Peracamps, desarrollada en los días 24, 26 y 28 de abril de 1840. Este combate fue el más importante que se desarrolló en toda la Primera Guerra Carlista en Cataluña y enfrentó a un gran contingente de hombres por ambos bandos. Esta decisiva victoria liberal sentenció definitivamente la derrota de los carlistas en la guerra y no hubiera sido posible sin la formidable, valiente y temeraria actuación de los 700 jinetes de la caballería isabelina que demostraron su bravura. Nuestro biografiado se distinguió de manera sobresaliente en esta batalla al mando de su Compañía. Incluso fue muerto su caballo en el fragor de la batalla, lo que no medró la valentía de Don Diego, ya que persiguió y acosó sin descanso, en los meses siguientes, a los carlistas hasta expulsarlos a Francia. Su sobresaliente actuación en la Batalla de Peracamps le valió el ascenso a Teniente de manos del Capitán General de Cataluña, D. Antonio Van Halen.

Desde finales de julio de 1840 permaneció en los cuarteles de Gerona y Barcelona, haciendo los servicios de su clase.

Finalmente, terminada la Primera Guerra Carlista, fue baja en el Ejército el 30 de noviembre de 1841 por haber sido nombrado, el 27 de octubre, Oficial 9º de la Administración de Correos de Barcelona. Concluía así más de 10 años al servicio de España con las armas, defendiendo, con riesgo constante de su vida, el progreso y la causa liberal en el país.

[Continuará]


viernes, 1 de enero de 2016

Año nuevo y siglo nuevo en Garrucha (1901)


Cabecera de El Eco de Levante (Garrucha, 12 de enero de 1901)

La edición del periódico garruchero El Eco de Levante del 12 de enero de 1901 fue especial, ya que era el primer número del naciente siglo XX. Para celebrar tal efeméride, se publicó un ejemplar extenso de nueve páginas, cuando lo normal eran sólo cuatro. En este histórico número colaboraron diversas personalidades de la vida social de Garrucha elaborando artículos relativos a la venida del nuevo siglo. Algunas de estas personas fueron: D. Juan Francisco Berruezo Torres, D. Jorge Clifton Pecket, D. Bartolomé Lasala, D. José Jesús García Gómez, D. Pedro Cervantes Salas…

Como era obvio, la redacción de El Eco de Levante también hizo lo propio. Así, el director D. José Bueno y los redactores D. Pedro Gea, D. Antonio Lacal y D. Bernardo Berruezo publicaron bellos y curiosos escritos conmemorando la muerte del siglo XIX y el nacimiento del XX.

Digno de reproducir serían cada uno de estos artículos, pero como el objetivo principal de este blog es la difusión de la familia Berruezo, se transcribe en esta ocasión el que tributó el conocido y popular periodista garruchero Don Bernardo Berruezo Gerez. (El que redactó D. Juan Francisco Berruezo Torres puede verse en: Garrucha en el siglo XIX, por Berruezo Torres)

POR FIN
Sí, señores, por fin acabó el siglo XIX, llamado de las luces, a pesar de que por esta tierra hemos permanecido entre tinieblas.
Yo no he conocido nada más que la vejez del pasado siglo, y comprendo que si viejo era tan perverso, ¡qué haría en la época de sus travesuras! Sus últimos años no han podido ser más desastrosos, sin duda porque el viejo ladino estaba ya chiflado, y todo eran desatinos.
Quizá sea exagerado juzgando a los cien años que terminaron hace pocos días. Pero “cada uno habla de la feria según le va en ella”, y si el vecindario de Villajoyosa se muestra muy agradecido a la despedida que le ha hecho el difunto siglo, yo en cambio, tengo que alegrarme de su fin, porque ya agonizante, en sus últimos veinte días, por poco me lleva con él, el muy bribón, en vez de dejarme un premio de la Lotería para que honrara su muerte.
Ya ha tomado posesión el siglo XX. ¿Qué nos traerá?
¡Quién es capaz de adivinarlo! ¡Métase V. a profetizar lo que pasará en mil doscientos meses!
A falta de esto, cada cual propone cómo debe ser la vida, cómo deben ser las leyes, etc. etc. en el nuevo siglo, y no han faltado hombres de “talla” que hasta han llevado algunas reformas de innegable importancia, como sucede con las nuevas esferas de los relojes que ha “creado” el Sr. Dato.
Yo también me creo con derecho a opinar del modo que el “joven centenario” llegaría a ser un perfecto caballero y una persona decente. Y como ese derecho me lo tomo, si no me lo dan, atiéndame el “nene”, y tome en consideración estos consejos, que al fin y al cabo no son desatinados y pueden hacerle simpático y otras muchas cosas contrarias a lo que fue su antecesor.
«Tu primera y principal misión debe ser hacer que inmediatamente se construya el ferrocarril de Lorca a Almería. Una vez comenzada tu vida con tan hermosa y redentora obra, seguirás tu campaña de regeneración inutilizando políticos de la clase que creó tu papá (q.e.p.d.); siembra con buena mano la paz en el seno de esta desdichada nación; extirpa la reacción que ya asoma su dañina forma; establece la deseada Unión Hispano-Americana y que se abracen los hermanos tanto tiempo distanciados; publica con fe las virtudes que llevan consigo la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad, y no dejes de vigilar lo del casamiento de la Princesa con el de Caserta, por si conviene apadrinarlo o impedirlo, sin olvidar que esto puede guardar mucha relación con lo de la paz en el seno de España.»
«¡Ah!, que no olvides dedicar una rato a eso de la reconstitución de la Marina, y con las colonias que nos quedan puedes hacer por mi parte lo que mejor te parezca.»
«Si tu tierno corazón no te permite maltratar con azotes a los políticos de oficio para hacerles desaparecer, mándalos a nuestra nuevas posesiones de África, y que instalen allí fábricas de presupuestos, que si les salen tan refinados y perfectos como lo que aquí han hecho se los pagarán bien las Naciones extranjeras.»
«Debuta en esa forma, y no temas a las malas lenguas, que se previenen contra ti, porque has nacido en martes. Esa es una superstición legada por el papá, y por ende descabellada.»
¡Lo grave habría sido que empezaras en 13!
Bernardo Berruezo
(El Eco de Levante, Garrucha,  12 de enero de 1901)

D. Bernardo Berruezo Gerez
Col. José Berruezo García
Cortesía Juan Antonio García Berruezo
El artículo de Don Bernardo destila regeneracionismo, como era de esperar por su pensamiento y contexto histórico. Conviene recordar que tenía 26 años cuando lo escribió y ya era uno de los políticos y periodistas jóvenes más prometedores del municipio. Caudillo del regeneracionismo garruchero, puso su pluma al servicio de la defensa de las causas sociales y económicas redentoras del levante almeriense, desde una ideología republicana. Porque como ya se ha mencionado en otras ocasiones, creía que sólo a través de la República podría redimirse la Patria tras el Desastre del 98.

En su simpático escrito hace una mención sarcástica del siglo XIX, donde España fue desangrada sucesivamente por la Guerra de la Independencia, las Guerras de Emancipación Americanas, las Tres Guerra Carlistas, la Guerra de los Diez Años, la Guerra Cantonal… y la fatídica y desastrosa Guerra de Cuba de 1898, que tanto conmocionó a la sociedad española.

Como buen regeneracionista, D. Bernardo Berruezo, solicita al nuevo siglo la realización de la gran obra redentora del levante almeriense: la construcción del ansiado ferrocarril de Lorca a Almería. Además, le pide a la naciente centuria que haya paz en España, que libre a la nación de los malos políticos, que permita el progreso conteniendo la reacción, que la Patria sea un país de iguales, libres y fraternos, que se produzca la unión de España con los países hispanoamericanos, ya que buena parte de la esencia de la Nación Española reside también en sus hermanos americanos. Sin América no se entiende España ni España se entiende sin América. Como dijo Valle Inclán: España no está aquí, está en América, o como comentó en el mismo sentido García Lorca: El español que no ha estado en América no sabe qué es España. Tampoco se olvida Berruezo en su artículo de la reconstrucción de la Armada Española tras el Desastre del 98.

Sin lugar a dudas, aquellos prohombres de principios del siglo XX, comprometidos con la regeneración, tenían una fuerte esperanza en que la nueva centuria traería consigo el desarrollo y progreso de España, en general, y de Garrucha, en particular.  

Como suele decirse, la esperanza es lo último que se pierde, pero a la vista de nuestros ojos y del tiempo transcurrido, ya sabemos que Garrucha sufrió un duro y cruel siglo XX. El municipio padeció un gran retroceso económico y demográfico que lo dejó prácticamente irreconocible, si lo comparamos con su esplendor en el último tercio del siglo XIX. Además, conocido es lo que deparó al país y a Europa buena parte del siglo XX: Sangre, sudor y lágrimas.