Reconstrucción aproximada de la Ferrería San Ramón de Garrucha en base a registros fotográficos. (Ilustración elaborada por Juan Antonio Soler Jódar) |
En el último número (nº 35,
julio-diciembre 2020) de la revista científica De Re Metallica, editada por la
Sociedad Española para la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero, los
investigadores José Berruezo García y Juan Antonio Soler Jódar han publicado el
artículo La Ferrería San Ramón de
Garrucha (1860-1864). Nuevo enfoque al estudio del único alto horno de Almería.
En el mismo los autores abordan los diferentes factores que condujeron al
cierre del alto horno instalado por Ramón Orozco en Garrucha (Almería) entre
1860 y 1864. Se analizan las características técnicas de la ferrería, las minas
de procedencia del mineral de hierro disponibles, los problemas con la calidad
de los hierros forjados, el mercado para sus productos y se establecen
comparativas entre los costes de combustible y mineral de hierro con otras
siderurgias contemporáneas.
Teniendo como base el análisis
que realizó hace casi 40 años el Catedrático D. Andrés Sánchez Picón sobre el
Martinete de Garrucha en su libro La
minería del levante almeriense 1838-1930. Especulación, industrialización y
colonización económica, los autores proponen en su artículo un enfoque
alternativo al estudio del alto horno fundamentándose en nuevas aportaciones
archivísticas, bibliográficas y de trabajo de campo. En el mismo los
investigadores argumentan que la disponibilidad de mineral de hierro para el
funcionamiento de la ferrería no fue problema, pues la llegada por comercio de
cabotaje de pequeñas cantidades de mineral de mayor ley y, sobre todo, la
producción de diversas minas de hierro existentes en la época en el desconocido
coto minero de Garrucha (descrito por los autores por primera vez en 2019)
habrían bastado para cubrir las necesidades de esta materia prima, al menos
durante el escaso tiempo que estuvo en activo el Martinete. Igualmente, los
autores consideran poco probable que las minas de otros cotos vinculadas a la
sociedad que regía la Ferrería, es decir, las concesiones mineras ubicadas en
Mojácar, Carboneras, Pulpí o Bédar llegasen a nutrir al alto horno, pues
analizados los costes de transporte por tierra desde estos lugares se ha constatado que eran demasiado altos en comparación con el coste del mineral procedente de las minas de Garrucha y el traído mediante cabotaje, por lo que a la compañía no le habría interesado económicamente. Asimismo, y como argumentan los autores, la explotación
de las minas de aquellos lugares en esos años estaría justificada por la conocida
exportación de mineral de hierro a destinos europeos, mientras que en Bédar,
más alejada de la costa, los trabajos estarían enfocados a la obtención de
manganesa y carbonatos de hierro, usado este último como fundente en las
fundiciones de plomo de la época, pues todavía no existía un medio de
transporte hasta Garrucha que hiciera viable económicamente la explotación de
los ricos criaderos ferruginosos bedarenses como mena de hierro. Además de que,
como ya se ha dicho, las minas garrucheras cubrirían de manera suficiente las
necesidades mayoritarias de mineral del alto horno en aquellos primeros momentos.
Descartado el abastecimiento de
mineral de hierro como uno de los factores que motivaron el cierre de la
Ferrería San Ramón, los autores constatan que el mayor problema fue el precio,
calidad y disponibilidad del combustible. Pese a ser un moderno alto horno de
coque metalúrgico, la imposibilidad de obtener coque y hulla a precios más
ventajosos que la competencia fue determinante en el fracaso de esta industria.
Además el uso de un coque no adecuado (en la época aún se estaba lejos de
comprender bien los procesos físico-químicos que acontecían en el horno) para
el tipo de fundición, reportaría en una obtención de hierro de baja calidad y
un exceso en el gasto de hulla en las operaciones de afino, lo que le restaría
la ventaja tecnológica que suponía el moderno alto horno y, por tanto, una
merma de la competitividad en el mercado. Por ello, si Orozco hubiera
conseguido ajustar correctamente las mezclas de mineral con el combustible
adecuado para obtener un producto de calidad aceptable, el Martinete garruchero
podría haber sido un rival temible, al menos en lo que respecta a su
competencia más cercana, el alto horno de Heredia en Málaga. Sin embargo, esto
no llegaría nunca a ocurrir, pues la entrada en liza de las siderurgias
asturianas, que combinaban una moderna tecnología y una gran accesibilidad al
combustible, sentenció a la ferrería San Ramón, apagando su alto horno en 1864.
Este apagado también se vio favorecido por la relajación de los aranceles
protectores de los hierros españoles, que había hecho sucumbir de igual manera
a otras fundiciones. No obstante, parece que Orozco no se rindió del todo, pues
se ha podido recoger una interesante noticia en una carta comercial de Manuel
Berruezo Ayora (propietario de la mayoría de las minas de hierro de Garrucha y
con el que Ramón Orozco debió llegar a acuerdos para el suministro de mineral a
la Ferrería) donde informa a unos empresarios de Barcelona en fecha tan tardía como 1870 que el Martinete había vuelto a funcionar. Quizás esta reactivación
estuviese relacionada con la Ley arancelaria de 1869, que rebajó un 85% el
arancel que pesaba sobre el carbón mineral y el coque, aunque por el momento
este inédito reencendido no ha podido ser confirmado por otras fuentes
documentales.
Igualmente es destacable el
análisis que se hace en el artículo de la amplitud de mercado que tuvo la
ferrería, pues hasta ahora se consideraba que el mercado de la ferrería se ciñó
a las necesidades de utillaje de la industria minera cercana y a la fabricación
de útiles de hierro forjado para la agricultura de su entorno. Aunque se
constata en la reciente publicación que la ferrería cubría la mayor parte de
las necesidades de hierro de la zona, la industria garruchera tuvo como fuente
principal de sus ingresos la venta de su producción en el mercado nacional,
como se constata en los registros de salida de su producción por comercio de
cabotaje, por lo que su interés comercial fue más allá del local, como lo
prueban además el establecimiento de almacenes en Almería capital y Madrid
donde se ofrecían multitud de sus productos. También es evidente el interés que
mostró la ferrería por los mercados internacionales, como lo evidencia la
promoción del Martinete y sus minerales en la Exposición Universal de Londres
de 1862, un buen escaparate para captar potenciales clientes extranjeros, y
alguna exportación a Reino Unido, peticiones de manufactura extranjera que
podrían haberse visto favorecidas por el arribo continuo de buques británicos a
Garrucha y que quizás podrían haberse visto aumentadas si los factores ya
comentados no hubieran provocado el cierre de la ferrería San Ramón.
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