lunes, 31 de julio de 2017

Garrucha y la epidemia de tifus de 1929



Panorámica de Garrucha a principios de siglo XX. Fot: F. de Blain
(http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6217&fullsize=1)

A principios del siglo XX, se estima que el 70% de la población de Garrucha pertenecía al estamento proletario, mientras que el 30% restante se repartía en una pequeña clase media  y una minoritaria alta burguesía que se había hecho rica al calor de la minería y el comercio. Mientras estos últimos vivían en las principales calles de la población, los llamados «pobres» vivían en los barrios altos y las cimbras abandonadas del Martinete y San Jacinto, donde se hacinaban en condiciones miserables e insalubres, proclives a padecer todo tipo de enfermedades. Por ello, cualquier caso de cólera, sarampión, gripe, etcétera, corría el riesgo de convertirse en una pandemia que asolara a todo el vecindario, donde miles de personas vivían en una pequeña localidad que se ciñe, esencialmente, a un compacto y estrecho casco urbano.

Dada la vulnerabilidad epidemiológica del municipio, el Ayuntamiento de Garrucha,  a través de su Junta de Sanidad y sus competentes médicos municipales, siempre tuvo mucho celo en evitar o contener cualquier tipo de enfermedad infecciosa que pudiera suponer un riesgo para la salud pública.
 
A lo largo del siglo XIX fueron varios los casos en los que Garrucha eludió, gracias a las medidas sanitarias tomadas, la llegada o el contagio de graves enfermedades, como por ejemplo la conocida epidemia de cólera morbo que afectó a otros municipios del levante almeriense en 1860 o 1885. Sin embargo, a veces, y pese a todos los medios puestos en juego, se producían epidemias. Tal fue el caso de la famosa gripe española de 1918, que dejó en Garrucha la terrible cifra de 224 fallecidos, es decir, perecieron 5 de cada 100 habitantes.

En 1929 el municipio se enfrentó a una nueva calamidad. En abril de ese año se detectaron, en tres casas de familias desfavorecidas, cuatros casos de tifus exantemático. Rápidamente, el Ayuntamiento de Garrucha, aconsejado por el Inspector Municipal de Sanidad, don Trino Torres Giménez, acordonó las viviendas, con guardia permanente, para evitar que nadie penetrara ni saliera de ellas. Una vez aisladas, y siguiendo las indicaciones de Torres, se procedió al despiojamiento de los enfermos y sus familias, se desinfectaron las viviendas e incluso se hirvieron las ropas de todas las personas que vivían en las casas afectadas. Asimismo, la Municipalidad solicitó la ayuda de la Brigada de Desinfección del Instituto Provincial de Higiene.

El médico D. Trino Torres Giménez. Hacia 1910
(Extraída de Memoria histórica, fotográfica y documental de Garrucha 
(1861-1936).  Vol. II. Ed: Ayto. de Garrucha. Autor: Juan Grima. 
Documentalista: Salome del Moral)
Don Trino Torres, en su calidad de Médico Inspector Municipal, investigó el posible origen de la enfermedad, que se había dado en una mujer y tres niños, y determinó que se debía a la falta de higiene de las viviendas.

En vista de la miseria de las familias contagiadas, el Ayuntamiento presidido por D. Pedro Juaristi concedió 3 pesetas diarias a cada una de las viviendas para subvencionar las necesidades de los enfermos de cada casa, entretanto se hallasen en esa situación y fueran dados de alta.

Por desgracia, el tifus se convirtió en epidemia, aunque no tuvo una gran virulencia gracias a las acciones tomadas por el Consistorio y la Brigada Provincial de Desinfección. El Pósito de Pescadores, previamente desinfectado, se habilitó como Hospital de Aislamiento, quedando bajo la dirección del Inspector Provincial de Sanidad y el médico titular de Garrucha, y se solicitó a las monjas de Cuevas, en un primer momento, que se hicieran cargo de la atención de los enfermos en el improvisado Sanatorio de campaña. Asimismo, se asignaron los necesarios mozos desinfectores y enfermeros, todos ellos bajo las órdenes del médico epidemiólogo del Instituto don Juan Antonio Martínez Limones.

Don Trino, con un celo encomiable, instó a Alcaldía a que se visitasen los casinos, fondas, casas de huéspedes, escuelas públicas y barberías con el fin de ver si cumplían las Ordenanzas de Sanidad y para esta misión se compuso una Comisión integrada por el Alcalde, un concejal, el propio don Trino, el Inspector de Carnes y un Maestro Nacional.

Aparte del común despiojamiento y desinfección de ropas y viviendas, el tratamiento general fue a base de urotropina por ingesta, que dio excelentes resultados, pues dos meses más tarde de la detección de los primeros casos, se dio por extinguida la epidemia de tifus, que dejó un balance de 27 afectados y un único fallecido, un ciego de 62 años, por lo que puede decirse que las medidas sanitarias tomadas fueron acertadas, ya que apenas hubo merma en el municipio con un mal que pudo tener unas consecuencias terribles para la población.

Por su heroica e incansable actuación durante la comentada epidemia, fueron agraciados con la Cruz de la Beneficencia el Alcalde don Pedro Juaristi Landaida, el Inspector de Sanidad don Trino Torres Giménez y el médico epidemiólogo Sr. Martínez Limones, entre otras personas.


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