Alfonso XIII |
Hace unos días se ha cumplido el
87º aniversario de la proclamación de la II República. Aquel 14 de abril de
1931, la mayor parte de la población celebró en un primer momento el cambio de
régimen con la esperanza de que la naciente España republicana trajera consigo prosperidad
y soluciones a un país sumido en una notoria crisis social, económica y
política.
Aunque en las capitales de
provincia ganaron ampliamente las candidaturas republicanas en aquellas trascendentes
elecciones municipales del 12 de abril, en los pueblos, donde el voto era más
controlado, el triunfo mayoritario fue para los partidos dinásticos. Tal fue el
caso de Garrucha, donde en un primer momento ganó la coalición monárquica, siendo
elegido Alcalde el veterano y popular político D. Pedro Berruezo Gerez. Sin
embargo, su nombramiento como primer regidor de la era republicana fue efímero,
pues el 22 de abril se hizo cargo del gobierno municipal de manera interina una
Comisión Gestora Republicano Socialista. Esta interinidad se mantuvo hasta la
elección de un nuevo Ayuntamiento (afín a los intereses republicanos del
momento) el 5 de junio de 1931, siendo designado Alcalde el médico socialista
D. Alberto Martínez Álvarez de Sotomayor.
El nuevo Consistorio tuvo que
lidiar con una difícil situación que venía arrastrando el municipio desde hacía
años. A destacar, el gran paro obrero que existía Garrucha y la falta de ingresos municipales con los que acometer obras para
el mejoramiento de la villa. Ante esta tesitura, a propuesta del concejal
socialista D. José Clemente Vidal, en la sesión plenaria del 11 de junio de
1931, el Ayuntamiento acordó «interesar
del Gobierno Civil se remita a este Ayuntamiento la cantidad que le haya
correspondido de los sueldos devengados por el ex rey, al objeto de hacer
algunas obras públicas municipales, que son necesarias, y dar empleo a obreros
parados».
Surtiera o no efecto la
anecdótica solicitud, lo cierto es que en esos días el Ministerio de
Gobernación remitió mil pesetas al Ayuntamiento para mitigar el paro obrero. Recibido
el dinero, el Consistorio acordó destinar esta cuantía a «la realización de una limpieza de todas las calles del pueblo, que en
algunos sitios se encuentran llenas de escombros de casas caídas, quitando de
las mismas todas las piedras y, si hecha esta obra quedara algún remate, se
dedicase al arreglo de alguna calle, pero que la obra sea de la que exija poco
material y muchos jornales.»
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