Sesión de espiritismo en el siglo XIX |
El espiritismo es una pseudociencia que surgió con fuerza en la Europa de mediados del siglo XIX. Esta doctrina se basa en que, a través de una serie de ritos, se puede entrar en contacto con los espíritus.
Aunque en España se constituyeron
algunas sociedades espiritistas a lo largo de la década de 1850, no sería hasta
la llegada de La Gloriosa en 1868
cuando vivió su auge y expansión por la práctica totalidad del territorio
nacional. El país emanado de la Septembrina
abrió las católicas y cerriles conciencias de muchos españoles hacia los temas
esotéricos.
El interés hacia el espiritismo
fue en aumento en nuestro país y se multiplicaron las publicaciones y centros
dedicados a esta pseudociencia. Pero esta fascinación por contactar con el más
allá no se restringió como pueda pensarse a personas sin formación fácilmente
seducibles por el esoterismo sino que significadas personalidades de las altas
esferas del poder eran asiduos participantes del espiritismo. Tal era la
fascinación y verdadera creencia que despertaba en muchas personas que, por
asombroso que parezca, el 26 de agosto de 1873 una serie de Diputados espiritistas presentaron a las Cortes
Constituyentes de la I República Española una Proposición de Ley para la
Enseñanza Oficial del Espiritismo. Con ello pretendían que se incluyera como
asignatura en los Institutos de Segunda Enseñanza y que se creara una
Cátedra de Espiritismo agregada a la Facultad de Filosofía. Sin embargo, todo quedó en nada al producirse el golpe
de Estado de Pavía el 3 de enero de 1874.
Es muy probable que la moda
decimonónica del espiritismo se difundiera también en la opulenta y cosmopolita
Garrucha de la minería y el comercio, de los masones y los destacados hombres
de negocios, y que existiese algún centro espiritista en el siglo XIX, o que se
reunieran destacadas personalidades afines a esta creencia en alguna casa de
ilustre y esotérico propietario. Parece posible, más aún si tenemos en cuenta
la tradición mística de municipios circundantes como Turre, que se ha hecho
célebre en la cultura popular como lugar propenso a dar médiums o personas con
especiales sensibilidades para el contacto con el más allá.
Montaje fotográfico del siglo XIX en el que un hombre es atacado por un espíritu. |
El centro espiritista de Garrucha
de los años 20 debió ser un resquicio, una caricatura de una época pasada de
esplendor para esta pseudociencia. En el mismo se hacían curaciones “prodigiosas” y se extraían demonios y
otros espíritus maléficos. Además se vendía agua del Jordán, a 6 reales cada
botella, para “borrar los pecados y curar
endemoniados”. Eso sí, las botellas una vez vacías debían retornar al
centro espiritista, no fuera a ser que otros vendieran también auténtica agua del río en el que fue
bautizado Jesucristo.
En Garrucha el centro espiritista
debió contar con no pocos adeptos. Los regentes del centro, amparados seguramente
en la ignorancia de muchos de sus habitantes en una época de considerable
analfabetismo, jugaron con la buena fe y alimentaron sin escrúpulos la ciega
creencia de muchas de estas personas, que acudían a este lugar con la esperanza
de curar sus males o contactar con familiares fallecidos.
En este clima fanático favorecido
por el centro espiritista surgieron en Garrucha algunos casos dignos de mención
y que saltaron a la prensa de fuera de Almería:
“A
una pobre histérica le hicieron creer que era una posesa de un espíritu
maléfico que residía en su cuerpo. Le proporcionaron sellos de metileno y la
persuadieron de que gracias a ellos expulsaría por la orina el elemento extraño”.
“Una
muchacha casada con un viudo, acudió en busca de curación de una anemia. Le
aseguraron los espiritistas que su dolencia no era otra cosa que el espíritu de
la primera mujer de su marido, que se había apoderado de ella para vengarse”.
(“Los espíritus de Garrucha”.
Diario La Cruz. Tarragona, 25/5/1928)
Hubo gente que reclamó al Inspector de Sanidad de Garrucha que actuara contra el centro por promover el curanderismo, aunque hay tradiciones tan arraigadas en la historia de los pueblos que es difícil de erradicar.
Asimismo, fue famosa en Garrucha
una mística que decía ser la encarnación de la mismísima Santa Teresa de Jesús,
aunque “esta nueva Teresa no es la dama
sabionda y erudita que escribe «Las moradas» y azacanea de un lado para otro;
es, por el contrario, una Teresa Cepeda muy rebajada que ha olvidado la riqueza
del lenguaje castellano. Ahora cuando dirige la palabra, se expresa así, según
copio del periódico de dónde tomo la noticia: «Fijarsus bien, que seis muy
descreídos, yo soy Santa Teresa de Jesús, la que sus está hablando»”. (“Los
espiritistas de Garrucha”. Diario El Pueblo. Valencia, 5/5/1928)
Si ya de por sí todo esto era
esperpéntico, se unió a la función un prestidigitador extranjero de nombre
Stevenson Verica. Este hombre hacía sesiones de espiritismo, ocultismo y trucos
de magia. Había llegado al levante almeriense procedente de Almería, donde
esperaba tener mejor suerte con sus números, ya que en la capital había sido
abucheado y calificados sus números de burdos o mediocres. Jamás olvidaría su
visita a Garrucha.
La noche del 23 de abril de 1928
dio uno de sus espectáculos en el Teatro de Garrucha. En los mismos le
acompañaba una bella joven, probablemente su esposa, para amenizar y ayudarle
en sus números. Una vez terminada la función se dispuso a regresar a su
hospedaje. Iba paseando por la calle Mayor del municipio con su femenina ayudante
cuando empezaron a increparlo y a mofarse de sus experimentos una turba de
jóvenes. Stevenson reprendió la actitud de los maleducados mozalbetes y ante
semejante alboroto acudió el vinatero Antonio García Rico, “El Morales”. El prestidigitador,
que en un principio entendió que García Rico acudía a auxiliarlo, pronto se dio
cuenta de que sus intenciones eran otras. “El Morales”, armado con un palo y
enarbolando un peculiar patriotismo, le pegó una severa paliza a Stevenson, al
punto que le sacó un ojo, y el otro, aunque no se lo vació, quedó tan dañado que perdió la visión. Tras dejar al malherido prestidigitador aturdido en el suelo bañado en un abundante charco de sangre, se volvió contra la joven, que corría despavorida por las calles de Garrucha clamando ayuda. Por suerte, no llegó a alcanzarla, ya que García Rico fue detenido y conducido a la cárcel por las autoridades municipales. Dijeron que el malogrado y ciego Stevenson, en el Hospital de Vera, reflexionó con voz paradójica “que en lo espeso de Marruecos, el
desacreditado Marruecos, le hubieran hecho un homenaje como premio a sus
trabajos.”
Según la prensa, el atentado contra
Stevenson pudo estar promovido por los espiritistas de Garrucha, ya que temían
que el prestidigitador extranjero pudiese desprestigiar su números y quitarles
clientela. En definitiva, una disputa entre, los considerados por muchos, “explotadores
de la ignorancia”.
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