Otra
vez los partidarios del eterno pretendiente D. Carlos de Borbón, el hombre más
funesto de la España del siglo XIX, se han alzado en armas al grito de Dios,
Patria y Rey.
Invocan
el nombre de «Dios» los asesinos, los intransigentes, los fanáticos; guerrean
al grito de «Patria», ellos que la han ensangrentado tantas veces, y que son
sus más encarnizados enemigos; reconocen como Rey a quien ha dado tantas
pruebas de ineptitud, eterno conspirador sin otros alientos que los precisos
para recorrer, cual judío errante, las principales ciudades de Europa, dando
«sablazos» para reclutar carne de cañón, que lava con su sangre su imbécil
falta de creer en «Carlos chapa», mientras este pronuncia el consabido «ahí me
las den todas», muellemente arrellenado en su despacho del Palacio de Loredan.
Otra
intentona de los enemigos de nuestras libertades.
Otro
paso atrás en el camino de la regeneración y del progreso.
¡Pobre
España!
(El Eco de Levante. Garrucha,
8/11/1900)
Carlos VII, pretendiente al trono de España |
Esta alarmante noticia pudieron
leer los garrucheros en su periódico local el 8 de noviembre de 1900. No es de
extrañar las duras palabras que le dedica la redacción del semanario al levantamiento
carlista, pues era de ideología liberal e incluso algunos de los familiares de los redactores, como el abuelo de don Bernardo Berruezo, habían combatido
heroicamente en las filas isabelinas durante las Guerras Carlistas.
Por momentos se temió lo peor,
parecía que España se iba a enzarzar en la cuarta guerra civil de su desastroso
siglo XIX.
Esta insurrección, también
conocida como «octubrada», fue iniciada por algunos seguidores del pretendiente
Carlos VII el 28 de octubre de 1900 en la localidad de Badalona (Barcelona),
y pronto se extendió por otros municipios de Cataluña, Alicante y Valencia.
Dicho día, una partida de 60 hombres al mando del exaltado carlista José
Torrents atacó el Cuartel de la Guardia Civil de Badalona al grito de «¡Viva Carlos VII!». Sin embargo, en el
intenso tiroteo, la benemérita abatió a Torrents y los sublevados emprendieron
la huida, frustrándose así el intento de tomar el Cuartel.
Aunque la sublevación se
extendió, como se ha comentado, a otros puntos de España, no contó con la autorización de los jefes carlistas ni del propio Carlos VII y fue sofocada rápidamente por
las tropas gubernamentales. Todo parece indicar que fue fruto de algunos cabecillas locales
del carlismo que, amparados en el gran descontento social por la pérdida de las
colonias de ultramar en 1898 y las “nefastas” políticas seguidas por la Reina
Regente, propiciaron el levantamiento al margen de sus líderes.
Esta intentona tuvo duras consecuencias para el carlismo, pues el Gobierno clausuró sus círculos y su prensa en
España. Además, se produjeron registros de domicilios de destacadas
personalidades de esta ideología y detuvieron a significados carlistas, como a don
Salvador Soliva, General Jefe del Ejército de Carlos VII en Cataluña.
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