sábado, 28 de abril de 2018

Ramón de Cala, el jerezano que se enamoró del levante almeriense



D. Ramón de Cala Barea
(http://www.entornoajerez.com)
Quién iba a decirle a Ramón de Cala López cuando nació en Jerez de la Frontera allá por el año 1864 que unas décadas más tarde iba a convertirse en uno de los principales eruditos de la historia del levante almeriense, a más de 450 km de distancia.

Nuestro querido jerezano era hijo de D. Ramón de Cala Barea y Dña. Josefa López Martínez. Su padre fue un hombre de raza, un destacado político republicano que colaboró activamente en la Revolución de 1868 que destronó a Isabel II, siendo Presidente de la Junta Revolucionaria de Jerez. Además, fue Concejal del Ayuntamiento jerezano, así como Diputado a Cortes y Senador durante el Gobierno Provisional y la I República, llegando a ser Vicepresidente del Congreso de los Diputados. También De Cala Barea fue un aguerrido periodista, siendo Director del periódico “La Igualdad” y redactor de “El Combate”.

Ramón de Cala López, pese a que su pasión fue la historia, particularmente la arqueología y la numismática, era de profesión farmacéutico y a finales del siglo XIX se trasladó a vivir con su familia a la ciudad minera de Cuevas del Almanzora. Aquí montó una Farmacia y en la cercana Herrerías estableció un laboratorio de Análisis Químico.

Pronto entró en contacto y trabó amistad con intelectuales locales de la talla de Sola, Almunia, Siret o Flores González-Grano de Oro. Particularmente estrecha fue su relación con el ingeniero de minas belga Luis Siret, fascinándose con los trabajos de arqueología de éste. Además, junto a su amigo el erudito cuevano Miguel Flores González-Grano de Oro decidió escribir la historia de algunos de los pueblos del levante almeriense. Así pues, en coautoría con González-Grano de Oro, publicó las monografías históricas “La Fiesta de Moros y Cristianos en la Villa de Carboneras” (1919), “Garrucha” (1920) e “Informe histórico sobre Cuevas” (1921). Estas obras se unen a su artículo “Sorbas, apuntes de un viajero” publicado en 1916 en la revista de la Sociedad de Estudios Almerienses, y a una monografía que publicó en el periódico “El Guadalete” de Jerez en 1891. Asimismo, proyectó la publicación de estudios históricos sobre Mojácar, Turre, Sorbas y Cuevas, pero una tragedia familiar le hizo abandonar estos proyectos.

El 28 de octubre de 1918 falleció en Herrerías de gripe española su hijo Ramón de Cala Ordoñez a la edad de 20 años. La muerte de su hijo, que compartía con él la afición por la historia, lo sumió en una profunda depresión que lo haría apartarse progresivamente de las investigaciones históricas. Para más inri fue el segundo hijo varón que perdió, pues el primero, de igual nombre, murió en 1893, con tan sólo 19 meses de edad. Sólo le quedaban sus hijas Josefa y Enriqueta.

Poco se sabe de la vida de Ramón de Cala López más allá de 1927, parece que se marchó con su familia a otro punto de la geografía española, quizá regresó a Jerez. Se perdió tan importante sabio para la historia levantina, como hacía tiempo que se había perdido su desconsolado corazón…



jueves, 26 de abril de 2018

La heroica Juana Ayora, madre en tiempos de guerra



Agustina de Aragón. Óleo de Augusto Ferrer-Dalmau
Dicen que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer y en el caso que nos concierne bien merece la pena recordar a la grandísima doña Juana Ayora Guevara, la formidable mujer que se esconde tras la heroica figura de don Cleofás Berruezo de Aro, de memorable recuerdo familiar.

Doña Juana vino al mundo un caluroso dos de julio de 1779 en el seno de una familia acomodada de Vera, entre cuyos ascendientes se encuentran los primeros repobladores cristianos del municipio a finales del siglo XV. Era hija de don Fernando Ayora Mellado, hacendado, militar de caballería del Regimiento Costa de Granada y funcionario de la Real Hacienda, y de doña Ana Guevara Martínez.

Criada en la Vera de la Ilustración del último tercio del siglo XVIII, el 10 de mayo de 1797 contrajo matrimonio con don Cleofás Berruezo de Aro en la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Ella tenía 17 años, mientras que él, militar en el mismo Arma que su suegro, tenía por aquel entonces 24 años y pertenecía a una familia de notables, siendo su padre don Jacinto Berruezo Soler, hacendado y Alcalde ordinario del vecino municipio de Turre.

El matrimonio Berruezo Ayora vivió en un primer momento en Vera, donde nacieron cinco de sus 11 hijos. Sin embargo, la invasión francesa y la epidemia de fiebre amarilla que asoló la localidad en 1810 motivó que la familia se traslade a vivir a Turre, donde Cleofás disponía de propiedades familiares. Aquí nacieron el resto de sus vástagos.

Duros fueron los años de la Guerra de la Independencia para el hogar familiar. Su marido y su padre combatían incasablemente a los franceses, mientras que ella en casa, junto a seguramente otras valerosas y sufridas mujeres de la familia, cuidaba a la extensa prole. Cometido impagable y más en aquellos convulsos momentos de escasez, angustia y terror.

Mucho le debe la familia a nuestra particular Agustina de Aragón, mujer formidable que sacó adelante a esa gran saga de hermanos que fueron los Berruezo Ayora, que andado el tiempo se convertirán en personalidades relevantes de los municipios en los que residieron.

La heroica doña Juana Ayora falleció en Turre el 7 de junio de 1834, a la edad de 54 años. Ella, que había vivido la dureza de la guerra contra el francés y la cruda posguerra, seguramente cerró los ojos aquel día con la lógica intranquilidad materna de tener a algunos de sus valientes hijos en el frente combatiendo en la Primera Guerra Carlista. Posiblemente sus últimos deseos en el lecho de muerte no fueron para ella sino porque Dios los cuidara, para que regresaran sanos y salvos; como así ocurrió. Tampoco cuesta imaginarse a aquellos hijos cuando volvieron a casa después de licenciarse, con sus galones ganados en mil batallas, con esos ojos que habían visto los horrores de los que era capaz el ser humano, hincarse de rodillas ante la tumba de aquella buena madre y recordar, bañados en lágrimas, aquel último beso en la frente que les dio y ese intenso abrazo cuando partieron a la guerra y que, por desgracia, hubo de ser el último.

A la memoria de mi pentabuela van dedicas estas breves líneas, así como a todas aquellas silenciosas mujeres para la historia que hicieron tanto en tiempos tan complicados, pues como dijo el escritor Richard Nathaniel Wright: «Sin duda, las mujeres españolas son las más bellas del mundo. La mujer española es sólida, la mujer española se echa el país a sus espaldas».



martes, 24 de abril de 2018

La Iglesia de Garrucha cumple 150 años



Iglesia Parroquial de San Joaquín de Garrucha
(https://www.flickr.com/photos/alindbt/2972035020/in/set-72157607411031371)
Este año 2018 es un año de importantes efemérides para Garrucha. Se cumplen varias fechas redondas, a destacar: 140 años de la construcción del Ayuntamiento de Garrucha; 130 años de la declaración por bula apostólica de San Joaquín como Patrón de Garrucha; 150 años de la constitución de la hoy conocida como Real, Ilustre y AntiguaHermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores; 70 años de la llegada de la talla de la Virgen de los Dolores tras la pérdida dela anterior imagen en la Guerra Civil; y 150 años de la finalización de las obras de la Iglesia Parroquial de Garrucha, de la que comentaremos en este artículo algunas de las fechas más significativas de su historia.

1861: El Ayuntamiento presidido por el Alcalde D. Manuel Berruezo Ayora acuerda la construcción de la Iglesia el 6 de enero, a partir de la mejora y ampliación de la antigua Ermita existente en la localidad, tan sólo cinco días después de la constitución del municipio como independiente. Ante la falta de fondos municipales, la edificación fue avalada en un primer momento por D. Manuel Berruezo a título personal. Pese a que no habían concluido las obras, que se prolongarán durante siete años, la Iglesia fue solemnemente inaugurada ese año.

1862: El Consistorio de D. Manuel Berruezo solicita al Obispo de Almería el establecimiento de los Sacramentos en la nueva Iglesia.

1865: El Alcalde D. Juan Francisco Berruezo Torres reactiva las obras de la Iglesia con una nueva dotación económica municipal.

1866: En acto solemne se inaugura la pila bautismal, siendo presidente del Ayuntamiento D. Juan Francisco Berruezo. Este hecho fue de una enorme importancia para el pueblo, pues desde ese momento los nacidos en Garrucha fueron bautizados en el municipio y no tendrían que desplazarse a Vera para ello. Don Bernardo Gerez dona una concha de plata con la que muchos garrucheros recibieron las aguas bautismales. Asimismo, se dota a Garrucha con su primer Teniente Cura, D. Gabriel de Haro Garrido, dependiente aún de Vera. Empieza el registro parroquial.

1868: Se termina la construcción de la Iglesia con la edificación de la torre. Comienza la Semana Santa de Garrucha.

1871: La Iglesia de Garrucha fue elevada a Parroquia, dejando así de depender de la de Vera, y cuenta con su primer cura párroco: D. Esteban Ruiz Carrillo.

1888: Siendo Alcalde D. Francisco Berruezo López, el Papa León XIII, mediante Bula Apostólica, declara formalmente a San Joaquín como Patrón del pueblo y Titular de la Iglesia Parroquial de Garrucha.

1900: El artista albojense D. Alfredo Fábrega realiza un precioso retablo gótico-mudéjar para la Iglesia, costeado por suscripción popular.

1907: El Ayuntamiento presidido por D. Pedro Berruezo Gerez, junto con la Iglesia, acuerda comprar una campana para el templo.

1928: Gracias a las gestiones del ingeniero D. Juan Figuera de Vargas, se obtiene una subvención gubernativa para el arreglo de la fachada y la torre de la Iglesia.

1936: En la Guerra Civil la Iglesia es saqueada, perdiéndose todo el patrimonio eclesiástico: imágenes, enseres, retablo, etc. Sólo se salvó una talla mariana que fue restablecida en 1939 por un miliciano a través de Dña. Marta Figuera de Vargas y Martínez.

Tras la Guerra Civil, poco a poco fue dotándose a la Iglesia con nuevos enseres e imágenes. El artístico retablo de Fábrega destruido dio paso a pinturas al fresco ejecutadas por el artista D. Luis Cañadas y restauradas años después por el pintor garruchero D. Clemente Gerez. En la década de 1970 se remodeló la fachada de la Iglesia y se suprimió el reloj que existía en su torre, quedando con el aspecto actual.



sábado, 21 de abril de 2018

Pedro Gea, el hombre de la plaza más famosa de Garrucha



Pedro Gea López-Teruel
(www.dipalme.org)
La plaza Pedro Gea quizá sea la más emblemática de Garrucha. Su céntrica ubicación al lado del Ayuntamiento la convierte en lugar de paso diario y todo garruchero o forastero que pasee por las calles del pueblo ha caminado por ella. Pero, ¿quién fue el hombre que se esconde detrás del nombre de la plaza? ¿Quién fue Pedro Gea y qué hizo para que tenga un lugar tan privilegiado en Garrucha?

La figura de Pedro Gea López-Teruel (Vélez Rubio, 1852) pertenece a los años dorados de la Garrucha minera, a la época de esplendor garruchero. Hijo del comerciante D. Francisco de Gea Blanco y Dña. Marcela López-Teruel Munuera, se crio en la villa marinera de la incesante actividad comercial e industrial. Aunque estudió medicina en Valencia, no ejerció más allá de colaboraciones puntuales con la Junta de Sanidad Municipal y continuó el negocio familiar, comerciando con carbón, petróleo y maderas, principalmente. También fue banquero y consignatario de buques e incluso llegó a ejercer como Vicecónsul inglés.

Pero Pedro Gea no es recordado por su labor empresarial sino por el cariño que siempre profesó a su querida Garrucha.

Con los años se convirtió en uno de los pilares fundamentales del pueblo. A lo largo de su vida impulsó y perteneció a toda asociación que buscase el progreso y la prosperidad de Garrucha y su comarca. Pero Gea, pese a ser miembro fundamental de todas ellas, fue un hombre discreto y nunca quiso ocupar puestos relevantes, siempre se mantuvo en un segundo plano, aunque influyendo de manera destacada. Asimismo, Pedro Gea fue redactor de periódicos locales como El Eco de Levante, donde se defendían los intereses de Garrucha y el levante, y fundó la revista Ideal en 1915, dedicada al arte, la literatura y el deporte. También hizo sus pinitos como poeta, aunque de manera aficionada.

Dedicatoria realizada  por los autoresen la Monografía
Histórica de Garrucha a Pedro Gea en 1920
Un aspecto reseñable de Pedro Gea fue su profundo conocimiento de la historia de Garrucha, al punto de que comenzó a divulgarla en artículos que a modo de folletín publicaba en su revista. Sin embargo, la desaparición de ésta dejó inconclusa la narración histórica. No obstante, estos escritos sirvieron de base a los autores Ramón de Cala López y Miguel Flores González-Grano de Oro para escribir la monografía histórica Garrucha, publicada en 1921 y dedicada explícitamente a Gea.

Excelso prohombre de la Garrucha de su tiempo, no es de extrañar que en 1923, dos años después de su muerte, el Ayuntamiento acordase ponerle su nombre a la Plaza más destacada del pueblo. Así se recogió en su momento:

“Por Don Antonio García Ramallo se manifiesta que teniendo presentes las virtudes cívicas que atesoraba el que fue vecino de esta villa, hoy difunto, Don Pedro Gea López-Teruel, consideraba que también era acreedor a que su memoria fuese recordada, proponiendo que la "Plaza de Abastos" que hoy lleva este nombre sea relevado por el de "Plaza de Pedro Gea". El Ayuntamiento atento a lo expuesto por el señor García Ramallo por unanimidad y con grata satisfacción reconoce que es justo el título con el que se honra la memoria del buen patriota D. Pedro Gea López-Teruel, y del mismo modo acuerda aceptar la proposición hecha.”
(Actas capitulares. Garrucha, sesión de 28 de octubre de 1923)


miércoles, 18 de abril de 2018

Cuando el Ayuntamiento republicano de Garrucha solicitó el sueldo de Alfonso XIII



Alfonso XIII
Hace unos días se ha cumplido el 87º aniversario de la proclamación de la II República. Aquel 14 de abril de 1931, la mayor parte de la población celebró en un primer momento el cambio de régimen con la esperanza de que la naciente España republicana trajera consigo prosperidad y soluciones a un país sumido en una notoria crisis social, económica y política.

Aunque en las capitales de provincia ganaron ampliamente las candidaturas republicanas en aquellas trascendentes elecciones municipales del 12 de abril, en los pueblos, donde el voto era más controlado, el triunfo mayoritario fue para los partidos dinásticos. Tal fue el caso de Garrucha, donde en un primer momento ganó la coalición monárquica, siendo elegido Alcalde el veterano y popular político D. Pedro Berruezo Gerez. Sin embargo, su nombramiento como primer regidor de la era republicana fue efímero, pues el 22 de abril se hizo cargo del gobierno municipal de manera interina una Comisión Gestora Republicano Socialista. Esta interinidad se mantuvo hasta la elección de un nuevo Ayuntamiento (afín a los intereses republicanos del momento) el 5 de junio de 1931, siendo designado Alcalde el médico socialista D. Alberto Martínez Álvarez de Sotomayor.

El nuevo Consistorio tuvo que lidiar con una difícil situación que venía arrastrando el municipio desde hacía años. A destacar, el gran paro obrero que existía Garrucha y la falta de ingresos municipales con los que acometer obras para el mejoramiento de la villa. Ante esta tesitura, a propuesta del concejal socialista D. José Clemente Vidal, en la sesión plenaria del 11 de junio de 1931, el Ayuntamiento acordó «interesar del Gobierno Civil se remita a este Ayuntamiento la cantidad que le haya correspondido de los sueldos devengados por el ex rey, al objeto de hacer algunas obras públicas municipales, que son necesarias, y dar empleo a obreros parados».

Surtiera o no efecto la anecdótica solicitud, lo cierto es que en esos días el Ministerio de Gobernación remitió mil pesetas al Ayuntamiento para mitigar el paro obrero. Recibido el dinero, el Consistorio acordó destinar esta cuantía a «la realización de una limpieza de todas las calles del pueblo, que en algunos sitios se encuentran llenas de escombros de casas caídas, quitando de las mismas todas las piedras y, si hecha esta obra quedara algún remate, se dedicase al arreglo de alguna calle, pero que la obra sea de la que exija poco material y muchos jornales.»