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Jorge Clifton Pecket. Hacia 1876 Extraída del libro Memoria Fotográfica de Garrucha (1838-1936). Vol. III |
Personaje inquieto
intelectualmente, fue muy activo y dinámico, lo mismo te lo podías encontrar
recorriendo las Sierras de Cabrera y Bédar en expediciones científicas y
mineras que haciendo descubrimientos arqueológicos con Eduardo Palanca, frustrado
presidente de la I República, en la Cueva del Tesoro en Torremolinos (Málaga).
Como buen inglés era un hombre
práctico e ingenioso, siempre dispuesto a emprender negocios que le pudieran
reportar un gran rédito. En una ocasión, haciendo unas prospecciones mineras en
Sierra Cabrera se topó con un manantial de agua fresca y buena. Con una mente
cultivada en la revolución industrial de la época victoriana vio en esto una
buena oportunidad para surtir de agua a Garrucha, terminando así la dependencia
que tenía el municipio de los aguadores de Mojácar.
Rápidamente acordó con el
Ayuntamiento, presidido por Alcalde Don Juan Francisco Berruezo Torres, que él
costearía todo lo necesario para traer el agua desde Sierra Cabrera a cuatro
fuentes que se instalarían en Garrucha. Y así lo hizo, tiró 7 Km de tubería y,
de manera gratuita, el municipio solucionó su problema de abastecimiento de
agua potable. Aunque claro, ningún inglés hace tal derroche de filantropía gratis,
por lo que Pecket se reservó en exclusiva la venta del agua a 5 céntimos el
cántaro. Tal aparentemente provechoso negocio empezó a rodar en septiembre de
1884, cuando solemnemente se inauguraron las fuentes. Sin embargo, el singular
Vicecónsul británico no previó bien que en Garrucha existían casas con pozos y
que mucha gente prefería el tradicional servicio de los aguadores para surtirse
de agua, ya que, aunque más cara, la llevaban al domicilio. Tampoco calculó
bien el caudal que suministraba a Garrucha, pues pronto se encontró que de los
casi 110.000 litros que abastecía diariamente, sólo se demandaban 10.000
litros, desperdiciándose el resto.
Ante tal problema, nuevamente puso su británica cabeza
a cavilar y se le ocurrió hacer bancales de riego, ajardinar su casa y
construir un gran depósito con capacidad para un millón de litros. Sin embargo,
estas medidas seguían siendo insuficientes para dar provechosa salida a tanta
agua, por lo que se le vino a la mente una extravagante idea: construir una piscifactoría para la cría de truchas. Un
descabellado proyecto que materializó, o al menos lo intentó.
Así pues, Jorge Clifton Pecket,
sin escatimar en gastos, llevó a cabo su piscifactoría, que constaba de:
- Un estanque para la incubación de los huevos
- Un estanque para alevines con plantas acuáticas
- Un estanque para la recría
- Un estanque para engorde
- Saltos de agua de unos a otros para el oxigenado
- Un estanque final de 700 m2 de superficie para parcas y salmones
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Piscifactoría francesa de 1869, probablemente la instalada en Garrucha debió ser similar. |
Sin embargo, el proyecto no marchó como deseó Jorge Clifton, pues no logró criar truchas, a pesar de la gran cantidad de intentos y consultas científicas que hizo a diversas instituciones nacionales e internacionales. Parece ser que el clima garruchero no favorecía la cría de este tipo de peces.
No se sabe qué hubiera pasado si hubiera llegado a despegar tan peculiar negocio, aunque siendo Garrucha un puerto de mar que se
nutría de una gran cantidad y variedad de pescado fresco parece probable el fracaso de
Pecket a medio o largo plazo. No obstante, a tan singular personaje de la historia garruchera seguro que se
le hubiera ocurrido algo para evitar naufragar con las truchas.
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