En la madrugada del 27 de junio de 1900 se produjo una gran
catástrofe, el río Almanzora se desbordó causando innumerables muertes y
cuantiosos daños materiales. Albox fue el pueblo que sufrió las mayores
consecuencias. A la orilla de Garrucha el mar devolvió centenares de objetos
procedentes de esta calamidad: alimentos de todo tipo, animales muertos,
muebles y enseres de viviendas, objetos procedentes de la iglesia, etc. Incluso
aparecieron cadáveres en la desembocadura del río Almanzora y hasta el cuerpo
sin vida de una niña apareció en la playa de Garrucha. Ante este desastre que
conmocionó a España, el Gobierno y la Diputación Provincial de Almería
decretaron medidas extraordinarias de socorro y se consideró seriamente, desde
el Ministerio de Obras Públicas, realizar la necesaria canalización del
Almanzora, pero como solía pasar con la desamparada Almería, el célebre periodista regeneracionista D. Bernardo Berruezo dudaba
ya de la palabra de los que tanto prometían y pocas veces hacían. La defensa de la canalización del citado río, que tantas veces hizo el conocido periodista garruchero en la prensa, cobraba más sentido que nunca ante tal desastre. El desbordamiento del río Almanzora no era nuevo para los habitantes del levante almeriense, en esta época todavía perduraban en el recuerdo las fatídicas inundaciones de 1879, 1880, 1884 o 1891, entre otras fechas.
EN GARRUCHA
El cadáver de una niña. – Más noticias de Albox
Garrucha 30 (3-15
t.).
En la madrugada de hoy el mar ha
arrojado a esta playa el cadáver de un niña de ocho años de edad, que se supone
víctima de la inundación de Albox.
A este pueblo ha llegado el
gobernador civil, acompañado del arquitecto provincial, de una Comisión de la Diputación
y de representantes de la provincia de Almería.
Las noticias que se reciben de Albox
dan cuenta de escenas horrorosas desarrolladas durante la inundación, y acusan
grandes pérdidas.
La Diputación provincial ha asignado
6000 pesetas para los primeros socorros.– Berruezo.
(El
Liberal, Madrid, 2 de julio de 1900)
A GRANDES MALES GRANDES REMEDIOS
Ya saben nuestros lectores las
promesas hechas por el Gobierno a algunos de nuestros representantes en Cortes.
Por fin se acuerdan para algo bueno
de esta desventurada provincia. Es verdad que han sido menester los gritos
desgarradores de los que perdieron su hacienda, los ayes angustiosos de los
padres cuyos hijos les fueron arrebatados por la corriente, y las quejas de
dolor de los hijos que presenciaban desplomarse las techumbres sobre los
cuerpos fatigados de sus padres.
No es esta la primera vez que el
traidor Almanzora con su impetuosa corriente, ha sembrado la ruina y la muerte
en sus fecundas riberas, y aunque los esfuerzos de los gobiernos y los sacrificios
de la caridad pública, manifestada siempre en España con hermosos rasgos, ha
acudido pronto a remediar daños y enjugar lágrimas, jamás han resuelto nada con
positivas consecuencias ni han evitado posteriores desastres.
Los considerables fondos reunidos,
sólo sirvieron para llenar ambiciones caciquiles, y siempre mal invertidos,
nada de provecho general originaron.
Planteando obras que ocupen en sus
trabajos a los muchos pobres que la inundación ha dejado en la miseria, y que
el propio tiempo sirvan para desenvolver las riquezas del país; procediendo a
la desviación o fortificación de ramblas y arroyos, para evitar nuevas
catástrofes; dando facilidades a los hombres laboriosos para proporcionar el
alimento de sus hijos; así es como pueden contrarrestarse los grandes males de
que tan continuamente es víctima la provincia de Almería.
Entre las varias mejoras que se
anuncian, ha hablado el Ministro de Obras Públicas del Canal del Almanzora.
¡Qué gran pensamiento si hubiera de
convertirse pronto, con la premura que exigen las circunstancias, en realidad,
anhelada desde hace mucho tiempo por un puñado de pueblos! ¡Qué inmenso
beneficio para esos pueblos, y qué dicha tan grande para sus desheredados
habitantes!
Nosotros hemos sido siempre firmes
mantenedores de esa trascendental idea, por su realización hemos abogado
siempre, y confesamos que no hubiese pasado de ser idea, de no surgir la gran
avenida del despiadado río, sembrando en sus frondosas riberas la muerte y la
ruina, y dejando a sus moradores sin pan y sin hogar, llorando la pérdida de
seres queridos, y enterneciendo con sus ayes de angustia el corazón de los que
rigen nuestros destinos…
Aún dudamos de sus ofrecimientos.
Todavía no hemos visto comenzados los trabajos de tan vital mejoría… y conste
que seguiremos siendo tercos partidarios de esa fuente de riqueza para muchos
de nuestros hermanos, de esa merecida sangría, que algo amansará los bríos
terroríficos del traidor Almanzora.
B.B.
(El
Eco de Levante, Garrucha, 8 de julio de 1900)
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