D. Pedro Berruezo Ayora nació en
Vera (Almería) el 31 de diciembre de 1800. Era el primer hijo varón del
militar, hacendado, Cabo del Resguardo y Héroe de la Guerra de la Independencia
D. Cleofás Berruezo de Aro y de su mujer Dña. Juana Ayora Guevara, hija del
veterano militar y empleado de la Real Hacienda, D. Fernando Ayora Mellado.
Vino al mundo en una España
oficialmente tranquila y en paz aunque temerosa de que los ecos de la
revolución francesa calasen en las clases populares españolas y pusiesen en
jaque a instituciones de tanto peso e importantes en el país como el clero y la
Monarquía. Por ello, el Gobierno de Carlos IV decretaría en un primer momento
el aislamiento respecto de Francia, y se movería en los años finales del
siglo XVIII y principios del siglo XIX entre una enemistad y amistad con la
Francia nacida de la revolución.
En 1799 llegó al poder Napoleón
Bonaparte y para sus intereses necesitaba la ayuda de España, particularmente
de su Armada para hacer frente al poderío naval británico. Así pues, en 1801
ambas naciones firmaron el Convenio de Aranjuez, por el que las flotas de ambos
países se unían contra Gran Bretaña.
De acuerdo con esta colaboración
y amistad con la Francia Napoleónica, Godoy, valido de Carlos IV, declaró la
Guerra al principal aliado del inglés en la península ibérica, Portugal. En la
conocida como Guerra de las Naranjas de 1801, un conflicto breve y contundente,
España tomó posesión de Olivenza y obligó a Portugal a que no permitiese el
atraque de navíos británicos en sus puertos.
El 21 de octubre de 1805, se
presentó la ocasión de golpear duramente la hegemonía británica en los mares,
pero la escuadra combinada franco-española fue derrotada frente al Cabo de
Trafalgar por la inglesa comandada por el Almirante Horacio Nelson. Este
fracaso, donde lo más granado de la Armada Española fue sacrificado por la
ineptitud del jefe de la escuadra, el Almirante francés Villeneuve, supuso para
Francia una inesperada derrota naval en su lucha contra el inglés, pero para
España supuso más que eso, ya que iniciaría el declive de su antaño poderosa
flota, que quedaba huérfana de sus más aptos marinos.
Firma del Tratatdo de Fontainebleau en 1807 |
En 1807, el Gobierno de España,
supeditado claramente a los intereses de Napoleón, firmó el Tratado de
Fontainebleau, por el que España y Francia acordaban repartirse Portugal. Así
pues, Godoy concedió derecho de paso por territorio español a las tropas
napoleónicas que tenían como meta la ocupación del país luso. Sin embargo, los
hechos que se derivaron de esta entrada de soldados franceses en España son por
todos conocidos y dio comienzo la afamada Guerra de la Independencia
(1808-1814). Un conflicto armado, donde gracias a la raza irreductible y
conquistadora del pueblo español se pudo defender la honra, honorabilidad e
independencia de la Nación. España demostró al mundo que el glorioso ejército de Napoleón no era
invencible y señaló al orbe que entre los Pirineos y Gibraltar se encontraría
la tumba de Napoleón y sus pérfidos acólitos.
Regresando a nuestro biografiado,
Don Pedro Berruezo era un mozalbete de unos 10 años cuando la Guerra de la
Independencia llegó al levante almeriense. Maduro y curtido por la necesidad
del momento, vería la crueldad y la vileza de que es capaz el ser humano en una
guerra sin cuartel y sumamente violenta. Su padre, al lado del pueblo, combatía
ferozmente a los franceses, por lo que es muy probable que Don Pedro sirviese
de enlace entre su padre y su casa o como correo valija. Además de ser el hombre de su casa, hasta donde su
pequeña edad comprendía, en las ausencias de su valiente padre.
Terminado el conflicto bélico
contra el francés y vuelta la aparente normalidad al país, Don Pedro Berruezo
tuvo una adolescencia acomodada en el seno de una familia con posesiones repartidas por los municipios de Turre, Bédar, Vera, etc.
Siguiendo los pasos de su padre como funcionario de la Real Hacienda, el 1 de febrero de 1824 ingresó en Almería en el Resguardo
de Rentas.
El 7 de agosto de 1824, Don Pedro
Berruezo tuvo una actuación muy destacada en la lucha contra el contrabando, ya
que logró capturar 70 “cargas de fraude”
que transportaban en 13 caballerías unos conocidos defraudadores, por lo que
fue felicitado por sus superiores. Este gran alijo apresado estaba relacionado con los preparativos de una rebelión liberal que se estaba tramando de manera inminente en Almería, y que contaba con la colaboración de contrabandistas.
Soldado "colorao". Almería, 1824. |
La Expedición de los Coloraos,
como es popularmente denominada por el color rojo de las casacas que
llevaban, fue un fallido intento insurreccional liberal que trató de irrumpir
en España a través de Almería. Fue promovida por los emigrados liberales de la Sociedad de Caballeros Comuneros, que
operaba en Gibraltar desde la caída del régimen constitucional en 1823, aunque
como definía la propaganda absolutista a sus participantes, eran hombres “sin leyes, sin religión, sin gobierno, sin
soberanos, sin temor a castigos, ni suplicios, siempre agitados y dispuestos a
tomar las armas contra los verdaderos hijos de la patria, para saquearlos y exterminarlos,
alimentándose con la gloria de ver correr la sangre de sus hermanos, y cuando
no hubiese quedado con un país que satisfacer su codicia y su zaña fiera,
llevar a otro la desolación; semejante generación de hombres tan perversos,
peores que los Nerones y Atilas, despreciando la clemencia de un Rey, que los
ha mirado como un tierno Padre a sus hijos, conservan en su corazón un veneno
mortífero, con que maquinaban el plan más sanguinario”.
Almería, enterada de la más que
posible llegada a su puerto de un cuerpo revolucionario y previniendo probables apoyos internos, publicó un bando para
que los militares foráneos no ocupados en servicio que se encontraban en la ciudad
marchasen a sus casas, así como la expulsión de los civiles que llevasen
empadronados menos de tres años.
Asimismo, todos los vecinos que hubiesen pertenecido a la Milicia Nacional deberían
entregar las armas. El Gobernador militar, de acuerdo con el Ayuntamiento de
Almería, ordenó a las Fuerzas del Orden la defensa y vigilancia de la ciudad
ante posibles reuniones o movimientos sospechosos de traición al Rey Fernando
VII. Los defensores estaban compuesto por un escaso número de Voluntarios
Realistas, Inválidos, Dependientes del Resguardo de Rentas Reales (entre los
que se encontraba Don Pedro Berruezo Ayora) y vecinos afectos a la causa
absolutista del Rey. A todos ellos, como dijo más tarde la propaganda de la
época, les unía “el espíritu y amor a la
Real persona de S.M. que reina en sus corazones.”
Pablo Iglesias Líder de la fallida insurrección liberal |
Finalmente, las sospechas se
convirtieron en realidad. A las tres de la madrugada del 14 de agosto de 1824,
se acercó cañoneando a Almería un bergantín acompañado de un falucho, a lo que contestaron
con bravura las baterías de la ciudad. En estos buques iban unos 50 hombres
uniformados y armados a las órdenes del Coronel D. Pablo Iglesias, que no les
quedó otra que desembarcar a unos 6 kilómetros de la ciudad.
Los “enemigos del Rey” establecieron su Cuartel general a unos 30 Km de
Almería, en Huécija, donde reunieron una considerable fuerza de más de 400 soldados y 80 caballos
con los que marcharon sobre la ciudad. Ante estos alarmantes hechos, el
Gobernador militar de Almería, viendo ciertos movimientos afectos a la causa
revolucionaria y queriendo asegurar la lealtad total de la plaza, condujo a
prisión a todos los sospechosos que presumiblemente simpatizaban con la causa
invasora. Asimismo, ante la inminente llegada de los revolucionarios a la
ciudad dijo: “no temamos hijos leales de
Almería, la victoria será nuestra, si al amor que tan vivamente arde en
nuestros pechos por la defensa de los sagrados derechos de la persona de S.M. y
de nuestro patrio suelo, unimos como primero y principal objeto el de la
Religión de Jesucristo que siguieron nuestros padres”.
El 16 de agosto llegaron los
sublevados a la puerta de Purchena de la amurallada Almería al grito de ¡Viva la Constitución!, y tratando de
que el miedo y la confusión asolara a los de Almería exclamaban: ¡Ya estamos aquí!¡Salgan los hombres libres!
En respuesta atronadora a los atacantes, los valientes defensores, entre
los que se encontraba D. Pedro Berruezo, gritaban a pecho henchido ¡Viva
el Rey! A lo que los revolucionarios contestaban ¡muera y viva Riego y la libertad! Finalmente, tras horas de
batalla, donde los asaltantes intentaron acceder por diversos puntos a la
ciudad, fracasaron en la toma de Almería y sufrieron cuantiosas bajas. Los “infames enemigos de Su Majestad” se retiraron
a Benahadux y a otras poblaciones en su huida donde fueron derrotados y apresados
31 hombres. El 24 de agosto de 1824 fueron fusilados casi todos ellos en Almería, en la Rambla de Belén.
Fusilamiento de los liberales en la Rambla de Belén el 24 de agosto de 1824 |
El Manifiesto circunstanciado,
publicado en 1824, sobre lo “ocurrido en
la ciudad de Almería en los días 14 y 16 de Agosto con motivo de haber
estallado la conspiración trazada por los enemigos del Rey y del Altar”, resaltó
la bizarría y constancia en la “gloriosa
defensa” de la ciudad que hicieron los hombres del Resguardo de Rentas Reales, a
las órdenes de su comandante D. Manuel Zurita. “No hay pluma que encomie con perfección el elogio que respectivamente
se merece cada uno de los que han presentado sus pechos a sus enemigos”.
[Continuará]
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