Vista panorámica de Garrucha hacia 1900. Fotógrafo: F. de Blain (http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6217&fullsize=1) |
D. Bernardo Berruezo Gerez Col. José Berruezo García Cortesía Juan Antonio García Berruezo |
La edición del 30 de noviembre de
1901 del periódico El Eco de Levante de Garrucha fue el punto de
partida de una serie de artículos de colaboración, diez en total, que
narraban la Historia de Garrucha desde los tiempos de los Reyes Católicos
hasta la época de Felipe II, es decir, desde finales del siglo XV hasta
mediados del siglo XVI. Era un tiempo en que el municipio como tal no existía
todavía sino que era una porción de costa anhelada y cuestionada por veratenses y mojaqueros.
El autor de estos artículos fue un erudito historiador que firmaba sus
crónicas con el enigmático pseudónimo de Rudericus.
Todos los artículos fueron
dedicados a Don Bernardo Berruezo Gerez, ya que éste, conocedor de que el ducho
cronista sabía esta parte de la Historia antigua del municipio, animó
encarecidamente al autor a que lo difundiera en el periódico del que D. Bernardo
era redactor y cofundador. Sin lugar a dudas, constituyen una fuente de primer
orden para conocer las vicisitudes garrucheras en esa época temprana de tensión y lucha entre los habitantes de Mojácar y Vera, que resolvían sus disputas en la llamada Torre de La Garrucha. Antiguamente existía en Garrucha una torre o atalaya nazarí que fue usada como lugar de reunión por los representantes públicos de los municipios comentados para solventar sus desavenencias. Los restos de esta construcción musulmana desaparecieron en torno a 1865, cuando sus materiales fueron usados en la edificación de la Iglesia Parroquial de San Joaquín.
Estos artículos siguen siendo, por su calidad histórica, una fuente recurrente para los historiadores y estudiosos actuales que quieran conocer esta parte pretérita de la historia local de la villa. Estos escritos fueron consultados, por ejemplo, por D. Ramón de Cala y López y D. Miguel Flores González-Grano de Oro para la elaboración de su mítico libro "Historia de Garrucha" publicado en 1921.
Ejemplo de Torre Nazarí (Huércal-Overa) |
Estos artículos siguen siendo, por su calidad histórica, una fuente recurrente para los historiadores y estudiosos actuales que quieran conocer esta parte pretérita de la historia local de la villa. Estos escritos fueron consultados, por ejemplo, por D. Ramón de Cala y López y D. Miguel Flores González-Grano de Oro para la elaboración de su mítico libro "Historia de Garrucha" publicado en 1921.
Indiscutiblemente, a Don Bernardo Berruezo se le debe que hoy día Garrucha pueda contar con esta parte de su historia antigua, ya que, quizás, de otra manera el erudito se hubiese ido a la tumba sin compartir su conocimiento. No era la primera vez que D. Bernardo inducía a escritores a la publicación de sus obras, conviene recordar que fue uno de los que más influyó en que su buen amigo, el célebre poeta D. José Durbán Orozco, publicara su libro "Tardes Grises", obra que encumbró en Almería al poeta salmantino afincado en Garrucha.
DE COLABORACIÓN
EL CASTILLO DE GARRUCHA
A Bernardo Berruezo
Me pide usted, amigo Bernardo, con
bastante insistencia algo para EL ECO DE LEVANTE, y aunque yo de joven (ya voy
para viejo y me sirve de consuelo el ver tan caído a Lacal) echaba mis ratos de
periodista, murieron aquellas aficiones, y no hay ahora fuerzas humanas que me
hagan escribir para el público. ¡Se escribe hoy tanto y mal! ¿A qué contribuir
yo con mi literatura a esta desgracia? Pero en fin, por complacer a usted, y a
la vez por ver si puedo llegar a ser un Córcholis (colaborador de El Eco de Levante con ese pseudónimo) para que Gea me quiera, allá van estas
líneas, que me parece han de agradar por los hechos que voy a referir,
ocurridos en el llamado Castillo de la Garrucha hace la friolera de más de
cuatrocientos años. Ahí es nada, hablar de cosas de Garrucha de hace cuatro siglos
y pico. Todo no va a ser hablar del mitin de Vera y de los viajes de Bueno a
Andalucía; conviene en el periodismo que haya variedad. Vamos al caso.
Los pueblos de Vera y Mojácar son los
más antiguos de todas esta comarca. Mojácar fue siempre villa, Vera ciudad, y
entre unos y otros habitantes había casi a diario, por los años 1490 a 1498, no
pocos disgustos y serias camorras, nacido todo este continuo malestar, unas
veces porque los vecinos de Mojácar pastaban sus ganados en terrenos que los de
Vera creían que eran suyos, otras, la más porque los de Vera pescaban en toda
la costa, y esto molestaba a Mojácar. Las rivalidades subieron de punto, echando
también su cuarto a espaldas en esas luchas, pero en favor de Mojácar, las
antiguas villas, que hoy ya no existen, de Cabrera y Teresa. Vera era la ciudad
envidiada, tenían término jurisdiccional vasilsino, y partían sus hitos y
mojones por la parte de Poniente con la ciudad de Almería y Purchena, y del
Levante con la de Lorca, y todas las villas, lugares y aldeas, mares y
pesqueras que había dentro de estos límites, así como la villa de las Cuevas,
lugares de Huércal y Overa, Sorbas y Lubrín, Mojácar, Zurgena, Teresa y Cabrera
estaban debajo de su jurisdicción civil y criminal, conociendo de los debate,
pleitos y diferencias que había en todos estos pueblos, cobrando a la vez
diezmos y contribuciones.
Cansados ya los de Mojácar y Vera de
aquellas continuas luchas, que hacían mermar sus capitales, e imposible la vida
en sus campos, y más que nada en toda esta costa, acordaron dirimir sus
diferencias y reunirse para ello en gran asamblea. ¿Y dónde tuvieron lugar
estas pequeñas Cortes, por qué así debemos llamarlas? No fue, en verdad, en
lujosos salones decorados con tapices y pinturas de la época; fue a orillas del
mar, encima de sus rocas, en la pequeñísima Torre de la Garrucha, llamada
después el Castillo; allí se reunieron el sábado 25 de abril del año 1488 los
honrados Juan Herrero, y Tranavaldo, Alcaldes ordinarios de la ciudad de Vera y
su tierra; Martín de Salas, Juan de Céspedes, y Juan de Sepúlveda, Regidores;
Rodrigo de Salas, Procurador Síndico del Concejo; Juan García de Cánovas y
Pedro de la Mena, Procurador del Común. Y Sancho de la Dueña, Alcalde ordinario
de la villa de Mojácar y su tierra; Miguel Giménez, Rodrigo de Carrión, Juan
Yañez y Ginés Navarro, Regidores, y Juan de Escamez, Procurador Síndico.
Acordaron, después de muchas sesiones y largos debates, acordaron repito, como
decían ellos «por bien y amor e buena vecindad para entonces y en adelante para
siempre jamás, como buenos y leales vecinos, haciendo tales obras los unos con
los otros, las siguientes capitulaciones:
1ª.- Que la ciudad de Vera y la villa
de Mojácar habían de tener siempre buena armonía y vecindad, y que si ambos
pueblos tuvieran algunas diferencias con alguna ciudad, villa o lugar, se
ayudaran y defendieran mutuamente, requiriéndose para ellos los unos a los
otros.
2ª.- Que la ciudad de Vera si en
algún tiempo echase alguna imposición, aduana, almojarifazgo, portazgo, o
cualquier imposición, que los vecinos de la villa de Mojácar sean libres, y
exentos de tales derechos, asípor sus Altezas, o en otra cualquier manera que
fueren puestas.
3ª.- Que los pastos y herbages de
Vera y Mojácar sean comunes y puedan pastar con sus ganados, con tal que cada
uno ponga el ato de los ganados donde quisiere, guardando todo el regadío.
4ª.- Que en ningún tiempo Vera y
Mojácar pudieran vedarse la saca del pan.
5ª.- Que de cualquier provisión que
viniere y trajeren los forasteros, se den mutuamente la tercera parte. Y que de
la villa de Mojácar tenga en Vera una persona para que tome esa tercera parte
de provisión.
6ª.- Que de la costa y la caza sean
comunes para Vera y Mojácar, y que los unos no la veden a los otros.
7ª.- Que en la Torre de la Garrucha
haya de continuo un alguacil con una vara de justicia, puesto por Vera, para
que anduviese por la costa del mar mirando los daños y perjuicios que en ella
se pudieran hacer. Y si cualquier vecino de la villa de Mojácar hiciese algún
delito, u otra cosa que fuese digna de prisión, sería preso por el tal
alguacil, y llevando a la justicia de Mojácar, presentándoselo preso para que
se ejecute la pena que mereciere. Si cualquier vecino de Vera, o forastero
delinquiere en la costa, que fuera preso por este alguacil y llevado a la
ciudad de Vera, o forastero delinquiere en la costa, que fuera preso por este
alguacil y llevado a la ciudad de Vera, para que la justicia le oiga y
determine su causa. Mas si aconteciese que el alguacil de la villa de Mojácar
se hallase en la costa y se hiciese ruido por cualquier persona, no estando
presente el alguacil de la Torre de la Garrucha, pueda prenderla y llevarla a
Mojácar o a Vera de donde fuera vecina. Pero si concurrieren juntos a la
cuestión los dos alguaciles, el que primero prendiese al delincuente, lo había
de llevar preso, con el fin de que nunca falte un alguacil en la citada Torre.
8ª.- Que si ocurriese que la justicia
de Vera fuese en seguimiento de algún malhechor, pueda entrar en Mojácar con su
vara, y lo mismo los de esta villa en la ciudad de Vera.
9ª.- Que cuando Vera y Mojácar envien
algún mensajero, se lo hagan saber recíprocamente, pagando entre ambos pueblos
el salario, en prueba de ser vecinos leales.
Tales fueron las capitulaciones que
pusieron fin a aquellas discordias. En los debates intervino, dando fe pública,
el escribano del Concejo de Mojácar Lope de Morales, se levantó su
correspondiente acta, librándose una copia a cada pueblo, que sellaron con sus
respectivos sellos. Fueron testigos llamados y especialmente rogados, Diego de
Buitrago, Juan de Herrera, Juan de Guevara, Juan de las Eras, vecinos de Vera.
Como donde lumbre se enciende ceniza
queda, aquellas capitulaciones de concordia fueron motivo para que al
poco tiempo resucitaran iguales disgustos entre ambos pueblos, celebrándose
después por ello muchas y acaloradas asambleas en la Torre de la Garrucha, y
se siguieron pleitos ruidosos, de todo lo que me ocuparé en artículos siguientes
si los señores de EL ECO DE LEVANTE lo creen de oportunidad e interés.
Rudericus
(El
Eco de Levante, Garrucha, 30 de noviembre de 1901)
[Continuará]
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