miércoles, 30 de septiembre de 2015

D. Francisco Jover y Berruezo (1823-1878)


D. Francisco Jover y Berruezo
Don Francisco Jover y Berruezo nació en Gibraltar el 26 de junio de 1823. Era hijo de D. Francisco Jover y Giral, y Dña. Trinidad Berruezo Rodríguez.

Su padre fue un destacado comerciante catalán afincado en Almería a principios del siglo XIX. Héroe de la Guerra de la Independencia y de convicción liberal, apoyó el pronunciamiento de Riego de 1820, que trajo el liberalismo al gobierno de la Nación. Sin embargo, tuvo que huir con toda su familia tras la caída del Trienio Liberal y la vuelta al Absolutismo de Fernando VII. El precipitado exilio familiar, con sus bienes embargados en España, provocó que nuestro biografiado naciese en la citada colonia británica.

Vagamundos apátridas de la España reaccionaria, viajó la familia errante por Inglaterra y Francia, hasta que finalmente se asentó en Italia, donde D. Francisco Jover y Giral pudo reiniciar su carrera comercial. El idioma de la patria de los antiguos Césares fue el primero que articuló el pequeño Jover y Berruezo.


Finalmente, tras la muerte del Rey felón y el inicio del reinado liberal de Isabel II, la familia pudo regresar a España en 1835. Se asentaron en Almería, donde se volvieron a dedicar a las actividades comerciales. Asimismo, Jover y Giral volvió a tener participación política y llegó a ser Alcalde de la ciudad en 1843 y 1854.

Su hijo pronto tomaría el relevo profesional y político del patriarca. Don Francisco Jover y Berruezo fue un hombre muy culto para su época. Había pasado buena parte de su infancia en Italia, por lo que, como se ha dicho, hablaba italiano; además, a nivel académico, una vez asentada la familia nuevamente en Almería, obtuvo el grado de bachiller en Filosofía en la ciudad. Asimismo, estudió en las Universidades de Granada y Montpellier (Francia), y viajó por Europa para mejorar aún más su formación, por lo que llegó a hablar varios idiomas.

Hombre con mundología, versado en humanidades y ciencias naturales, pronto compaginó su actividad empresarial con la política. En 1855 fue elegido jefe del Escuadrón de Caballería de la Milicia Nacional y Concejal del Ayuntamiento de Almería, haciéndose cargo de las Comisiones de Ornato Público y mejorando la policía urbana. Fue de los pocos Concejales que no abandonaron la ciudad durante la devastadora epidemia de cólera que se desató ese año, trabajando sin descanso como servidor público en las medidas de mejora y coordinación de la sanidad para combatir esta plaga. Tal fue su implicación y riesgo constante, que contrajo cólera, aunque logró recuperarse. Sus padres no tuvieron tanta suerte y sucumbieron a este mal.

Vista general de Almería en el siglo XIX

Tras la caída del Bienio Progresista en 1856, se retiró de la política. No obstante, en 1858 volvió a la vida pública militando en las filas de la Unión Liberal de D. Leopoldo O’Donnell, siendo uno de los miembros más destacados de este partido en Almería. Fue Alcalde de Almería de 1859 a 1862 y en 1866, quedando para la Historia local como buen gestor.

Como curiosidad, bajo su mandato la Reina Isabel II visitó Almería en 1862. Ésta quiso agraciarlo con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, en recompensa por los preparativos y lo bien organizada que estaba la ciudad con motivo de la regia visita. Sin embargo, Jover y Berruezo rechazó tal nombramiento.

Tras la revolución “La Gloriosa” de 1868, en la que se derrocó a la Monarquía de Isabel II, Jover y Berruezo fue elegido Diputado a Cortes, por la circunscripción de Almería, en las Elecciones del 15 de enero de 1869. Se mantuvo como representante parlamentario hasta el 2 de enero de 1871. Durante su etapa como Diputado, votó a favor de la Constitución de 1869 y de la candidatura de Amadeo de Saboya para el Trono de España. En los años venideros migró de la Unión Liberal al Partido Constitucional de Sagasta, formando parte de las filas liberales tras la Restauración Borbónica.

Retirado de la política nacional, volvió a ser Concejal del Ayuntamiento de Almería en 1874 y Secretario de la Junta de las Obras del Puerto en 1877. Finalmente, D. Francisco Jover y Berruezo falleció en Madrid el 31 de mayo de 1878, a la edad de 55 años.

A nivel familiar, Jover y Berruezo contrajo matrimonio el 20 de febrero de 1853 en Alhabia (Almería) con Doña Dolores Tovar García, hija del político liberal D. José Tovar y Tovar. Tuvieron tres hijos, aunque sólo dos llegaron a edad adulta, dando continuidad al apellido Jover en las altas esferas de la política española:

  1. D. Pedro Jover y Tovar. Licenciado en Derecho y Diplomático. Fue agraciado con las Encomiendas de la Real Orden de Isabel la Católica, de la de Carlos III y de la de la Corona de Italia. Hombre con un alto sentido del honor, tuvo un triste final. En 1901 fue enviado por el Gobierno Español como Comisario Regio con una expedición para tomar posesión de la cuenca del río Muni, en Guinea Ecuatorial. En las negociaciones posteriores, los franceses desposeyeron a España de gran parte del territorio que le correspondía, quedándose reducido a un 1/7 de lo que le pertenecía. Este hecho provocó que se suicidara cuando regresaba a España. 
  2. D. Francisco Jover y Tovar. Licenciado en Derecho, Diputado a Cortes, Académico de la Real Academia de la Historia, Alcalde de Almería y Cronista de la ciudad. Fue, además, Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica y de la Orden de Leopoldo II de Bélgica.
  3. D. Diego Jover y Tovar, muerto en la infancia.


martes, 29 de septiembre de 2015

Balance a la muerte de Sagasta, por Bueno y Cordero


D. Práxedes Mateo Sagasta
El de 5 de enero de 1903 falleció en Madrid, a la edad de 77 años, Don Práxedes Mateo Sagasta. Este Ingeniero de Caminos, líder del Partido Liberal, monopolizó junto al Partido Conservador de Cánovas del Castillo la política española durante la Restauración Borbónica. El turnismo entre estos dos grandes partidos dinásticos en el Gobierno de España, trajo al país, en unos momentos de gran inestabilidad política, ese descanso y tranquilidad que necesitaba la hidalga y fatigada Nación Española.

En la edición del periódico garruchero El Eco de Levante del 9 de enero de 1903, su director, el ilustrado D. José Bueno y Cordero hizo balance a la gestión de este emblemático político de la Historia de España. Es una crónica crítica con la deriva de Sagasta en sus últimos años y que tuvo como colofón el lamentable Desastre del 98. Conviene recordar el cierto malestar del Director de El Eco de Levante contra este político que presidió el Gobierno durante la Guerra de Cuba, donde valerosos españoles fallecieron en combate desigual ante la superioridad naval estadounidense. Entre los héroes que sucumbieron se encontraba su cuñado, el Guardia Marina D. Enrique Chereguini y Buitrago, que murió defendiendo su posición en la Cámara de Torpedos del Acorazado Vizcaya, hundido en la batalla de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898. (Ver: Garrucha ante la Guerra de Cuba de 1898)

SAGASTA

Al fin se rindió al peso de los años el hombre de Estado que con Cánovas monopolizó el gobierno de España durante un cuarto de siglo. Ha muerto, y con él, para no levantarse jamás el partido liberal histórico, aquel que nació de la fusión de Martínez Campos, Alonso Martínez, Montero Ríos y Martos; el que con la ayuda de Castelar consolidó la Regencia, el que con Moret cayó destrozado ante la indiferencia el país.
Las últimas etapas de su mando fueron fatales para España. El autorizó desde el Gobierno una de las mayores vergüenzas contemporáneas.
Y sin embargo, digámoslo claro. La historia imputará a Sagasta sucesos que no realizó su voluntad, acusándolo de no haber sabido evitarlos. ¿Debilidad?¿Excesivo amor a la dinastía?¿Fueron estas las causas? No; de ninguna manera. Sagasta tenía una preocupación constante: la de no perder su popularidad. Por esto no se atrevió a ponerse frente a la engañada opinión del país, cuando gritaba el año 98: —¡A Nueva York!— grito que sin querer recuerda aquel otro de —¡A Berlín!— que lanzaba el pueblo de París al declarar Francia la guerra a Prusia.
Sagasta, que sabía perfectamente que íbamos a la derrota, no tuvo o no quiso tener el valor cívico necesario para evitarla, y este fue el mayor error de su vida. Ved si no cómo ha muerto: ¡más impopular que si hubiese obrado como debía! Ved como deja el país: atrofiado, sin ideales, agonizante…
A tal estado llegan las naciones cuando sus gobernantes, alucinados, por un falso espejismo, o mirando más los intereses secundarios que los primordiales, no tienen el valor de sobreponerse a las pasiones populares. Nunca como entonces se dio tan gran mentís al adagio vox populi, vox Dei…
¡Cuánto bueno pudo hacer Sagasta, y cuan poco ha hecho! Aunque coloquemos en su haber la transformación democrática que hizo de la Monarquía española, a la muerte de Alfonso XII, ¿qué queda de ello si ponemos en su debe la parte no pequeña que tiene el bastardeamiento de todas las reformas que implantó?...
Quisiera penetrar en los arcanos de la política y hallar respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cómo los hombres de más claro talento, los que más grandes esperanzas  despiertan en la tribuna, son tan malos gobernantes luego que llegan al poder? ¿Por qué la decadencia de España coincide con la época en que ha estado gobernada por los hombres de mayor talento? ¿Estará llamada a desaparecer la nación española por falta de buenos estadistas?
¡Quién sabe!...
J. BUENO Y CORDERO

(El Eco de Levante, Garrucha, 9 de enero de 1903)

domingo, 27 de septiembre de 2015

Historia antigua de Garrucha I


Vista panorámica de Garrucha hacia 1900. Fotógrafo: F. de Blain
(http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6217&fullsize=1)

D. Bernardo Berruezo Gerez
Col. José Berruezo García
Cortesía Juan Antonio García Berruezo 
La edición del 30 de noviembre de 1901 del periódico El Eco de Levante de Garrucha fue el punto de partida de una serie de artículos de colaboración, diez en total, que narraban la Historia de Garrucha desde los tiempos de los Reyes Católicos hasta la época de Felipe II, es decir, desde finales del siglo XV hasta mediados del siglo XVI. Era un tiempo en que el municipio como tal no existía todavía sino que era una porción de costa anhelada y cuestionada por veratenses y mojaqueros. El autor de estos artículos fue un erudito historiador que firmaba sus crónicas con el enigmático pseudónimo de Rudericus.

Todos los artículos fueron dedicados a Don Bernardo Berruezo Gerez, ya que éste, conocedor de que el ducho cronista sabía esta parte de la Historia antigua del municipio, animó encarecidamente al autor a que lo difundiera en el periódico del que D. Bernardo era redactor y cofundador. Sin lugar a dudas, constituyen una fuente de primer orden para conocer las vicisitudes garrucheras en esa época temprana de tensión y lucha entre los habitantes de Mojácar y Vera, que resolvían sus disputas en la llamada Torre de La Garrucha. Antiguamente existía en Garrucha una torre o atalaya nazarí que fue usada como lugar de reunión por los representantes públicos de los municipios comentados para solventar sus desavenencias. Los restos de esta construcción musulmana desaparecieron en torno a 1865, cuando sus materiales fueron usados en la edificación de la Iglesia Parroquial de San Joaquín. 
Ejemplo de Torre Nazarí (Huércal-Overa)

Estos artículos siguen siendo, por su calidad histórica, una fuente recurrente para los historiadores y estudiosos actuales que quieran conocer esta parte pretérita de la historia local de la villa. Estos escritos fueron consultados, por ejemplo, por D. Ramón de Cala y López y D. Miguel Flores González-Grano de Oro para la elaboración de su mítico libro "Historia de Garrucha" publicado en 1921.

Indiscutiblemente, a Don Bernardo Berruezo se le debe que hoy día Garrucha pueda contar con esta parte de su historia antigua, ya que, quizás, de otra manera el erudito se hubiese ido a la tumba sin compartir su conocimiento. No era la primera vez que D. Bernardo inducía a escritores a la publicación de sus obras, conviene recordar que fue uno de los que más influyó en que su buen amigo, el célebre poeta D. José Durbán Orozco, publicara su libro "Tardes Grises", obra que encumbró en Almería al poeta salmantino afincado en Garrucha.

DE COLABORACIÓN
EL CASTILLO DE GARRUCHA
A Bernardo Berruezo
Me pide usted, amigo Bernardo, con bastante insistencia algo para EL ECO DE LEVANTE, y aunque yo de joven (ya voy para viejo y me sirve de consuelo el ver tan caído a Lacal) echaba mis ratos de periodista, murieron aquellas aficiones, y no hay ahora fuerzas humanas que me hagan escribir para el público. ¡Se escribe hoy tanto y mal! ¿A qué contribuir yo con mi literatura a esta desgracia? Pero en fin, por complacer a usted, y a la vez por ver si puedo llegar a ser un Córcholis (colaborador de El Eco de Levante con ese pseudónimo) para que Gea me quiera, allá van estas líneas, que me parece han de agradar por los hechos que voy a referir, ocurridos en el llamado Castillo de la Garrucha hace la friolera de más de cuatrocientos años. Ahí es nada, hablar de cosas de Garrucha de hace cuatro siglos y pico. Todo no va a ser hablar del mitin de Vera y de los viajes de Bueno a Andalucía; conviene en el periodismo que haya variedad. Vamos al caso.

Los pueblos de Vera y Mojácar son los más antiguos de todas esta comarca. Mojácar fue siempre villa, Vera ciudad, y entre unos y otros habitantes había casi a diario, por los años 1490 a 1498, no pocos disgustos y serias camorras, nacido todo este continuo malestar, unas veces porque los vecinos de Mojácar pastaban sus ganados en terrenos que los de Vera creían que eran suyos, otras, la más porque los de Vera pescaban en toda la costa, y esto molestaba a Mojácar. Las rivalidades subieron de punto, echando también su cuarto a espaldas en esas luchas, pero en favor de Mojácar, las antiguas villas, que hoy ya no existen, de Cabrera y Teresa. Vera era la ciudad envidiada, tenían término jurisdiccional vasilsino, y partían sus hitos y mojones por la parte de Poniente con la ciudad de Almería y Purchena, y del Levante con la de Lorca, y todas las villas, lugares y aldeas, mares y pesqueras que había dentro de estos límites, así como la villa de las Cuevas, lugares de Huércal y Overa, Sorbas y Lubrín, Mojácar, Zurgena, Teresa y Cabrera estaban debajo de su jurisdicción civil y criminal, conociendo de los debate, pleitos y diferencias que había en todos estos pueblos, cobrando a la vez diezmos y contribuciones.

Cansados ya los de Mojácar y Vera de aquellas continuas luchas, que hacían mermar sus capitales, e imposible la vida en sus campos, y más que nada en toda esta costa, acordaron dirimir sus diferencias y reunirse para ello en gran asamblea. ¿Y dónde tuvieron lugar estas pequeñas Cortes, por qué así debemos llamarlas? No fue, en verdad, en lujosos salones decorados con tapices y pinturas de la época; fue a orillas del mar, encima de sus rocas, en la pequeñísima Torre de la Garrucha, llamada después el Castillo; allí se reunieron el sábado 25 de abril del año 1488 los honrados Juan Herrero, y Tranavaldo, Alcaldes ordinarios de la ciudad de Vera y su tierra; Martín de Salas, Juan de Céspedes, y Juan de Sepúlveda, Regidores; Rodrigo de Salas, Procurador Síndico del Concejo; Juan García de Cánovas y Pedro de la Mena, Procurador del Común. Y Sancho de la Dueña, Alcalde ordinario de la villa de Mojácar y su tierra; Miguel Giménez, Rodrigo de Carrión, Juan Yañez y Ginés Navarro, Regidores, y Juan de Escamez, Procurador Síndico. Acordaron, después de muchas sesiones y largos debates, acordaron repito, como decían ellos «por bien y amor e buena vecindad para entonces y en adelante para siempre jamás, como buenos y leales vecinos, haciendo tales obras los unos con los otros, las siguientes capitulaciones:

1ª.- Que la ciudad de Vera y la villa de Mojácar habían de tener siempre buena armonía y vecindad, y que si ambos pueblos tuvieran algunas diferencias con alguna ciudad, villa o lugar, se ayudaran y defendieran mutuamente, requiriéndose para ellos los unos a los otros.

2ª.- Que la ciudad de Vera si en algún tiempo echase alguna imposición, aduana, almojarifazgo, portazgo, o cualquier imposición, que los vecinos de la villa de Mojácar sean libres, y exentos de tales derechos, asípor sus Altezas, o en otra cualquier manera que fueren puestas.

3ª.- Que los pastos y herbages de Vera y Mojácar sean comunes y puedan pastar con sus ganados, con tal que cada uno ponga el ato de los ganados donde quisiere, guardando todo el regadío.

4ª.- Que en ningún tiempo Vera y Mojácar pudieran vedarse la saca del pan.

5ª.- Que de cualquier provisión que viniere y trajeren los forasteros, se den mutuamente la tercera parte. Y que de la villa de Mojácar tenga en Vera una persona para que tome esa tercera parte de provisión.

6ª.- Que de la costa y la caza sean comunes para Vera y Mojácar, y que los unos no la veden a los otros.

7ª.- Que en la Torre de la Garrucha haya de continuo un alguacil con una vara de justicia, puesto por Vera, para que anduviese por la costa del mar mirando los daños y perjuicios que en ella se pudieran hacer. Y si cualquier vecino de la villa de Mojácar hiciese algún delito, u otra cosa que fuese digna de prisión, sería preso por el tal alguacil, y llevando a la justicia de Mojácar, presentándoselo preso para que se ejecute la pena que mereciere. Si cualquier vecino de Vera, o forastero delinquiere en la costa, que fuera preso por este alguacil y llevado a la ciudad de Vera, o forastero delinquiere en la costa, que fuera preso por este alguacil y llevado a la ciudad de Vera, para que la justicia le oiga y determine su causa. Mas si aconteciese que el alguacil de la villa de Mojácar se hallase en la costa y se hiciese ruido por cualquier persona, no estando presente el alguacil de la Torre de la Garrucha, pueda prenderla y llevarla a Mojácar o a Vera de donde fuera vecina. Pero si concurrieren juntos a la cuestión los dos alguaciles, el que primero prendiese al delincuente, lo había de llevar preso, con el fin de que nunca falte un alguacil en la citada Torre.

8ª.- Que si ocurriese que la justicia de Vera fuese en seguimiento de algún malhechor, pueda entrar en Mojácar con su vara, y lo mismo los de esta villa en la ciudad de Vera.

9ª.- Que cuando Vera y Mojácar envien algún mensajero, se lo hagan saber recíprocamente, pagando entre ambos pueblos el salario, en prueba de ser vecinos leales.

Tales fueron las capitulaciones que pusieron fin a aquellas discordias. En los debates intervino, dando fe pública, el escribano del Concejo de Mojácar Lope de Morales, se levantó su correspondiente acta, librándose una copia a cada pueblo, que sellaron con sus respectivos sellos. Fueron testigos llamados y especialmente rogados, Diego de Buitrago, Juan de Herrera, Juan de Guevara, Juan de las Eras, vecinos de Vera.

Como donde lumbre se enciende ceniza queda, aquellas capitulaciones de concordia fueron motivo para que al poco tiempo resucitaran iguales disgustos entre ambos pueblos, celebrándose después por ello muchas y acaloradas asambleas en la Torre de la Garrucha, y se siguieron pleitos ruidosos, de todo lo que me ocuparé en artículos siguientes si los señores de EL ECO DE LEVANTE lo creen de oportunidad e interés.

Rudericus

(El Eco de Levante, Garrucha, 30 de noviembre de 1901)


[Continuará]

viernes, 25 de septiembre de 2015

Los Berruezo y la Real Orden de Isabel la Católica


Placa de la Gran Cruz de la Orden
La Real Orden de Isabel la Católica fue instituida por el Rey Fernando VII el 14 de marzo de 1815 con el nombre originario de “Real Orden Americana de Isabel la Católica” para, en un primer momento, “premiar la lealtad acrisolada y los méritos contraídos en favor de la prosperidad de aquellos territorios”.

Mediante el Real Decreto de 26 de julio de 1847, esta Orden se adecuó a su tiempo, tras la pérdida de las colonias americanas, y adoptó el nombre oficial de “Real Orden de Isabel la Católica”. El ministro de Estado de Isabel II, D. Juan Francisco Pacheco, quiso con esta reorganización de la condecoración que fuese un premio civil para ciudadanos de ultramar. Sin embargo, esto no se cumplirá y se otorgará también a peninsulares. Su concesión premiaba los comportamientos extraordinarios que hubiesen realizado los ciudadanos en beneficio de la Nación Española. Aún en vigor, es la tercera condecoración más importante de España después del Toisón de Oro y la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III.

A lo largo del siglo XIX fueron varios los miembros de la familia Berruezo que recibieron esta Real Orden:

  1. D. Francisco Berruezo y Berruezo, Caballero.
  2. D. Antonio Berruezo Ayora, Comendador.
  3. D. Francisco Berruezo López, Caballero.
  4. D. Pedro Antonio Berruezo García, Comendador.

Don Francisco Berruezo y Berruezo (1825-1879). Militar y político natural de Vera (Almería). Sirvió en el Cuerpo Administrativo del Ejército, en el que llegó a ser Comisario de Guerra de Segunda Clase y, retirado del servicio, fue Concejal, Teniente de Alcalde en 1875 y Diputado Provincial en Valencia. Fue agraciado por Isabel II con el nombramiento de Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica el 27 de octubre de 1860. Además, estuvo en posesión de la medalla de la Guerra de África por su valerosa y eficaz participación en dicha contienda. Asimismo, recibió una Mención Honorífica el 15 de marzo de 1870 por los servicios prestados como Contador del Hospital Militar de Valencia durante los sucesos republicanos ocurridos en Valencia en octubre de 1869. Era hermano del Brigadier del Ejército, político y empresario D. José Antonio Berruezo y Berruezo.

Don Antonio Berruezo Ayora (1818-1887). Jurista, militar y empresario natural de Turre (Almería). Durante la Primera Guerra Carlista destacó por su valentía y arrojo, lo que le valió ser nombrado por Isabel II Benemérito a la Patria. Terminado el conflicto bélico estudió Leyes y fue Escribano Criminalista en diversos Juzgados de Primera Instancia en Madrid. Fue agraciado por el Rey Amadeo I con el nombramiento de Comendador ordinario de la Real Orden de Isabel la Católica el 5 de febrero de 1871. Además, tras la inesperada muerte de su yerno D. José María Labernia en 1875, se hizo cargo de la gerencia de sus prósperos e importantes negocios de índole minero, lo que le hizo estar al frente de una las Casas Comerciales e Industriales (Viuda de Labernia e Hijos) más importantes del levante almeriense.

D. Francisco Berruezo López
Col. José Berruezo García
Cortesía María Luisa Alías Berruezo
Don Francisco Berruezo López (1841-1917). Comerciante, propietario, inversor minero e industrial natural de Viator (Almería). Afincado a temprana edad en Garrucha, donde su tío el potente empresario D. Manuel Berruezo Ayora (Primer Alcalde de Garrucha) estaba levantando un considerable imperio económico, desarrolló toda su actividad profesional desde este municipio del levante de Almería. Dedicado a los negocios desde su juventud, ya destacó a la edad de 26 años como el comerciante más próspero de Garrucha, como así consta en el BOPA de 29 de septiembre de 1867 al destacarlo como el Mayor Contribuyente de Clase Mercantil del municipio. A nivel industrial se tiene constancia de su participación en la industria harinera, naviera, minera... Fue uno de los inversores mineros más potentes del levante almeriense, con más de 60 minas registradas en la provincia de Almería, y es considerado uno de los padres de la minería de Bédar. Además, dada su posición y lo habitual en su época entre los de su clase, se adentró en la política local. Fue Concejal, Regidor Síndico y Alcalde de Garrucha de 1887 a 1889. Asimismo, fue Vicecónsul de Portugal en Garrucha más de 40 años y fue nombrado por el Rey Alfonso XII Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica el 19 de marzo de 1885. Don Francisco Berruezo destacó también como uno de los mayores impulsores y salvaguardas de la Semana Santa de Garrucha. Toda una personalidad en el municipio, su muerte causó una profunda conmoción y el comercio sin excepción cerró sus puertas en señal de duelo.

D. Pedro Antonio Berruezo García con
la encomienda de la Orden en el cuello.

Col. José Berruezo García
Cortesía María Teresa Ituarte Mata
Don Pedro Antonio Berruezo García (1854-1905). Funcionario de la Real Hacienda e inversor minero natural de Mojácar (Almería). Pertenecía a una de las familias más importantes de Garrucha. Su padre, D. Pedro Berruezo Soler, fue uno de los personajes más relevantes de la Historia de Garrucha. Administrador de Rentas en Garrucha, participó activamente junto a otros miembros de la familia Berruezo en la consecución de la independencia de Garrucha respecto de Vera en 1861. Fue Regidor en el Primer Gobierno Municipal, Alcalde de la villa de 1873 a 1874, inversor minero partícipe en la constitución de diversas Sociedades Mineras y un acaudalado propietario en el levante almeriense.

D. Pedro A. Berruezo siguió los pasos de su padre e hizo carrera como funcionario de Hacienda, continuando así una saga familiar de cuatro generaciones dedicadas al servicio de Rentas. Además de Oficial de las Aduanas de Barcelona y Tarragona, fue inversor minero. Se tiene constancia de que registró minas de hierro en los términos municipales de Ulldemolins, Irlas... pertenecientes a la provincia de Tarragona. Sin lugar a dudas, este interés en los asuntos mineros lo aprendió en Garrucha, puesto que la familia Berruezo se desarrolló de manera exitosa en este sector en el levante almeriense, obteniendo pingües beneficios. Fue nombrado por el Rey Alfonso XIII, y en su nombre la Reina Regente María Cristina, Comendador ordinario de la Real Orden de Isabel la Católica el 24 de diciembre de 1888.


martes, 22 de septiembre de 2015

Garrucha ante la Guerra de África



La Guerra de Melilla fue un conflicto bélico que se desarrolló entre julio y diciembre de 1909 en las inmediaciones de la ciudad indicada. El motivo que provocó las hostilidades fue la muerte de cuatro españoles, tiroteados por rifeños, que trabajaban a poco más de 4 km de Melilla en las obras de construcción del puente sobre el barranco de Sidi Musa, que venía a unir ferroviariamente el puerto de la actual ciudad autónoma con el coto minero de Beni-Bu-Ifrur. Este ataque se encuadraba dentro del hostigamiento que las tribus rifeñas venían infligiendo a los obreros y mineros que trabajaban en las minas que las empresas españolas explotaban en el Rif desde 1908.

En el contexto de esta Guerra, quizás los dos hechos más destacados y conocidos sean el Desastre del Barranco del Lobo, en el que los soldados españoles, emboscados, sufrieron graves pérdidas debido al intenso fuego enemigo desde las alturas del barranco y la desorganizada retirada sin el apoyo de la artillería, y la llamada Semana Trágica en Barcelona y otras ciudades catalanas, en las cuales se produjeron altercados e incidentes violentos debido a las protestas de las clases populares, azuzadas por anarquistas, socialistas y radicales, contra el decreto de movilización que incluía a los reservistas de los cupos de 1903 a 1907. Este llamamiento a las armas ascendía a unos 20.000 hombres; la mayor parte de los reservistas movilizados eran padres de familia de clase humilde que no podían pagar las 1500 pesetas con las que se evitaba ir a la guerra, por lo que su marcha dejaba a sus familias sin sustento económico.

Sin embargo, en otras ciudades españolas como Almería, Cádiz o Málaga la llamada a filas y la despedida de los soldados que partían a la guerra se vivió con júbilo patriótico. En Garrucha también predominó un espíritu entusiasta y solidario con los vecinos que fueran llamados al frente, así como con los heridos que se produjeron en la contienda bélica.


El Alcalde de Garrucha, D. Pedro Berruezo Gerez, sensible siempre a los problemas de las clases populares y previendo la problemática que iba a surgir con motivo de la llamada de reservistas para la Guerra de Melilla, propuso a la Corporación Municipal y aprobó el siguiente acuerdo:

D. Pedro Berruezo Gerez
Alcalde de Garrucha durante la Guerra
de Melilla y buena parte de la Guerra
 del Rif o Segunda Guerra de Marruecos

Col. José Berruezo Garía
Por el Sr. Alcalde (D. Pedro Berruezo Gerez) se manifestó a la Corporación: que, de un momento a otro, la imperiosa necesidad de defender los intereses sagrados de la Patria, llevará a las filas de nuestro glorioso Ejército a todos aquellos de nuestros convecinos que pertenecen a su reserva activa, cuyas familias, en su mayor parte quedarán sin medios de subsistencia, por cuya razón se hacía preciso que el municipio se ocupara de remediar de algún modo la triste situación en aquellos habrán de quedar. Y la Corporación unánimamente ACUERDA: que al ser llamados al Ejército los reservistas de este pueblo, se socorra diariamente con los fondos del municipio, y en la medida que para cada una sea preciso a sus respectivas familias, dedicando a tan sagrada obligación cuantos recursos legales cuente el Ayuntamiento y, para el caso de que esto se agotaran totalmente, la Presidencia recurrirá al sacrificio particular de clase acomodada de la población, de las cuales, lo han ofrecido ya sin tasa muchas de ellas, y que responderán seguramente con la esplendidez y el entusiasmo con que acude siempre que se le llama a los actos de caridad y amor.
(Actas capitulares. Sesión 25 de julio de 1909. Archivo Municipal de Garrucha)
El propio Alcalde Don Pedro Berruezo, a título particular, redobló esfuerzos para incrementar aún más, en estos duros momentos para muchas familias, la cantidad de alimentos de primera necesidad que siempre tenía a la entrada de su casa destinados al socorro de las familias más desfavorecidas de Garrucha, que ahora podían quedarse huérfanas de sustento por la marcha de sus hombres a la guerra.

Asimismo, otros prohombres del levante almeriense volvieron a dar las muestras de la solidaridad y empatía que siempre les había caracterizado, tal fue el caso del caritativo comerciante cuevano D. Antonio Bravo Pascual. A continuación se expone el artículo del ilustre periodista veratense D. Juan Antonio Meca y Jiménez (1876-1929), que recoge la carta que remitió al Alcalde de Vera el citado empresario de Cuevas del Almanzora:

ALMA ESPAÑOLA
¡SURSUM CORDA!
Sr. Dr. de La Crónica Meridional.
Muy Sr. Mío: Si en momentos críticos de llanto y de tristeza para nuestra amada España, existen traidores, que no hijos, que como fieras se vuelven contra ella, y la insultan y la hieren con mano sacrílega; seres de vergüenza y baldón de la raza hispana, plantel secular de tantos y tan esclarecidos héroes; si en esos momentos de desolación para la amada patria, hay algunos seres depravados que la empujan al abismo; en cambio, en consolador y honroso contraste, surgen por doquier gritos nutridos de indignación por el ultraje, imborrables anatemas contra la impiedad, pujantes energías, raramente amortiguadas en el indomable valor castellano, y frases y actos generosos de adhesión y de consuelo, que como gigante himno de patriotismo y de amor acendrado, envuelve en filial respeto a la ultrajada madre, y le rinde pleitesía dulcísima de adhesión y ternura.
El pueblo español, siempre noble, no podría ver impávido la injuria con que el audaz rifeño ha añadido a nuestra historia una página escrita con sangre de nuestros mártires; por eso, con el ardimiento, con el arrojo, con la abnegación que le hizo famoso en la historia, ha alzado unánime grito de protestas, lanzándose a las abrasadoras tierras africanas, ansioso de vengar la sangre de los hermanos muertos, de mantener enhiesto el glorioso pendón de San Fernando, ganoso en fin de demostrar al orbe todo que le mira que España es la de siempre, la que hizo que se inclinara hacia el polvo la orgullosa servil romana, la de Covadonga, las de las Navas de Tolosa, la de San Marcial y de Lepanto, la que fundó un reinado floreciente sobre el trono imperial de Molezme, y dejó gigante y glorioso el pedestal de su independencia sobre los humeantes escombros de Numancia…
¡Es la España de siempre!
Por eso, sus hijos, los que así merecen ser llamados, los buenos, no se fijan para defenderla en si fue culpable al ser nefanda por sus errores, que como hijos respetuosos no juzgan la conducta de quien les dio la vida; no miran su pobreza, porque para un hijo una madre debe ser siempre grande aún en medio de la mayor miseria; no se detienen a pensar con traidor quietismo, si el pingüe patrimonio que le legaron sus mayores, se fue desmembrando por propios vicios o por rapacidades ajenas, y sólo ven la tribulación y el peligro, y andan solícitos a consolar la primera, y a poner al segundo el dique generoso de sus pechos…
¡Benditos mil veces los buenos hijos que defienden y auxilian a la madre patria!
En ese concierto de sublimes arranques, la hermosa virtud de la caridad marcha en fraternal unión al lado del patriotismo; y grandes y pequeños, ricos y pobres, opresores y oprimidos, todos a una, hacen alardes de esos dos amores que tanto dignifican, que tanto conmueven…
Uno de esos impulsos de patriotismo y de caridad, ha animado a un honrado e ilustre hijo de la ciudad de Cuevas, al acaudalado banquero y comerciante D. Antonio Bravo y Pascual, quien con generosidad digna del mayor encomio, ofrece noblemente en las aras del patricio sacrificio, los más puros y opimos frutos de sus alma.
Pedro dejemos frases a un lado y para narrar su alma reproduzcamos la siguiente carta, cuya copia nos facilita el Sr. Alcalde de esta ciudad.
Dice así:
« Sr. Alcalde de Vera.
Muy señor mío: Pensando en la situación aflictiva en que pudieran quedar la esposa e hijos de algún reservista que solamente dependiese del jornal cotidiano, obtenido por el marido que va a Melilla a defender nuestra gloriosa bandera, aspiro a llevar algún consuelo a un hogar de cada uno de estos tres pueblos (Cuevas, Vera y Garrucha) tan queridos, donde radican mis establecimientos, sostenidos por el elemento obrero, su mejor cliente.
Para llenar este fin, entiendo que por el cargo popular que V. ocupa, está llamado a designarme la familia de ese pueblo, que quede completamente desamparada por la ausencia del esposo, para que desde el día que marche a incorporarse a filas y hasta su regreso, venga la madre de sus hijos, a esta modesta casa a percibir dos pesetas diarias, que cobrará semanalmente, y que servirán para que no le falte el pan a sus pequeños. ¡Así el soldado no irá al campo de batalla con el corazón oprimido, pensando que mientras él arriesga su vida por la patria, sus hijos perecen de hambre!
Como complemento de mi pequeña obra, declaro: que si, por desgracia, falleciese el reservista en la lucha, o a consecuencia de heridas de la guerra, seguiré abonando a su viuda las dos pesetas diarias citadas, durante un año, a partir de la fecha en que se tuvieren noticias de su muerte.
Expuesto mi deseo a grandes rasgos, aunque de forma desaliñada, pero tal como lo siente mi alma, espero su necesaria cooperación para llevarlo a la práctica.
Rogándole me acuse recibo de este escrito, aprovecho gustoso esta ocasión para ofrecerme a V. atento s. s. q. b. s. m. — Antonio Bravo Pascual. Vera 27 Julio de 1909. »
Ese es el corazón español; no el que se ampara cobardemente en pretextos y arterias para ahondar las heridas de la común madre; esos infelices hijos degenerados, en cuyos pechos alientan esos corazones tan pequeños, suponen, por fortuna, una gota de agua, en ese océano de patriotismo, de caridad y de nobleza.
¡Sursum corda!
Elevemos los corazones con fe, y que nuestra diestra agite la espada vengadora, con las energías de lo justo de la causa porque lucha y de lo santo del amor que le impulsa. Lo justo de la empresa, logrará la victoria.
Pero elevemos una lágrima a la tierra que guarda las cenizas de los hermanos nuestros, el esfuerzo de nuestro aplauso y nuestra ayuda a los otros hermanos que luchan heroicos con las salvajes hordas africanas, y el perdón de las almas cristianas a los infelices que delinquieron con su apostasía, y el aplauso, la admiración de cariño y de respeto a los ciudadanos honrados que como el autor de la carta inserta, con generoso desprendimiento, ofrecen en estos instantes adictivos los inefables consuelos que emanan de la caridad, la del más aromosa del sublime vergel cristiano.
Juan A. de Meca y Jiménez
Vera 31 de Julio 1909.
(La Crónica Meridional, Almería, 3 de agosto de 1909)
Una carta similar fue dirigida también por D. Antonio Bravo al Alcalde de Garrucha, por lo que éste, en nombre del municipio le profesó un sincero agradecimiento y le asignó la familia del reservista garruchero del cual iba a hacerse cargo de manera altruista:

Por el Sr. Alcalde (D. Pedro Berruezo Gerez) se da lectura a la hermosa carta que le ha dirigido el comerciante y vecino de Cuevas D. Antonio Bravo Pascual, ofreciendo socorrer con dos pesetas diarias a la esposa del reservista de esta localidad que sea llamado a filas y que se le designe por esta Alcaldía, cuyo socorro continuará dando a la familia del dicho soldado por espacio de un año si tuviere la desgracia de perecer en la guerra, de cuya carta se ha mandado copia literal al Sr. Gobernador Civil de la provincia.
El Ayuntamiento por unanimidad ACUERDA: que se den al Sr. Bravo en nombre de este municipio y del pueblo en general, las más expresivas gracias por el patriótico y plausible rasgo que envuelve su generoso ofrecimiento, y como quiere que en el día de hoy ha salido para incorporarse a banderas el reservista Cleofás Manzanares Ruiz, el cual deja sin amparo alguno a su esposa y dos hijos de cuatro años y seis meses de edad, que por la Presidencia se designe a la familia de dicho soldado para que perciba el socorro que tan digno patricio ha ofrecido.
(Actas capitulares. Sesión 1 de agosto de 1909. Archivo Municipal de Garrucha)
También el director de la banda de música de Garrucha, D. Juan Moreno, manifestó en un artículo publicado en la prensa que “por iniciativa unánime de la banda de música que dirijo, y llenos todos de los más nobles sentimientos patrióticos, decidimos en los días 15 y 16 del corriente salir a postular por las calles de este pueblo; en demanda de socorros para los heridos en la campaña de Melilla” (La Independencia, Almería, 19 de agosto de 1909). Las familias patricias de Garrucha, dando una vez más muestras de generosidad, compasión y solidaridad, colaboraron con donativos a la causa del consecuente músico para ayudar a los heridos de la Guerra de Melilla. Muchos de ellos estaban siendo atendidos en el Hospital de sangre de Almería. En la extensa lista de personalidades del municipio que auxiliaron económicamente a los malogrados soldados estaban: D. Francisco Berruezo López, D. Pedro Berruezo Gerez, D. Francisco Berruezo Gerez, D. Cleofás Berruezo Castaño, D. Simón Fuentes Caparrós, D. José Fuentes Berruezo, D. Martín Clemente Rodríguez, D. José López Campos, D. Pedro Cervantes Gerez, D. Antonio Abellán Casanova (II Marqués de Almanzora), D. Federico Moldenhauer, D. Trinidad Torres, D. José Bueno Cordero, D. Pedro Gea López-Teruel, D. Gonzalo Plá Oliva… hasta contabilizar un total de más de 160 personas que reunieron una considerable cantidad para la época.


Un soldado de Administración Militar, encantado y agradecido por el recibimiento y auxilio que le brindó el hospitalario pueblo de Almería, remitió una nota a la prensa sobre este particular:

Carta de un soldado
El soldado de Administración Militar Isabelo Fausto Álvarez nos ha hecho entrega de la siguiente carta dirigida al pueblo de Almería, que reproducimos muy gustosos:
Dice así:
« Siento verdadera emoción por el patriotismo con que habéis recibido a los defensores de la patria, que han vertido su sangre porque el grito de ¡Viva España! sea realzado y porque se logre el triunfo de nuestras armas en el territorio marroquí.
Sinceras gracias por el cariño que siente el pueblo español por sus amados hijos, que tendremos imborrable recuerdo el 20 de septiembre de 1909.
¡Viva España! ¡Viva el Ejército Español! ¡Viva Almería!
Vuestro servidor, Isabelo Fausto Álvarez »
(La Independencia, Almería, 22 de septiembre de 1909)
La generosidad y solidaridad del pueblo garruchero hacia los soldados españoles que luchaban en África no se ciñó sólo a la Guerra de Melilla de 1909, también durante la Guerra del Rif o Segunda Guerra de Marruecos (1911-1927) volvió a dar muestras de ello. En 1921 el Alcalde Don Pedro Berruezo Gerez envió la considerable cifra para la época de 1000 pesetas para asistir al Batallón nº 71 del Regimiento de La Corona. Este cuerpo militar, con base en Almería, fue el primero en desembarcar en Melilla, el 24 de julio de 1921, para protegerla de un posible cerco por parte de las tropas de Abd-el-Krim. 

Nota del periódico La Independencia (Almería, 3/11/1921)

Asimismo, en diciembre de 1925, el entonces Alcalde de Garrucha D. Pedro Juaristi Landaida, a petición del Gobernador Civil, abrió una suscripción pública en el municipio con el objetivo de recaudar fondos para enviar el Aguinaldo de Navidad a los valientes y fatigados españoles que combatían a los rebeldes rifeños. Como era de esperar, el pueblo de Garrucha respondió.


jueves, 17 de septiembre de 2015

Pi y Margall en El Eco de Levante de Garrucha


Cabecera del periódico semanal El Eco de Levante de Garrucha

El Eco de Levante fue un periódico garruchero de tendencia republicana que se editó por segunda vez en el municipio desde el 3 de agosto 1899 hasta el 23 de abril de 1903. Era un semanario de cuatro páginas en las que se abogaba firmemente por la realización de los tres proyectos principales y necesarios para la regeneración de Garrucha: la construcción del ferrocarril de Lorca a Almería, el canal del Almanzora y la carretera de Garrucha a los Gallardos. También se trataban temas de agricultura, comercio, minería, literatura y sociedad. La cuarta página estaba destinada a anuncios de publicidad comercial. 

En su segunda andadura, El Eco de Levante estaba dirigido por el ilustrado D. José Bueno Cordero y contaba con D. Antonio Lacal Montenegro (médico titular de Garrucha), D. Pedro Gea López-Teruel (médico y comerciante) y D. Bernardo Berruezo Gerez (comerciante y consignatario de buques) como redactores, además de contar con colaboraciones esporádicas de diversa autoría.

D. Bernardo Berruezo Gerez
Col. José Berruezo García
Cortesía Juan Antonio Garcia Berruezo
El tinte republicano del periódico es evidente, en él se recogieron diversos artículos de esta ideología y sus redactores se mostraron críticos con el bipartidismo de los partidos políticos tradicionales, es decir, con el conservador y el liberal. Además, es bien conocida la pertenencia de, por ejemplo, D. Pedro Gea y D. Bernardo Berruezo a partidos republicanos, siendo este último el joven garruchero que acaudilló este movimiento en el municipio entre los más jóvenes, destacando su aguerrida lucha periodística contra las injusticias sociales y económicas que se cernían sobre Garrucha y su comarca. Estos republicanos defendían firmemente, porque lo creían, que sólo a través de la República podría redimirse y regenerarse la Patria, para así resurgir de sus cenizas tras el Desastre del 98.

A lo largo de su emisión en El Eco de Levante se recogieron diversos artículos sobre Pi y Margall tras su muerte, con el que debieron simpatizar ideológicamente tanto el Director como los redactores del citado periódico. A continuación se recogen una muestra de ellos.

A la muerte de D. Francisco Pi y Margall en noviembre de 1901, escribió la redacción:

PI Y MARGALL
¿Qué vamos a decir nosotros, pigmeos, en alabanza de aquel hombre insigne?
Todos han dicho que fue tan virtuoso y tan sabio como modesto, tan austero como amante de la Patria. Buen hijo, buen padre, buen esposo y buen patricio.
Se realzan sus virtudes, pero no se han imitado. Su gran espíritu flota sobre su amada España. ¿Dejará apóstoles entusiastas que propaguen sus ideas y sus sentimientos, para esculpirlos en muchos corazones? Si así fuese, su muerte redimiría la Patria.
(El Eco de Levante, Garrucha, 8 de diciembre de 1901)
Unos meses más tarde de la noticia de su muerte, se publicó una nota con motivo de la donación de la biblioteca personal de Pi y Margall que realizó su viuda a la Biblioteca Nacional, dando así cumplimiento a su disposición testamentaria.

Patriota
El insigne Pi y Margall, no sólo no cobró durante su vida la cesantía de Ministro, sino que para después de su muerte dejó ordenado que sus libros se donaran a la Biblioteca Nacional, a donde su viuda acaba de entregar infinidad de tomos, que tienen gran valor por su rareza y por su mérito.
Compárese esta conducta con la de tantos hombres inútiles y ambiciosos que suben a la gobernación del Estado por la cuenta que les tiene, y suelen salir de allí sin haber hecho nada provechoso para la Nación, pero sí para ellos y los suyos, gravando más la situación del Tesoro y la del contribuyente.
(El Eco de Levante, Garrucha, 31 de marzo de 1902)
En octubre de 1902 rememoraron el aserto de Pi y Margall sobre los caciques, esa lacra que bajo coacción condicionaba el voto y las circunscripciones electorales en los pueblos:

Los Caciques
Son unos perturbadores, que mienten patriotismo y nunca lo tienen; hablan de ideas, y no fueron jamás capaces de concebirlas. Cambian, porque así lo exige la salud de la República, y es por querer arrimarse al que creen más cerca del Gobierno. Peste de la Nación y carcoma de los partidos, todo hombre honrado debiera de negarles la mano. Su atrevimiento es tal, que sólo es igual a su ignorancia; la corrupción que traen al país sólo es compatible con la venalidad de sus almas y la depravación de sus corazones. ¡Ah! Mientras no nos deshagamos de esa funesta plaga, no esperemos para esta pobre nación ni felicidad ni sosiego.
F. Pi y Margall
 (El Eco de Levante, Garrucha, 31 de octubre de 1902)
Asimismo, recordaron en la edición de El Eco de Levante de 31 de enero de 1903 una historieta del ilustre republicano donde se atisba de manera clara su ideología.

EL SOLDADO Y EL HOMRE-HUMANIDAD
Salió el hombre de la ciudad al amanecer de un claro día, y se sentó una piedra que dividía dos campos a la orilla del camino.
Y acertó a pasar por allí un soldado, cubierto de polvo y rendido de fatiga.
     ¿A quién defiendes? — le preguntó el hombre.
     A Dios y al Rey, — le dijo.
     Dios está en ti y tú en Dios, — repuso el maestro.
     Tu rey eres tú mismo. Defiende en adelante al hombre. Si mañana vieres a tu hermano en poder de bandidos, no dejarías, de seguro, sosegar tu espada. La desnudarías y cerrarías sobre ellos sin pensar que tu vida estaba en peligro. Todos los hombres son tus hermanos, y todos padecen violencia; ¿cómo sigues aún puesta la mano en la guarda de tu empuñadura? No atiendas a la ley escrita en tus ordenanzas, sino a la escrita en tu conciencia. No des importancia a esa materia, sino al alma.
La muerte es la transfiguración de la vida: tu espíritu  es eterno y vive eternamente en el hombre. Mueres por ti, muriendo por tu hermano: por ti viertes tu sangre, cuando la viertes por los que han de ser. Para el cuerpo hay generaciones, no para el espíritu.
     Nadie, señor, padece más que yo violencias, — contestó el soldado, — ¿dónde están los que han de emanciparme?
     ¡Señor! — repuso el hombre — tú eres tu señor y tu Dios, cualquiera que se llame tu señor es tu tirano. El hombre no puede ser más que el hombre, porque le anima un mismo espíritu, y el espíritu es Dios, y por el espíritu somos hombres.
Estás en la verdad, joven soldado; nadie padece más que tú violencia. El rey extiende sobre ti su mano; el coronel su bastón; el capitán su espada; hasta el cabo extiende sobre ti su vara.
Y pesa sobre ti una ley de sangre, una palabra, un gesto, una mirada, te conducen al cadalso. Mas tú dispones de armas; tú cuantos sufren bajo el mismo yugo. ¿Cómo las blandes contra un pueblo inerme y no las vuelves contra sus verdugos?
Suena un grito y hombres a medio armar se lanzan a la calle y retan a ejércitos y reyes. Estás tú armado y te asustas de tu sombra.
El pueblo te tiende siempre la mano; ¿por qué la rechazas?
Tres tiranos doblan la frente de los hombres. Descansan los tres sobre tus armas, retíralas y… cayeron y vinieron a gran ruina. Y yo te restituiré luego al seno de tu familia y de tu pueblo, de donde no te arrancarán ya, ni a tus hijos, ni a los hijos de tus hijos. Y si vives serás emancipado, y lo serás si mueres.
Calló entonces el hombre y siguió el soldado su camino. ¡Pobre soldado!
F. Pi y Margall
(El Eco de Levante, Garrucha, 31 de enero de 1903)
Tras esto cabe preguntarse, ¿quién era Pi y Margall? ¿Cuál fue el ideario de este célebre republicano español que cuenta con calle en Garrucha?

D. Francisco Pi y Margall
Don Francisco Pi y Margall nació en Barcelona el 20 de abril de 1824 en el seno de una familia humilde. Joven con inquietudes culturales e intelectuales, estudió la carrera Derecho y se doctoró en Madrid en 1847. Dado los escasos recursos económicos de su familia, se costeó sus estudios dando clases particulares y escribiendo algunos artículos en la prensa sobre crítica teatral y literaria. Además, estuvo trabajando un tiempo como empleado de banca.

Durante su juventud y época universitaria sintió especial atracción por la política. Así pues, a los 25 años de edad, se afilió al Partido Demócrata, al considerarlo más cercano a su forma de pensar que los partidos dinásticos imperantes en la naciente constitucionalidad del periodo isabelino. Pronto sobresaldría en el citado Partido, dada su oratoria y ambición ideológica, siendo muy popular entre las filas demócratas más apasionadas, donde ya empezaba a definirse claramente como republicano.

En 1854 participó activamente en la Revolución que dio paso al llamado Bienio Progresista y llegó a ser candidato a Diputado a las Cortes Constituyentes ese año. Su fama y prestigio político iban creciendo al mismo ritmo que la crítica de progresistas y ciertos sectores de su partido, al considerar su pensamiento inflexible o radical.

A lo largo de los años 50 el ideario de Pi y Margall ya estaba constituido por tres pilares fundamentales: un republicanismo federativo, un marcado anticlericalismo y un socialismo muy manifiesto, ya que su preocupación por los problemas y miserias de la clase obrera fue siempre notoria a lo largo de su vida.

El 22 de junio de 1866 tomó parte en la llamada Sublevación del Cuartel de San Gil, una fracasada sublevación auspiciada por progresistas y demócratas con el objetivo de derrocar la Monarquía de Isabel II. Tras la fallida revolución, Pi y Margall huyó a Francia donde estuvo empapándose de la filosofía de Proudhon y el pensamiento positivista de Comte.

Tras el triunfo de La Gloriosa en 1868, regresó a España y fue elegido Diputado a las Cortes Constituyentes. Asimismo, a finales de ese año, fundó junto a otros destacados miembros demócratas el Partido Republicano Federal.

En los primeros años del Sexenio Revolucionario defendió la vía republicana y criticó ferozmente a la facción Progresista y a los benévolos del Partido Democrático que apoyaron la Monarquía democrática de Amadeo I. Asimismo, asumió el complicado liderazgo del republicanismo español, aunque siempre le fue disputado dado lo heterogéneo de esta ideología y los fuertes personalismos políticos que existían en las filas republicanas (Castelar, Figueras o Salmerón, por ejemplo).  

El ideario político de Francisco Pi y Margall en esta época se articulaba en los siguientes postulados:

  1. Instauración de la República Federal en oposición a la Monarquía y al republicanismo centralista.
  2. Programa amplio de reformas sociales y defensa a ultranza de la desvalida clase obrera.
  3. Apuesta por la vía legal para llevar a cabo su programa político y alejamiento de las posturas insurreccionales o violentas como instrumento político para el acceso al poder.
  4. Pese a lo plural de la ideología republicana, abogaba por la unificación del republicanismo en toda España en torno a un fuerte Partido Republicano Federal.

Finalmente, los anhelos republicanos se vieron hechos realidad tras la renuncia de Amadeo I al trono y la proclamación de la I República Española el 11 de febrero de 1873. Esta primera aventura republicana apenas duró 11 meses y en ella se sucedieron cuatro presidentes. Fue un periodo muy convulso en el que la integridad territorial de España estuvo en tela de juicio.

Alegoría de la I República Española
El primer presidente de la recién instaurada República fue Estanislao Figueras, siendo Pi y Margall su Ministro de Gobernación. Los grandes problemas internos del país y las desavenencias entre los propios republicanos hicieron que Figueras renunciara a la Presidencia a los cuatro meses. Tras esto, D. Francisco Pi y Margall fue elegido nuevo Presidente del Poder Ejecutivo el 11 de junio de 1873. Bajo su mandato, anunció un ambicioso programa de reformas como la separación Iglesia-Estado, la abolición de la esclavitud, enseñanza obligatoria y gratuita, reducción de la jornada de trabajo, limitación del trabajo infantil, reparto de tierras entre colonos y arrendatarios, etc. También impulsó y defendió a ultranza el proyecto para dotar a la naciente República Española de una Constitución Federal.

Dada la precaria situación política de España, su proyecto federal quiso realizarlo de arriba a abajo, al contrario de lo que siempre había promulgado. Defendía ahora una República Federal proclamada por el Congreso y el Senado de las Cortes Constituyentes. Sin embargo, los acontecimientos no marcharon como quiso y diversas regiones, provincias e incluso municipios se erigieron motu proprio en cantones independientes, motivado por las federalistas intransigentes ante lo lento que resultaba el trámite burocrático para el federalismo propuesto por el gobierno central. 

El movimiento cantonal supuso un enorme problema para el devenir de la I República y la España de su época; la Nación se veía inmersa en una peligrosa inercia de constitución de múltiples "reinos de taifas" rebeldes al poder de Madrid. Estos acontecimientos sobrepasaron a Pi y Margall, que recibió las críticas de los sectores más conservadores, de los unitarios y del ala izquierda más radical.  Los primeros le acusaban de ser el inspirador del cantonalismo por su tradicional prédica federativa de abajo a arriba, los segundos no comulgaban con el federalismo, ya que veían peligrar así la integridad de la Patria, y los terceros le recriminaban no haber gobernado por decreto y proclamado la República Federal.

Caricatura sobre la dicotomía entre República Federal o Unitaria

Don Francisco Pi y Margall, desbordado por la situación en la que se veía inmersa el país, presentó su dimisión el 18 de julio de 1873, apenas hacía un mes que se había hecho cargo de la Presidencia del Gobierno de la República. En esos momentos España se desangraba de manera galopante en tres frentes principales: la Guerra de los Diez Años en Cuba, la Tercera Guerra Carlista y la insurrección cantonal con bastiones tan fuertes como el de Cartagena.

Tras la marcha de Pi, asumieron sucesivamente la Presidencia de la República, Salmerón y Castelar. Este último, republicano centralista, gobernando por decreto, suspendiendo las garantías constitucionales y disolviendo las Cortes hasta el 2 de enero de 1874, trató de poner fin enérgicamente a los problemas del país. No obstante, esta actitud le costaría la Presidencia de la República por la fuerte oposición de los federalistas y perdió la moción de confianza en la apertura de las Cortes la noche del 2 de enero. Finalmente, como consecuencia de la gran inestabilidad política del país, en la madrugada del 2 al 3 de enero de 1874, mientras debatía el Congreso el nuevo nombramiento del Presidente del Poder Ejecutivo de la República, el General Pavía dio un golpe de Estado en la Cámara Alta. Tras esto, se constituyó la República unitaria del General Serrano, que acabaría con el pronunciamiento en Sagunto (Valencia), el 29 de diciembre de 1874, del General Martínez Campos a favor de Alfonso XII; ésto supuso la Restauración Borbónica y vuelta a la Monarquía Constitucional en España. Se inició con el reinado alfonsino un periodo de estabilidad y paz hasta entonces desconocidos en España.

Pi y Margall, tras el fracaso de la República y la vuelta de la Monarquía, se retiró de la política activa en un primer momento, retomando su labor periodística. No obstante, no abandonó sus ideas y siguió defendiendo la vía federal dentro del republicanismo, hecho que le costaría un cierto aislamiento ideológico, ya que la mayoría de los republicanos, ante la lamentable situación que había vivido el país durante la revuelta cantonal, adoptaron posturas centralistas en torno a la figura política de Emilio Castelar, principalmente.

Caricaturas a las políticas pimargalianas publicada en el semanario Las Moscas
(https://c1.staticflickr.com/3/2274/2092393075_59e17c02e8_b.jpg)


Pi y Margall
En 1886 regresó como Diputado al Congreso, permaneciendo como tal durante los años 90 defendiendo su ideario. Durante la Guerra de Cuba de 1898 se manifestó contrario a la dicha contienda bélica contra los Estados Unidos, modelo de República Federal, criticando ferozmente el militarismo y patrioterismo imperante. Asimismo, propugnó la independencia de las provincias españolas de ultramar. Esta actitud en un momento de éxtasis patriótico le arrebató mucha popularidad entre el pueblo español. 

En sus últimos años de vida, tuvo más prestigio como pensador y filósofo que éxito político. Finalmente, Pi y Margall, padre del republicanismo federativo en España, falleció en Madrid el 29 de noviembre de 1901, a la edad de 77 años. Su muerte fue sentida, dada lo respetada que fue su singular figura en los círculos políticos de España. Un periódico afirmó a su fallecimiento: "será eternamente admirado allí donde haya hombres que abominen de la guerra y de la injusticia social, de la tiranía, de la desigualdad de clases, y que tengan por ideal la paz y el amor al prójimo. El amor santo que un día reconciliará las razas y las naciones en una federación universal".