Las familias levantinas
enriquecidas con la actividad minera invirtieron buena parte del capital ganado
en fincas rústicas que dedicaron a la producción agrícola, cuyos productos eran
consumidos tanto en la comarca como exportados por la rada de Garrucha, puerto
natural de un distrito de más de 200.000 habitantes.
El cultivo mayoritario de estas
fincas solía ser el trigo y la cebada, ya que el clima del levante almeriense, de
temperatura cálida durante el año y escasas precipitaciones, propiciaba que la
principal siembra fuese el cereal de secano.
Uno de los productos de primera
necesidad más demandados en la zona era la harina de trigo. Por ello, la
importante familia Segura, dedicada principalmente a la exportación del
esparto, decidió desarrollarse también en la industria harinera y construyó una
fábrica a tal efecto en terrenos de su propiedad en las inmediaciones de
Garrucha, en la Marina de la Torre.
La fábrica de harinas, que
pertenecía por partes iguales a Juan Salvador Segura Imbernón, Telesforo Segura
Imbernón y Sebastián Segura Carrasco, se componía de varias dependencias altas
y bajas, diversos patios descubiertos, pozo de agua y una balsa. La edificación
medía aproximadamente 33 metros de fachada por 25 de anchura, con un ensanche
de terreno por el lado derecho, según se entraba, de 41 metros. La fachada principal daba
al mar, a la playa, mientras que por su lado derecho lindaba con una finca de
Jorge Clifton Pecket, Vicecónsul inglés de Garrucha, y por el resto con terrenos
del propietario Juan Salvador Segura. En el interior, la industria contaba con
una desterradora, una limpiadora, una deschinadora, dos tornos o cedazos, un
depósito de madera para trigo, una máquina de doce caballos de potencia nominal
con todos los correspondientes utensilios para funcionar, tres pares de piedras,
así como un depósito para trigo y otro para harinar.
Garrucha vendía harina en
cantidades exorbitantes, más de 1000 toneladas para consumo, y su producción se
vio además favorecida a partir de abril de 1880, tras el Real Decreto que
habilitó al puerto garruchero para la importación del extranjero de todo tipo
de mercancías a excepción de bacalao, tejidos y productos coloniales, ya que
hasta entonces sólo se podía importar materiales relacionados con la industria minera.
Este hecho impulsó sustancialmente la pujante economía de Garrucha y convirtió
a los mayoristas de la localidad en dueños y señores del comercio de la comarca
e incluso más allá, pues la venta de mercancías a precios más competitivos que
en Almería o Cartagena situó a Garrucha como centro comercial de toda la
región.
En 1884 el comerciante e
industrial Francisco Berruezo López compró a Juan Salvador Segura su parte
correspondiente de la empresa, quedando de esta manera Berruezo como dueño de
la tercera parte de la fábrica. Sin embargo, su participación en la empresa duró un lustro pues en 1889 vendió su tercio de la industria al
propietario y hombre de negocios carbonero José de Fuentes Ruiz (padre del
conocido Simón Fuentes Caparrós).
Parece ser que la fábrica tuvo
altibajos y finalmente cesó su actividad, quizá motivado por la crisis económica
que afectó a la familia Segura con motivo de los fatídicos incendios que se
produjeron en sus almacenes de esparto en 1889 y 1893, así como por el
progresivo fallecimiento de los propietarios de la industria (Sebastián Segura en 1891, José de
Fuentes en 1892 y Telesforo Segura en 1896) y la posible mala gestión de sus
herederos. Sea como fuese, lo cierto es que en 1899 la prensa local se quejaba
de que la fábrica llevaba tiempo parada, dejando al comercio garruchero
tributario de otras más lejanas del pueblo, a pesar de ser un negocio
aparentemente rentable por su alta demanda.
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