Vista panorámica de Garrucha a principios de siglo XX. Fotógrafo: F. de Blain (http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6217&fullsize=1) |
En 1893 el vicecónsul inglés en Gijón escribió: “España está todavía muy atrasada en el desarrollo de sus recursos naturales, comerciales e industriales y no tiene muchas empresas privadas, por lo que ofrece pocas salidas a los jóvenes que desean seguir una carrera comercial; por consiguiente, el colocar a los hijos en la administración pública, la única salida posible para una mayoría de jóvenes, es una cuestión de gran importancia”.
No hemos de quitarle razón a la
aseveración del diplomático en sentido general, aunque si hablamos de Garrucha lo
cierto es que fue todo lo contrario. Lo que vivió este municipio del levante
almeriense a partir de la segunda mitad del siglo XIX fue inaudito, pues en
pocos años multiplicó su población un 200% y vivió un gran esplendor económico
gracias al comercio y la industria minera.
En cierto modo, Garrucha se
aproximó más a la rica Gran Bretaña de la Era Victoriana que a esa España rural,
atrasada y eminentemente agrícola que se abría paso lentamente en la Revolución
Industrial. Además, las malas infraestructuras terrestres dio a Garrucha un cierto carácter de isla, pues casi toda su actividad comercial e industrial se llevaba
a cabo través de su playa.
El escritor Carlos Dardé, en su
libro Cánovas y el Liberalismo
Conservador, menciona la diferencia entre la España y la Gran Bretaña de
finales del siglo XIX, donde parafraseando a su homónimo, el escritor José
Varela, menciona que, en oposición a lo que ocurría en nuestro país, en la
Patria de Shakespeare “un intenso proceso
de movilidad social discurría a través del mundo de la empresa privada,
mercantil e industrial” mientras que la política era un “coto reservado a una aristocracia con
sentido del deber y voluntad de servicio, persuadida de su natural autoridad y
misión superior”. ¿Acaso estas palabras sobre la realidad británica no
podrían extrapolarse con matizaciones a la Garrucha decimonónica? Sin lugar a dudas, sí.
No conviene olvidar que la constitución de Garrucha
fue una realidad gracias a la gestión de grandes empresarios, principalmente
los Berruezo y los Orozco, que, moviendo los oportunos hilos en Madrid,
consiguieron la firma de Isabel II para emanciparla de su matriz, Vera. Desde
ese momento, aquella acaudalada burguesía, tomó las riendas del pequeño
pueblo marinero que se hacía cada vez más importante en el concierto de las
ciudades españolas debido a su gran actividad comercial e industrial, llegando
a competir con puertos tan importantes como Málaga, Santander o Vizcaya.
En pocos años Garrucha fue la Patria
Chica de renombradas familias de empresarios, donde aparte de las consabidos
Berruezo y Orozco, se establecieron los Anglada, Gea, Huelin, Calvet, Lengo,
Labernia, Pecket, Moldenhauer o Fuentes, entre otros. El establecimiento de
estas Casas Comerciales y la exportación minera (producto de la intensa actividad
metalúrgica de las fundiciones ubicadas en la zona) por la rada de Garrucha
trajo consigo una gran cantidad de trabajo, llegando a emplear a muchas personas.
Mientras que la política en Gran
Bretaña era ostentada por una antigua aristocracia comprometida con el porvenir
del país, en Garrucha, en sustitución de ésta, fue la burguesía que se había
hecho rica al calor de la minería y el comercio quién asumió el control de la
política local. Un compendio de ilustrados hombres de negocios que trabajaron
por el bien del municipio. Particularmente notorio fue el caso de los Berruezo,
que llegó a crear una auténtica dinastía de Alcaldes y a ser una de las familias
que más se involucró política y económicamente en el desarrollo y la
prosperidad de Garrucha. Fueron seis los miembros de esta familia que ocuparon
la Presidencia del Ayuntamiento, desde el primer Alcalde que tuvo el municipio,
don Manuel Berruezo Ayora, uno de los principales promotores de la constitución
de Garrucha como villa independiente en 1861, hasta don Pedro Berruezo Gerez,
hijo y nieto de Alcaldes, que ostentó el bastón de mando durante 15 años, hasta
la llegada de la II República en 1931.
Pero esto no fue todo, parejo a
estos importantes hombres de negocios afincados en Garrucha y a la relevante actividad económica del levante almeriense, se establecieron en el municipio Viceconsulados, Casinos, Teatros, Sociedades Culturales… e incluso una logia
masónica. Además, en la estación de baños, Garrucha fue destino veraniego de muchos pueblos de Almería y Murcia. Todo ello, en suma, dio a Garrucha este toque tan distinto y cosmopolita que tanto la caracterizaba, lo que de alguna manera, hizo a la localidad tener más en común con
la industriosa y culta Gran Bretaña que con la España cañí.
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