En el nº 32 de la revista DE RE METALLICA, editada por la Sociedad Española para la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero (SEDPGYM), se acaba de publicar el artículo titulado «EL MINERAL DE LA GARRUCHA». EL INICIO DE LA MINERÍA DEL HIERRO EN EL LEVANTE ALMERIENSE A MEDIADOS DEL SIGLO XIX. El mismo ha sido elaborado por el que escribe estas líneas (José Berruezo García) en coautoría con Juan Antonio Soler Jódar, gran conocedor de la historia minera levantina y Presidente de la asociación Amigos del Patrimonio Minero de Bédar (APAMIBE).
El artículo ve la luz tras una
compleja y rigurosa investigación, en la que se ha realizado tanto trabajo de
campo visitando los yacimientos arqueológico-mineros, como documental, en el
que se han consultado, entre otras fuentes, bibliografía francesa inédita del siglo
XIX, prensa histórica, boletines de la provincia de Almería de época, así como
diversos fondos del Archivo Histórico Provincial de Almería y del Archivo de la
familia Berruezo.
En el artículo se aborda una
etapa apenas estudiada de la historia minera del sudeste
español, como es el inicio de la minería del hierro en Almería. En 1852 se han
constatado las primeras referencias a esta minería en el levante almeriense,
aunque fue a partir de 1856 cuando se incrementó la actividad de manera notoria
a raíz de patentarse nuevos procedimientos para la fabricación de acero a escala
industrial que requerían de hierro sin fósforo, como el del levante. Desde Carboneras a Pulpí, a lo
largo de todo el litoral levantino, se explotaron diversas minas ferruginosas
cercanas a la costa, pues el bajo valor del hierro en el mercado solo hacía
posible que para que su minería fuese viable económicamente las minas debían
estar a una distancia próxima al punto de embarque, no más lejos de 2-3 km. El mineral extraído, que fue muy
demandado por las siderurgias europeas, se conoció en la época como el «mineral
de La Garrucha», por ser éste el puerto de referencia por el que se exportaba,
y llegó a considerarse uno de los mejores minerales de hierro del mundo por sus
características fisico-químicas, que lo hacía idóneo para la obtención de
acero.
Entre los aspectos destacables del artículo, cabe mencionar la publicación de la primera fotografía conocida de una locomotora del ferrocarril Bédar-Garucha y la descripción que se hace de la minería que se desarrolló en el actual término municipal de Garrucha, uno de los cotos mineros más desconocidos del levante almeriense. Dicho coto se ha dividido en varias zonas: La Atalaya, la más importante y donde se registraron minas de plomo e hierro, y Tierras Royas, El Agüechar y Juan Jordana, con minas de hierro.
Los denuncios mineros más antiguos de los que se ha tenido constancia en el pago de La Atalaya datan de 1850, concretamente los de las minas plomizas Iglesia y Mercurio, propiedad de Manuel Berruezo Ayora, mientras que la mina ferruginosa más antigua en dicho pago ha sido Felicidad y Unión, demarcada en 1856, siendo el interesado el cuevano Francisco Martínez Martínez. Esta mina de hierro, una de las más importantes del coto de Garrucha, estuvo participada en esta primera época por la familia Berruezo, pionera de la minería del plomo y del hierro en el levante de Almería. Años después, en 1894 esta mina fue renunciada por su entonces propietario, la Compañía de Águilas, circunstancia que aprovechó el empresario Francisco Berruezo López, sobrino de Manuel Berruezo Ayora, para registrar en los terrenos de la renunciada concesión una nueva mina de hierro de nombre Melilla, poniendo la mina en explotación y cediendo en 1896 a Diego Serrano Torres, minero y vecino de Garrucha, la mitad de las acciones porque en su momento había contribuido a sufragar la mitad de los gastos ocasionados para la concesión de la mina.
Entre los aspectos destacables del artículo, cabe mencionar la publicación de la primera fotografía conocida de una locomotora del ferrocarril Bédar-Garucha y la descripción que se hace de la minería que se desarrolló en el actual término municipal de Garrucha, uno de los cotos mineros más desconocidos del levante almeriense. Dicho coto se ha dividido en varias zonas: La Atalaya, la más importante y donde se registraron minas de plomo e hierro, y Tierras Royas, El Agüechar y Juan Jordana, con minas de hierro.
Los denuncios mineros más antiguos de los que se ha tenido constancia en el pago de La Atalaya datan de 1850, concretamente los de las minas plomizas Iglesia y Mercurio, propiedad de Manuel Berruezo Ayora, mientras que la mina ferruginosa más antigua en dicho pago ha sido Felicidad y Unión, demarcada en 1856, siendo el interesado el cuevano Francisco Martínez Martínez. Esta mina de hierro, una de las más importantes del coto de Garrucha, estuvo participada en esta primera época por la familia Berruezo, pionera de la minería del plomo y del hierro en el levante de Almería. Años después, en 1894 esta mina fue renunciada por su entonces propietario, la Compañía de Águilas, circunstancia que aprovechó el empresario Francisco Berruezo López, sobrino de Manuel Berruezo Ayora, para registrar en los terrenos de la renunciada concesión una nueva mina de hierro de nombre Melilla, poniendo la mina en explotación y cediendo en 1896 a Diego Serrano Torres, minero y vecino de Garrucha, la mitad de las acciones porque en su momento había contribuido a sufragar la mitad de los gastos ocasionados para la concesión de la mina.
La mina de
hierro más antigua que se ha podido localizar en el cerro de Tierras Royas es Hernán
Cortés, registrada en 1856 por Manuel Berruezo Ayora. Probablemente las catas iniciales debieron
aventurarse prometedoras pues la familia Orozco, siguiendo la estela de la
Berruezo, también se implicó en esta zona solicitando Juan Antonio Orozco
Segura en 1857 el registro de la mina Por Precaución, un
nombre más que indicativo del motivo del registro.
Por otro lado,
en 1856 se tiene localizada en el paraje del Agüechar la mina ferruginosa Ciudad
de Garrucha, a la que se añadieron al año siguiente las colindantes Camisa y Observador. Las tres eran propiedad de Manuel Berruezo Ayora y parece que sólo estuvieron
en explotación en esos años iniciales, según testimonio documental. Asimismo, el registro más antiguo del que se ha tenido constancia en el pago de Juan Jordana es el de la mina de hierro Aparecida, cuyo interesado fue Alejandro Kirkpatrick, vicecónsul inglés en Garrucha.
Probablemente, el mineral de hierro extraído de las minas que se explotaron en Garrucha compartía el mismo destino europeo que el resto de minas del levante que se trabajaron próximas a la costa. También se abre la posibilidad factible de que la Ferrería San Ramón (1858-1864) se nutriese principalmente de estas minas garrucheras cercanas a la fábrica metalúrgica, ya que sin lugar a dudas era más rentable que traer el mineral de lugares más lejanos como Bédar o Cabrera.
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