D. Bernardo Berruezo Gerez Col. José Berruezo García |
Hace más de 100 años que falleció
Bernardo Berruezo Gerez y todavía surge su nombre en conversaciones familiares
que se mantienen en la actualidad. Se le recuerda con nostalgia, con un cariño
imperecedero y hablar de su inesperada muerte aún compunge el alma a los más
mayores. Es como si la familia hubiera hecho una especie de acuerdo no escrito
para que la figura de este antepasado nunca se olvide. Sin lugar a dudas, él es
un claro ejemplo de aquella frase que dice que una persona nunca muere mientras
haya alguien que la recuerde.
Decían del bueno de Bernardo que
todo lo que tocaba se convertía en oro, que sólo su trágico final le privó de
convertirse en una de las grandes figuras políticas y económicas de la primera
mitad del siglo XX en Almería.
Niño prodigio para los negocios,
heredó de su padre y abuelos ese gen de empresario de pura sangre, ese don para
hacer dinero que tuvieron insignes personalidades de la Historia como los
Vanderbilt o los Rockefeller.
Ya a la temprana edad de 17 años,
su padre, el todopoderoso Francisco
Berruezo López, viendo la capacidad innata de su hijo, le dejó vía libre para
que se desarrollara como empresario. Y no le defraudó. En poco tiempo llevó la
Casa Berruezo a un mayor apogeo económico, dejando a todos asombrados y una
enorme mirada de orgullo en sus padres.
Pero el llamado “monstruo de los
negocios” fue mucho más que un rico comerciante, industrial y consignatario de buques. Se educó en
un ambiente politizado, pues los Berruezo controlaban buena parte de la
política garruchera, y se sabe que ya en su adolescencia militaba en las filas
de los incondicionales amigos del célebre repúblico almeriense Nicolás Salmerón,
expresidente de la I República.
Republicano aguerrido, Bernardo,
cofundó, en 1899 y con 23 años, el periódico local El Eco de Levante, y como redactor del mismo luchó enérgicamente
por traer el progreso y la regeneración a Garrucha. Asimismo, puso su pluma al
servicio de los más desfavorecidos y combatió ferozmente las injusticias sociales
y económicas que castigaban al proletariado en una época de gran penuria y
desigualdades. En poco tiempo se convirtió en un periodista de renombre en el
levante almeriense, lo que le llevó también a trabajar como corresponsal para
diarios nacionales, como El Liberal
de Madrid, y a tener buenas amistades dentro del periodismo más allá de Almería, como por ejemplo
con Eduardo Rosón o Eladio de Lezama.
Joven sensible a las Bellas Artes,
entre sus íntimos amigos se encontraban lo más granado de la intelectualidad almeriense
de su tiempo, como el erudito Pedro Gea, el compositor José Bueno, el escritor Pepe Jesús Gómez o Pepe Durbán, el
célebre poeta salmantino de “Tardes Grises”, con quien tantas tardes pasó recitando poesía acompañado de un buen cognac y mejores habanos.
Llegó a ser calificado en su época como "el soltero de oro de Garrucha" y, pese a que no le faltaron pretendientas, sólo una fue capaz de robarle el corazón y llevarlo al altar: Isabel Cervantes García, de la notable familia Cervantes-Rosa de Vera, una mujer de refinados modales, culta, dinámica y que compartía las mismas inquietudes que él.
Llegó a ser calificado en su época como "el soltero de oro de Garrucha" y, pese a que no le faltaron pretendientas, sólo una fue capaz de robarle el corazón y llevarlo al altar: Isabel Cervantes García, de la notable familia Cervantes-Rosa de Vera, una mujer de refinados modales, culta, dinámica y que compartía las mismas inquietudes que él.
Decían los mayores que Bernardo fue único,
que su grandeza residía en su peculiar forma de ser. Que lo mismo se iba a cazar con
Diputados y empresarios a la finca familiar de Sierra Cabrera, y acababa en el
apostadero pasando las horas leyendo una obra de Valle-Inclán, que se iba con
el vicecónsul inglés a alguna extravagante excursión científica. O
que se pasaba una tarde hablándote con pasión de política, negocios o los
últimos inventos de Thomas Edison, que se quedaba absorto mirando la inmensidad del mar mientras
contemplaba un bello atardecer en el Paseo del Malecón acompañado de una fría Pilsner.
Sin embargo, y por desgracia, la vida de tío Bernardo tuvo un final inesperado y trágico. Unas terribles fiebres palúdicas
acabaron con su apasionante vida el 27 de junio de 1908, a la edad de 33 años. Ni los
cinco mejores médicos de Almería atendiéndole constantemente en su lecho
pudieron salvarlo. Su muerte fue lamentada por todos y su entierro fue una imponente manifestación de duelo, acudiendo todos los pueblos del levante almeriense a llorar la pérdida de este singular familiar que dejó un vacío imposible de llenar.
Mito en vida, su muerte dio paso a la leyenda familiar del Gran Bernardo Berruezo.
Mito en vida, su muerte dio paso a la leyenda familiar del Gran Bernardo Berruezo.